En el místico rostro retratado
el gozo más ardiente y más sublime
librándose de un peso que le oprime
ante CRISTO está PEDRO arrodillado.
¿DONDE VAS? -le pregunta trastornado
mientras llora su falta y la redime-.
A ROMA . . . - con dulzura CRISTO gime-
PARA SER OTRA VEZ CRUCIFICADO.
Y alumbrando su ruta santamente,
surgió el sol como un cáliz refulgente;
las calandrias dejaron sus nidales
por mirarlo; y las tímidas violetas
asomaron sus pétalos inquietas;
y abrieron sus capullos los rosales . . .
1922
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