Llega de improviso a un salón, la novia con un compañero de clases, no leyendo, sino en sus brazos.
Suspiró, con ternura le acarició la frente a su amada, a la vez que le decía cariñosamente "Cabecita loca, cuando vas a madurar".
"Esto le sucedió a una amiga", me contó una muchacha, que en esos tiempos salíamos juntos, mientras compartíamos un trago...
Ella estudiaba en el Pedagógico de Camagüey, yo en Santiago de Cuba. (JEM)