A un gran amigo, un hermano
Tú que tienes
la chispa divina
en la mirada.
Y vives la tristeza
y la alegría
como si fueras
a morir,
en el instante próximo.
Tú que caminas
con el alma
en la mano,
tocando a tu paso
la delicia del tiempo,
y exprimiendo
la fruta del olvido.
Tú que no escatimas
palabras
para decir tu sueño
y ponerle nombre
a tu dolor.
Tú que abres el pecho,
desnudo y tibio,
para que lo atraviesen
mil lanzas afiladas.
Poeta,
extraño sabio,
conocedor de códigos secretos,
degustador de asombros
y de hastíos,
si yo fuera la noche,
guardaría
mi vieja y triste luna
en un lugar sin nombre,
tomaría tu corazón
entre mis manos transparentes,
y lo pondría a alumbrar,
sobre el oscuro manto
de promesas,
su luz de fuego y agua.
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