Sunday, February 28, 2021

Una mirada a la historia de la enseñanza del piano en Camagüey (por Yalim Toledo Cabarcos)

Programa a la Audición XXI, 
de la serie de Educación y Divulgación Musical. 
Conservatorio Ráfols. Camagüey, 1935.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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Para abordar la historia de la enseñanza del piano en Camagüey, es necesario aclarar que Puerto Príncipe se inserta en el panorama musical de forma tardía; ya que Santiago de Cuba y La Habana se convirtieron en los centros de mayor desarrollo durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Pablo Hernández Balaguer en su libro El más antiguo documento de la música cubana y otros ensayos, corrobora lo antes expuesto cuando afirma que la vida musical cubana del siglo XVIII se circunscribía: “[…] a la catedral de Santiago de Cuba – única con que contó la isla hasta 1789 – que se creó […] la parroquial Mayor en La Habana.”(1)

El florecimiento musical de Santiago de Cuba se da gracias a un número elevado de maestros de capilla que crearon música y tuvieron a su disposición el órgano. Este instrumento conseguiría su mayor esplendor con el nombramiento de Esteban Salas y la magnífica obra desarrollada por este músico a partir de 1764.


Según Amparo Fernández y Galera en su texto Cultura y costumbres en Puerto Príncipe. Siglo XVI-XVII: “[…] en el año 1655 la presencia de la música es tan importante en la vida religiosa de la parroquial Mayor de la villa, […] que el pago a la canturía demuestra que había personas dedicadas a hacer música y cantar como medio de vida”(2). Por esta época, la comunicación con La Habana y Santiago de Cuba favoreció que en Puerto Príncipe hubiera un incremento poblacional y en consecuencia un aumento de las capellanías. Además, un gran desarrollo cultural. 

Según las investigaciones de Gustavo Sed Nieves: “[…] la primera vez que Puerto Príncipe disfrutó de buena música fue el 8 de septiembre de 1734, cuando con motivo de la consagración de la Ermita de la Caridad, vinieron seis músicos de la capilla de Santiago de Cuba para acompañar el ritual del acto.”(3) 

En Puerto Príncipe se fundó la Casa de Sociedad, gracias al Teniente Gobernador don Alfonso Viana y Ulloa, en 1794. Esta desplegó una actividad musical que aunque se limitaba a bailes y ejecuciones de canciones y boleros, constituyó un sitio de reunión y creación. No obstante, debe considerarse la posibilidad de que en esta Casa de Sociedad hubiera entre sus socios, al menos, una persona con instrucción musical y la existencia de instrumentos con los cuales amenizar sus actividades artísticas.

Un dato importante que revela el desarrollo de los instrumentos de teclado lo constituyen las ventas anunciadas en El Papel Periódico de La Havana. En 1791, salió a la luz: “[…] un forte piano inglés muy hermoso, tres voces unísonas en 400 pesos”(4). A partir de este momento bajarán los precios hasta hacerse mucho más fácil su adquisición, el instrumento se popularizó y hay un florecimiento de gran cantidad de maestros y discípulos. 

En esta misma época en Puerto Príncipe se incentiva la formación de nuevos instrumentistas para satisfacer la creciente demanda de veladas, conciertos y necesidades de la iglesia. Según el investigador espirituano Juan Enrique Valle, los primeros músicos con formación académica en aquella villa fueron educados en Puerto Príncipe presumiblemente antes de 1803(5).

En 1810, se registra en Las artes en Santiago de Cuba la llegada del primer piano de concierto, algo que pone en duda Abelardo Estrada en las Notas críticas al referido texto; ya que anterior a esta fecha se recoge el arribo de “[…] las francesas, huidas de Haití a causa de la revolución, migración forzosa provocada por el fuego y el degüello.”(6)  Estas mujeres incorporaron su cultura, instrumentos y conocimientos al Santiago de la época, de esta manera son vistas como las primeras profesoras del instrumento. 

Juan París – maestro de capilla – continuó la labor de enseñanza y ejerció una influencia provechosa en las hijas de familias adineradas y de músicos que bajo su tutela llegaron a interpretar obras de: Giovanni Battista Pergolesi (1710- 1736), Giovanni Paisiello (1740- 1816), Doménico Cimarosa (1749- 1801) y Franz Joseph Haydn(7) (1732- 1809). 

En La Habana se destacan – para 1811– las clavecinistas María Luisa O’Farril y Dolores Espadero(8). Se edita en 1812 el primer periódico musical de Cuba, El Filarmónico Mensual, en el cual se publicó un artículo titulado “Cartilla de los principios para aprender el arte de la música”. Esto significó una prueba del quehacer didáctico en pro de la música y una muestra simplificada para el que quisiera acceder a ella. 

Por otro lado, el piano ganaba popularidad. La teoría de que las señoritas casaderas adornaban sus espíritus si aprendían a tocar el forte piano se afianzaba. Durante esta época el número de instrumentos comienza a incrementarse en toda la isla y según Laureano Fuentes Matons, en su texto anteriormente mencionado, “[…] en 1828, había dos o tres pianos pero ya en 1838 subió el número a seis y más de cincuenta pianinos.”(9) 

En este período es necesario destacar la figura de Juan Federico Edelmann, músico nacido en Estrasburgo, quien en 1832 llegó a La Habana como parte de su gira de conciertos y se estableció en dicha ciudad hasta el final de su vida. Este pianista realizó una labor no sólo como concertista, sino también como maestro; formó músicos de la talla de Manuel Saumell (1817-1870), Pablo Desvernine (1823-1910) y Fernando Arizti (1828- 1888) que más tarde se convertirían en figuras de reconocido prestigio. Además, fundó la primera casa editora de música del país, la cual permitió la rápida reproducción de partituras de la música que se componía en el mundo y que gracias a él, llegaría con relativa rapidez a los principeños y al resto de Cuba.

En la Gaceta de Puerto Príncipe, El Lugareño da fe de un número de profesores que se ofrecen a dar clases de piano y otras asignaturas. Principian la lista los maestros: Severino de la Rosa y Juan Barreras, más tarde don Bernardo Kreutzer, Carlos Vasseur Agüero y Juan Antonio Cosculluela Fultá. La academia de San Fernando, fundada en julio de 1846, hizo una labor encomiable; ya que llegó a formar una orquesta de veinte y dos profesores –negros y mulatos libres – cuya labor fue resaltada por Laureano Fuentes Matons en su texto Las artes en Santiago de Cuba. 

El Diccionario de la Música Camagüeyana. Siglo XIX, de la investigadora Verónica Fernández, reúne una valiosa información acerca de las Academias en nuestro territorio, algunas de ellas fueron: 
San Fernando (1846): Sus alumnos eran negros y mulatos libres. Pudo formar una orquesta que alcanzó bastante celebridad durante todo el siglo. El Genio (1856): Sus asociados se reunían para hacer música y con el producto de sus presentaciones públicas impartían clases gratuitas diarias a 66 jóvenes blancos y pobres. El Progreso (1856): Contaba además una orquesta que ofrecía bailes en casas particulares. Pedro Nolasco Betancourt (1856): Era básicamente, una agrupación familiar destinada a la música sagrada. Santa Isabel (1856): Su orquesta estrenó composiciones de autores del territorio como las de Mercedes Betancourt y Juan Antonio Frías. Presentó además, obras religiosas en iglesias y otros locales. Escuelas Pías: Surgió en 1852. El Padre Pablo Gené, fue quien más hizo por el desarrollo del arte musical en esta escuela, formando alumnos que después fueron grandes músicos como Joaquín Ramonet Castillo y Gabriel de la Torre Álvarez. La Armonía (1868): En ella se impartían clases de solfeo, clarinete, cornetín, trombón, figle y trompa. Esta institución llegó a prosperar hasta el punto de constituir una orquesta, que en la década de 1870, participó en bailes y veladas realizadas en la Sociedad Santa Cecilia.(10)
Esta profusión de academias de música en el siglo XIX es muestra de la diversidad y de cómo cada raza y estrato social tenían la posibilidad de contar con un espacio para desarrollar la música. Es además un dato importante del lugar que nuestros coterráneos le daban a la instrucción y a la educación musical como elemento esencial del progreso. 

Los investigadores Gustavo Sed, Ana María Pérez Pino y Roberto Méndez sitúan como figuras relevantes dentro de la música principeña de la segunda mitad del siglo XIX, a Carlos Alfredo Peyrellade y Emilio Agramonte Piña. Acerca de este último refieren su meritoria labor realizada en la emigración:
[…] realizó estudios musicales en París. Impartió clases de canto y piano en Contaduría No. 65 esquina a San Ignacio – actualmente Lugareño y Hermanos Agüero-. Combatiente del 68, pasó a New York en 1873, donde fundó en 1893 la Escuela de ópera y oratorio, donde se formaron cantantes como Ivonne de Treville, Ana Aguado y Emilio de Gongarza, y que fuera elogiada por Martí. Uno de sus mayores méritos fue hacer cantable en 1892 nuestro actual Himno Nacional.(11)
Por otro lado, la labor desarrollada por Carlos A. Peyrellade aparece referenciada en el Diccionario Biográfico Cubano de Francisco Calcagno. En el mismo se le cataloga como un hombre que dedicó su vida al magisterio musical y fue un notable profesor de piano, contribuyó a darle promoción a la música actuando en numerosas veladas en la Filarmónica y la Sociedad Popular Santa Cecilia, al tiempo que facilitaba mediante la casa de música perteneciente a su familia, la aceptación de métodos de piano más desarrollados como: el de Bertini, Le Carpentier y Fites, más piezas de estudio de Stamaty, Czerny y Cramer.(12)

Al término de la guerra se reabren la Sociedad Santa Cecilia y la Filarmónica. Años más tarde, en 1886, se hace relevante la labor de Gabriel de la Torre y su esposa Lina Campuzano. Estos dos pedagogos que se mantuvieron ejerciendo en el territorio a lo largo de veinte años lograron formar gran cantidad de alumnos y al mismo tiempo preocuparse por cuestiones teóricas acerca de la enseñanza del piano. Prueba de esto son los trabajos que aparecen en el libro Mi vida profesional revisada a los 80 años de Gabriel de la Torre, editado en 1944. En el mismo, se registran cronológicamente: El piano de estudio (1904), Cómo debe estudiarse la música (1914) – el único que se encuentra en nuestros archivos provinciales – Método Elemental de piano (1931), entre otros. 

Importante en Gabriel de la Torre son las cuatro ediciones de Cómo debe estudiarse la música que salen al público, cada una enriquecida con nuevas ideas; pues los temas tratados cuestionan importantes aspectos de la enseñanza del piano. Entre ellos vale mencionar: “Métodos del piano y sus resultados”, “Semejanza de la enseñanza del piano con la lectura”, “Tiempo dedicado al estudio” y “Técnica del piano”. 

En este folleto se plantea por primera vez, dividir el estudio del piano por períodos, a los que denomina: elemental, mediano y superior. Cuestiona conceptos acerca del virtuosismo y la calidad interpretativa, corrige errores en cuanto al fraseo y la explicación que se da al abordar la articulación.

Sin dudas, todas estas teorías buscan la reflexión y el reajuste de la metodología del instrumento. Es importante hacer notar que es un pedagogo camagüeyano, quien decide emprender esta tarea con una concepción metodológica.

El siglo XX es más rico en cuanto a programas e ideas renovadoras. El Conservatorio Hubert de Blanck (1885), en La Habana, forma gran cantidad de maestros que luego abren academias en las provincias y nutre su profesorado con pedagogos de otras localidades de la isla. Entre ellos, los camagüeyanos: José Molina Torres, Carlos Alfredo Peyrellade, Tomás de la Rosa y otros que impartían solfeo, piano, canto y violín respectivamente. 

Debe mencionarse que José Molina Torres fundó el Instituto de Música de Camagüey, fue auspiciador – junto a Arcadio Menocal y Rafaela Serrano – de la concepción de un método para la enseñanza de la música titulado “Nueva Teoría de la Música”. Este sirvió a varias generaciones para la introducción de toda la teoría que apoyaba el trabajo pianístico. Como director y profesor del Instituto de Música camagüeyano, José Molina Torres siguió los programas y métodos de Hubert de Blanck. Labor que es continuada, en 1913, por Arcadio Menocal, quien le sustituye en dicha función y se mantendría en el cargo hasta 1920 que regresa a La Habana.

Un momento importante en la historia de la enseñanza musical en Camagüey es la llegada del maestro catalán Félix Ráfols en 1919. Con él se incorpora un programa más complejo en la enseñanza musical que incluía – aparte de las asignaturas de piano, solfeo, canto, composición e instrumentación –, el estudio de las formas musicales, análisis e interpretación y prácticas pedagógicas.(13) Por otra parte, los resultados obtenidos con este programa, elevaron el nivel de su conservatorio al punto de ser considerado uno de los más importantes del país. Este conservatorio estaba adscripto al plan de estudio del conservatorio Hubert de Blanck.

El maestro Louis Aguirre
 junto a un grupo de sus alumnas en su conservatorio.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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En 1923, el maestro nicaragüense Louis Aguirre D’Orio asumió la dirección del Instituto de Música “Eduardo Peyrellade” en nuestro Camagüey, vacante tras el fallecimiento del maestro español Joaquín Ramonet. Este instituto estaba incorporado al Conservatorio de Música y Declamación de La Habana “Eduardo Peyrellade”. La numerosa cifra de maestros que trabajó en academias particulares incorporadas a estos dos conservatorios – que sin duda marcaron la enseñanza musical cubana –, prestigió su Camagüey natal. Un ejemplo de esto se recoge en la revista Cuba musical, de 1929, donde además de biografías de importantes músicos y pianistas, se registra toda la labor de los alumnos graduados bajo los programas Hubert de Blanck y Peyrellade. 

El maestro Félix Ráfols 
junto a un grupo de alumnos de su Conservatorio. 1932.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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La vida y obra de los maestros Félix Rafols y Louis Aguirre D’Orio es también recogida por los investigadores anteriormente mencionados: Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino. Existe además un trabajo inédito de la profesora Olga Rovira titulado Síntesis de la labor pedagógica del maestro Louis Aguirre D’Orio, el cual no se encuentra disponible a los investigadores del territorio. Este informe recoge la intensa labor que llevó a cabo a partir de su nombramiento como director del conservatorio Peyrellade.

En 1936, al serle otorgada la validez académica, por el Ministro de Educación, Aguirre funda el Conservatorio de Música de Camagüey. Su trabajo en el campo de la enseñanza se enfatiza con la creación de becas para niños pobres y un programa que incluía el estudio de la música desde edades tempranas. También ofreció veladas y clases abiertas con el fin de profundizar en el conocimiento de historia de la música, que incluyó el estudio del dodecafonismo.(14) De esta manera, creó las bases para que años después, con el triunfo de la revolución y la creación de las primeras escuelas de arte, la fuerza de maestros formados bajo su dirección contribuyera a su consolidación con los conocimientos y perspectivas pedagógicas legadas por él.


Título de piano otorgado
 por el Conservatorio de Música “Ráfols”
 a Graciela Pardo, 1962.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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  1. Pablo Hernández Balaguer: “Panorama de la música colonial cubana”, en: El más antiguo documento de la música cubana y otros ensayos. p. 13.
  2. Amparo Fernández y Galera: Cultura y costumbres en Puerto Príncipe. Siglo XVI y XVII. p. 108. 
  3. Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino: Historia de la pedagogía musical en Camagüey: un rescate necesario. p. 2.
  4. Alejo Carpentier: La música en Cuba. p. 71.
  5. Juan Enrique Valle: Música y músicos espirituanos del siglo XIX. p. 123 
  6. Abelardo Estrada: “Estudio de un libro, su autor y la órbita de ambos”, en: Las artes en Santiago de Cuba. Edición crítica. p. 47.
  7. Cfr: Laureano Fuentes Matons: Las artes en Santiago de Cuba. p. 128.
  8. Dolores Espadero fue la madre del importante pianista Nicolás Espadero, que años después se destacaría por su labor pedagógica y compositiva.
  9. El pianino es una especie de piano vertical llamado también “piccolo piano”, “cottage piano”, que en la segunda mitad del siglo XIX desplazó al piano cuadrado. Cfr: Percy A. Acholes: Diccionario Oxford de la música. p. 961.
  10. Cfr. Verónica Fernández: “Diccionario de la música camagüeyana. Siglo XIX”. p. 32- 35.
  11. Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana María Pérez Pino: op. cit. p. 13.
  12. Francisco Calcagno: Diccionario Biográfico cubano. p. 69.
  13. Cfr: Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino: op. cit. p. 18.
  14. Cfr: Louis Aguirre: “La enseñanza musical en Camagüey: Historia y actualidad”. En: Antenas. p.57 





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Yalim Yohana Toledo Cabarcos. Máster en Cultura Latinoamericana. Licenciada en Sonido. Profesora Asistente de la Universidad de las Artes. Pianista del Trío Lírico Dalmau. Ha participado en eventos internacionales como el Coloquio internacional Humor, ironía, parodia y otras tretas de las mujeres para re/des/construir la historia y la cultura latinoamericanas y caribeñas. (Casa de las Américas, La Habana, 2020) y VI Congreso Internacional: Música, identidad y cultura en el Caribe (Instituto de Estudios Caribeños, el Centro Cultural Eduardo León Giménez y el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, 2015). Ha publicado Lucía y la escritora. (Editorial Ácana, 2015).

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