"Durante el novenario de la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, ó sea en los días ante próximos al 24 de Setiembre [de 1829], se autorizaron, como era costumbre muy antigua, corridas de toros gratuitas por aficionados, en razón de no haber diestros de profesión en el país. Con tal motivo se construyeron por las familias acomodadas varios palcos en la parte exterior de la barrera, y entre ellos, uno correspondiente a un Oidor de Audiencia territorial con quien estaba reñido el Marqués de San Felipe y Santiago, Jefe del Regimiento Infantería de Cuba de guarnición en esta Ciudad; y como los granaderos del mismo cuerpo debían ejecutar las vistosas evoluciones conocidas con el nombre de, «Despejo militar,> antes de empezarse la lidia, aprovechó el Marqués esta circunstancia para mortificar a su adversario, y ordenó á sus soldados que cuando concluyeran el Despejo, se sentaran sobre la barrera delante del referido palco, con objeto de impedir la vista del espectáculo a las personas que lo ocupaban. Así lo hicieron aquellos, á pesar de la oposición manifiesta del Magistrado, que viéndose desatendido, abandonó el lugar con su familia, siguiendo su ejemplo las de las localidades inmediatas por hallarse en igualdad de circunstancias. Este inesperado acontecimiento produjo una excitación general en los espectadores, y la autoridad dispuso la suspensión de la corrida y que los toros se llevasen fuera de la población; pero el orgulloso Marqués hizo desenyugar un buey de una carreta, trayéndolo a la plaza para que lo capearan los soldados
andaluces que había en su Regimiento; lo que no se consintió por la autoridad, y entonces el ofendido Magnate lanzó á la palestra la compañía de Cazadores acuartelada en aquel Convento para que destruyeran la cerca, como lo efectuaron y armados con las varas que la formaban, se diseminaron por las calles de la Ciudad, pidiendo á voz en grito se les concedieran dos horas de saqueo...
Por fortuna, la prudente actitud del pueblo, dió lugar á que se reuniesen en sesión extraordinaria para deliberar de momento sobre tan inaudito escándalo, el Cabildo y el Real Acuerdo, resolviéndose el arresto del Marqués en su propia habitación. Por su parte el activo y animoso Teniente Gobernador don Francisco Sedano, salió solo á recorrer las calles invadidas por la tropa, a la que hizo retirar á su cuartel sin que le opusieran la menor resistencia, y sin que hubiese cometido otro desmán que el de dar las voces ya referidas: verdad es que no les hubiera sido posible á los soldados llevar a cabo sus deseos, por no encontrar una sola puerta abierta en toda la población". (Juan Torres Lasqueti, "Colección De Datos Históricos-Geográficos y Estadísticos de Puerto del Príncipe y su Jurisdicción", 1888)
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