Es la una de la madrugada y Madrid duerme. Pero en el convento de Atocha se oyen los susurros de los monjes que comentan en la penumbra del claustro: “¿Será esta su última noche? ¡81 años son muchos años batallando! La comunidad del convento se ha reunido frente a la celda de Fray Bartolomé atestada de libros y documentos. Su vida ha sido larga e intensa. Aquellos años en Santo Domingo, Cuba, México, Guatemala, Nicaragua, tan llenos de conflictos y contrariedades. Sin embargo, ahora todos recordaban las historias de sus indios buenos, de los que el tanto les había hablado, y de los comienzos…
A finales del siglo XV Sevilla había sido como el corazón del mundo pues por allí habían pasado los personajes más importantes del descubrimiento de América. Bartolomé de las Casas había tenido la suerte de nacer allí, el 11 de noviembre de 1484, cerca del barrio de Triana. Como su padre había hecho amistad con Cristóbal Colón, la aventura de América le fue siempre familiar y debió resultarle imborrable la llegada del Almirante al regreso de su primer viaje acompañado de indígenas adornados con plumas, que llevaban papagayos y lucían adornos de perlas y oro.
A los 17 años se enlista con su padre en la expedición de Nicolás de Ovando, y al llegar a La Española queda conmovido ante lo que ve y ante la bondad de sus habitantes. En 1507 va a Roma para ordenarse sacerdote y en 1510 regresa a La Española donde celebra una misa solemne, la primera cantada en el Nuevo Mundo. Conoce entonces a Ramón Pané, el monje encomendado por Colón para estudiar las costumbres de los tainos, así como a tres dominicos excepcionales: Pedro de Córdoba, Bernardo de Santo Domingo y Antonio de Montesinos, quienes influyen en Las Casas y encienden la llama de luchar por aquellas gentes.
En 1511, al iniciarse el poblamiento de la isla de Cuba, Diego Colón invita a Bartolomé a formar parte de la expedición como capellán militar. La presencia del clérigo se deja sentir pues los indígenas ya lo consideran como behique o sacerdote propio, y le expresan su respeto de muchas maneras. Aquí, Las Casas hace su primer intento para que el contacto entre españoles e indígenas no sea tan violento y dañino. Pero no sería hasta el día de Pentecostés, en la ciudad de Sancti Spiritus cuando, meditando en el Eclesiastés, analiza las experiencias en La Española y Cuba, el comportamiento de los conquistadores, y los ardientes sermones de los frailes dominicos, y comprende que todos aquellos años ha vivido en la oscuridad. Su vida entonces da un vuelco total y de encomendero se vuelve enemigo encarnizado del sistema de encomiendas. Desde ese momento tiene una misión: la de defender la libertad y la dignidad del indio americano frente a los intereses económicos y políticos.
Fray Bartolomé de Las Casas y un indio americano.
Pintura al óleo de Constantino Brumidi (1876),
en el Senado del Capitolio de los Estados Unidos.
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En un valiente y breve escrito, “Memorial de Agravios”, Las Casas se pronuncia en contra de las encomiendas, y en la apologética su postura es la de un convencido pacifista, enemigo de la guerra y de esta como instrumento o método evangelizador. Consagra así 50 años de su vida a cambiar la realidad de su tiempo y a mejorar la vida de los indios, utilizando las armas que tiene a su alcance: la oratoria, una fe inconmovible, una memoria y erudición poco comunes, y un entusiasmo que mueve montañas. Cruzó 14 veces el inmenso océano para llevar su sentir al corazón de España; luchó frente a sus adversarios en la Corte, y escribió millares de páginas ardientes y provocadoras. Por todo esto se ganó el título de Apóstol de los Indios. Murió el 17 de julio de 1566.
"El Protector de los Indios".
Grabado de La Ilustración Española y Americana,1892.
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¿Qué significado tiene para nosotros la vida de Las Casas? Si leemos la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948, vemos que los postulados de justicia, dignidad y libertad expuestos en este documento son los mismos valores defendidos y ensalzados por Las Casas 500 años atrás. Bien que lo recalcó a lo largo de su vida: “la libertad humana es, después de la vida, la cosa más preciosa e importante del mundo”. Al recordarle hoy, honramos a tantos misioneros que como él lo dieron todo por defender al amparo de la cruz de Cristo, a aquellos nobles pueblos de Hispanoamérica.
Texto publicado originalmente en La Voz Católica, el 24 enero 1991.
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.
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