Para cuando ocurrió el citado enlace matrimonial, el 27 de Julio de 1870, Don Adolfo Jiménez- Castellanos y Tapia, tenía 26 años, y no era más que un capitán del Regimiento de Infantería de la Reina, destacado en la ciudad, en plena campaña española contra la insurgencia mambisa en tierras del Camagüey.
A Don Adolfo que le tocaba entonces la parte más intrincada y fogosa de de aquel minuto de la guerra, pero al parecer no todo fueron batallas para el intrépido capitán. El amor pareció también florecerle en la persona de una camagüeyana: Doña María del Carmen Barreto y Estévez, vecina de la calle Reina, República actual, nacida en el seno de una familia patricia en aquel Puerto Príncipe siempre señorial
Ante nosotros, cuando escribimos estas páginas develadoras de la historia de la otrora ciudad del Puerto del Príncipe, obra la copia pertinente del matrimonio de marras. El texto va revelando los pormenores de aquella sacra ceremonia.
Para empezar, el novio por ser un oficial español destacado en la ciudad, precisó de la correspondiente “información extrajudicial de estilo”, documento proveído desde el Arzobispado de Santiago de Cuba, y por el cual:
el Sr. Dr. José Orberá y Carrión, canónigo Doctoral de la Sta. Iglesia Metropolitana Subdelegado Castrense, Vicario Gral y Vicario Capitular de este Arzobispado, sede vacante (…) se dignó aprobar el expediente de soltería y cristiandad del contrayente(…)[1]
La ceremonia se efectuaba ante el Pbro. Lic. D. Ceferino Silva, Cura Rector por el designio de su Majestad, el Rey, y a cargo de la parroquia de término de Nuestra Señora de la Soledad. Lo acompañaba en calidad de asistente el Pbro. D. Fernando Urrutia, capellán castrense del Regimiento de la Reina de Infantería, al que estaba destinado el novio. Al parecer la pareja residió en Camagüey por la próxima década.
La historia nos narra como en 1865, terminados sus estudios en el Colegio de Infantería, con el grado de sub-teniente y sólo 21 años de edad, pidió ser destinado a Cuba. Ya en 1874 ostentaba los grados de teniente coronel, y al final de la Guerra de los Diez Años era coronel. Fungió además como comandante general interino de Puerto Príncipe hasta 1882.Ese año regresó a España, luego de diecisiete años ininterrumpidos en suelo cubano.
Ausente por un tiempo de Cuba, regresó a esta a finales de 1895, ya investido como General de División, y nombrado comandante general de la 2da división, del segundo cuerpo del ejército, volvió a tierras camagüeyanas a enfrentar a Máximo Gómez.
En abril de 1898 fue promovido a teniente general, y ya en noviembre se encargó interinamente del gobierno y Capitanía General de Cuba. El primero de Enero de 1899, le tocó rendir la plaza, y entregar la Isla de Cuba a las tropas norteamericanas cumpliendo lo estipulado por el Tratado de Paris[2].
Al embarcar ese mismo día rumbo a España, conmovido hasta las lágrimas, dijo al General Clous: “General muchas gracias por sus atenciones y ruéguele usted a Dios que no se le permita encontrarse nunca en el amargo trance en que yo me he encontrado hoy”. [3]
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[1] No. 71. Giménez D. Adolfo con Doña María Carmen Barreto. Libro 10 de Matrimonios Blancos. Parroquia de la Soledad.
[2] Con notas de la Enciclopedia Universal Ilustrada. Europeo-Americana. T.XXVIII p.2781-2782.
[3] Ibíd.
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