Wednesday, November 25, 2020

René y Raúl Villarreal. Una remembranza personal (por Carlos A. Peón-Casas)


In memoriam. 




En el año 2007 me tocó la enorme responsabilidad de servir de moderador o facilitador, en la sesión de apertura del Coloquio Ernest Hemingway, que aquel año sesionara en el antiguo Convento de Santa Clara en La Habana, evento que venido aglutinando con frecuencia bianual, a investigadores hemingwayanos de este mundo plural. 

La sesión prometía ser de lujo, y en verdad no podía ser para menos. Se presentaba aquella mañana de aquel junio radiante, el testimonio de valía excepcional de René Villarreal sobre Ernest Hemingway, transcripto en un libro con sus memorias, escrito a cuatro manos con su hijo Raúl, quien daría en representación de su padre, unas muy esperadas referencias para aquel expectante plenario. 

Se trataba de un minuto singular, poder escuchar las remembranzas inolvidables de aquel hombre. Posiblemente el más cercano a los intríngulis de la vida de Papa en Cuba, por su condición de mayordomo en Finca Vigía, y ser a todas luces, la persona más autorizada para ponerlos en blanco y negro. 

La sesión fue sin dudas reveladora. La presentación de los prolegómenos de aquel libro antológico intitulado: “El hijo cubano de Hemingway”, del que su presentador leería algunos fragmentos, se convirtió de pronto en una mágica sesión de revelaciones inesperadas, un suceso que ocurrió imprevisiblemente tal y como lo revelara el propio Raúl en un posterior rememoración de los hechos: 

Él no quería hablar, pues no se sentía cómodo con tantas personas y las cámaras de televisión. Él se sentó en la primera fila con su hermana Nilda, mi hermano y unas sobrinas. La sala estaba repleta y había una gran alegría y expectación.

Yo tenía un capítulo del libro traducido al español para leer y había practicado por las últimas tres semanas ya que mi español no es tan fluido como el inglés. Pues, comencé mi presentación dando las gracias al público por estar presente y también a Ada Rosa por su invitación y algo me decía por dentro “este público no es para ti”. Fue, entonces, que yo dije: “Señoras y señores yo puedo hablarles por los próximos 30 minutos de la vida de mi padre con Hemingway y les puedo leer un capítulo. Pero ustedes no están aquí por mí. Ustedes están aquí por mi padre. Así que le vamos a dar la bienvenida y que él tome su puesto”. El público empezó a aplaudir con gran entusiasmo y la sala se animó de una manera increíble y mi padre sin fallar se levantó, saludó al público y se sentó al lado mío.

Él habló más de una hora y las preguntas eran una tras otra y observé que en ese momento él estaba viviendo su juventud y sus años al lado de Papa Hemingway y lo estaba haciendo en Cuba y al frente de la televisión cubana. Mi tía y mis primas estaban muy orgullosas y sumamente alegres. Yo feliz al ver a mi padre con tanta energía y contando anécdotas que mantenían el público enfocado en cada palabra, cada sílaba. Al final de los tres días se hizo un último evento en la Finca Vigía donde le dieron a mi padre un galardón y fue entrevistado y fotografiado por la prensa de muchos países europeos, asiáticos y latinoamericanos.”[1]
Como excepcional testigo de aquella novedad, no escapé junto al público congregado a la magia infinita de aquellas revelaciones. Mis humildes cercanías a las labores académicas, entre tantos investigadores de tanto lustre, habían comenzado solo pocos años antes, y para entonces no pasaban de algunas ponencias presentadas en anteriores coloquios. De cualquier modo, me sentí muy privilegiado de haber tenido la inmerecida dispensa para estar en aquella misma mesa del plenario junto a René y su hijo Raúl. 

Lastimosamente nunca fuimos presentados. Y mi timidez me jugó una mala pasada, cuando no me atreviera a hacerlo por mí mismo, rompiendo todo protocolo. 

Justo diez años después de aquella ocasión, y sin haber tenido nunca más otra cercanía con tan ilustres personas, sólo el detalle de haber sabido del deceso de René por las noticias al uso; recibí noticias por un buen amigo en Miami, de la persona de su hijo Raúl, y de un evento hemingwayano que organizaría en junio de aquel año 2017 en la Florida. 

Mi buen amigo Andrés Trujillo, por mediación de otra amiga suya a quien no conocía ni siquiera de nombre, y muy cercana a Raúl Villarreal, me procuraba, la oportunidad de poder participar en aquel convite. 

Por esas cosas del destino, había conseguido en abril de aquel año una visa para visitar Estados Unidos. La ocasión me sería igualmente propicia para presentar allí, entre mis amigos y conocidos, mi primer libro sobre con varios ensayos sobre Hemingway: El Vino Mejor, que había visto la luz aquel mismo año en edición digital e impresa en amazon.com. 


Pero el hombre pone y Dios dispone. Justo para la misma fecha en que discurrirían ambos sucesos, me fue diagnosticado un fallo renal completo que se me presentó subrepticiamente, anexo a una insuficiencia renal crónica silenciosa y de etiología desconocida. 

Sometido a hemodiálisis como ultima ratio a mi dolencia, pude empero concretar para el mes de octubre de aquel año, mi ansiado viaje a Miami, que duró exactamente tres días, el tiempo justo entre las sesiones hemodialíticas. 


Tuve la dicha entonces de poder presentar mi libro en la mismísima Ermita de la Caridad del Cobre, en el emblemático Salón Félix Varela, cedido con amabilísimo gesto para la ocasión. Y allí no fue poca mi sorpresa. 

Pude reencontrarme con aquellos amigos entrañables salidos de la Isla en la últimas tres décadas y a quienes no había visto nunca más. 

Igualmente conocí a otras personas amistadas con ellos, entre ellos a la persona que me habría facilitado mi inclusión en el evento hemingwayano de junio de aquel año: la editora y periodista Grace Piney, quien para mi desconocimiento había hecho una particular entrevista a René Villarreal justo antes de su fallecimiento, y al propio Raúl; donde se aludía al hecho de su presencia en el coloquio habanero. El mundo ciertamente intangible en su vastedad, a veces nos queda chico. 

Ese mismo año, el 8 de diciembre, fui el feliz receptor de un riñón que me donó mi hijo mayor Francisco Javier. Su gesto me devolvió a la vida nuevamente. Y de nuevo a mis habituales lides hemingwayanas. 

En junio de 2019, retomé mi presencia en la convocatoria de una nuevo Coloquio Ernest Hemingway, celebrado entre los días de junio de aquel año en el Hotel Havana Riviera. 

Para mi grata sorpresa, entre los asistentes se incluía el propio Raúl Villarreal, esta vez presentando un interesante documental. 

Nos tocó para colmo de las coincidencias posibles, y no de la casualidad, que en esa no creo, convivir aquellos días en el mismo sitio de alojamiento, y compartir cada mañana el mismo shuttle que nos llevaba a las sesiones académicas del Coloquio. 

Mi timidez empero me jugaría una mala pasada. Pospuse una y otra vez, el minuto de presentarme y comentarle de nuestra común cercanía a quien fuera su entrevistadora y amiga incondicional en Miami, la ya citada editora Grace Piney. 

Pero el azar volvió a ser concurrente y ponernos en el mismo elevador, justo el día final de aquel convite, luego de una animada farewell party en los predios de su querida Finca Vigía. 

Allí fue la ocasión, breve y fugaz si se quiere en lo que aquel adminículo nos conducía, porque, believe it or not, nuestros sitios de alojamientos habían sido contiguos el uno al otro, y de tal suerte sólo me percataba en aquel minuto. 

Bastó que me presentara como el amigo de su amiga, y en un gesto que nunca olvidaré, y dirigiéndose hacia el colega que lo acompañaba, en perfecto inglés, le espetó: - “este era la persona que habíamos invitado a nuestro evento, ¿recuerdas? 

Con un apretón de manos nos despedimos. Y sería, sin que acaso pudiera imaginármelo posible, para siempre. 

Casi un mes después sabría de su repentino deceso, por mi buena amiga y colega Gladys Rodríguez Ferrero, otra de sus amigas incondicionales en las lides hemingwayanas, y Directora por muchos años del Museo de Finca Vigía, esa otra casa, la que Raúl recordaría siempre, y a cuyos más resonados espacios seguirá volviendo de la mano de su querido padre desde toda la Eternidad. 




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[1] El hijo cubano de Hemingway, René Villarreal. Por Grace Piney. (Entrevista exclusiva y que se publica póstumamente, a la persona más cercana a Hemingway durante su vida en Cuba; quien único podía entrar a su estudio mientras escribía) 28 de enero de 2015.https://www.radiotelevisonmarti.com/a/rene-villarreal-el-hijo-cubano-hemingway/85455.html

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