Oid lo que unos ancianos
en Cuba me refirieron;
si ellos acaso mintieron,
yo aquí me lavo las manos.
"Un bosque recién cortado
jinete apuesto cruzaba,
y los troncos evitaba
con gran destreza y cuidado.
No era empresa muy sencilla
salir del paso triunfante,
que no hay tierra más pujante
que la tierra de esta Antiila.
Y era tal el laberinto
de troncos en la llanura,
que retaban la cordura,
la paciencia y el instinto.
Como diestro navegante
que, pasado un tiempo duro,
entra en el puerto seguro
con la mirada radiante;
el jinete con aplomo
iba el bosque a traspasar
cuando en los troncos fué a dar
sin saber por qué ni cómo.
Algo después pudo ver,
entre avergonzado y fiero,
que un bejuquillo rastrero
fué lo que lo hizo caer".
Terminada la conseja,
de mis viejos el más viejo,
me dio este sabio consejo
a guisa de moraleja:
"Tu conciencia apartarás
de las pequeñas caídas:
sí de lo poco te olvidas,
a lo mucho llegarás".
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