... en estos días se ha roto una vez más entre nosotros el amor fraterno. El luto entristece a nuestras familias y el dolor lo siente también la gran familia cubana.
Los acontecimientos violentos y trágicos que produjeron el naufragio de un barco donde perdieron la vida tantos hermanos nuestros son, según los relatos de los sobrevivientes, de una crudeza que apenas puede imaginarse. El hundimiento de la embarcación que llevaba tambien mujeres y niños, y las dificultades del rescate de los sobrevivientes no parecen ser de ningún modo fortuitos y esto añade al dolor un sentimiento de estupor y un reclamo de esclarecimiento de los hechos y de depuración de responsabilidades.
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La Iglesia Católica desea expresar su cercanía espiritual a los que sufren la perdida de sus seres queridos, ofrece su oración por las víctimas, pidiendo al Señor fortaleza y consuelo para las familias y llama a todos a una seria reflexión, a la cual nos vemos obligados tanto gobernantes como gobernados, creyentes como no creyentes.
¿Qué puede llevar al ser humano a lanzarse a aventuras tan riesgosas, sino un cierto grado de desesperación o desesperanza?, ¿qué puede llevar a otros seres humanos a oponerse con fuerza inusitada a sus hermanos, sino una mentalidad violenta? Aun cuando los modos de pensar y de obrar sean diferentes, ¿no queda espacio para la cordura? ¿Seremos incapaces de tener un corazón misericordioso conociendo y viviendo todos las mismas dificultades? ¿A dónde nos puede llevar esta pendiente peligrosa de la violencia?
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Que los hechos se aclaren, que se establezca la verdad con la justicia, pero que el odio resulte perdedor
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- (Fragmento del Mensaje del Card. Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, "Sobre el Naufragio del Remolcador", Julio de 1994. Tomado de La Voz de la Iglesia en Cuba, México 1995, pág 445)
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