Ante la estatua de Petronio bello
palpitando de dicha y de ternura
encuentra Eunice la mayor ventura
enlazando sus brazos a aquel cuello.
Brilla en sus ojos mágico destello
de amor y de placer y en su locura
desata en la magnífica blancura
el dorado raudal de su cabello.
Y en los labios de mármol silenciosos
va dejando los besos voluptuosos
que el vivo fuego de su pecho alientan . . .
Y son aquellos besos tan ardientes
que los labios de piedra indiferentes
al sentir su contacto se calientan . . . !
Publicado en el año 1922
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