Temblor de tierra de las almas; cruje
la humanidad; los pueblos se agazapan
y se oscurece el cielo y en las nubes
se forja el rayo de las noches claras
de tempestad; la génesis del mundo
vuelve a alumbrar la sima de la nada.
No guían como antaño las estrellas
al navegante ¿quién al Sol aguarda?
Y se eleva del hondo del abismo
el susurro de Dios cuando llamaba
«¡Adán! ¡Adán!», y el Hombre se escondía
detrás de la mujer acongojada,
sintiéndose desnudo y tembloroso
de ver su sombra en las eternas aguas.
Nubarrones que arrancan desde tierra
llevan a lo alto negra catarata
y revienta su seno y el diluvio
barre ciudades y su polvo lava.
Sigue a la lumbre soyugando el fango;
la historia queda y el milagro pasa.
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