1
Estoy de pie,
En medio del jeroglífico
Que hago para vivir.
De pie,
Y no tengo un pensamiento donde buscar,
No queda ni un ápice del que fui:
Todo mi yo
Se lo tragó mi ayer,
Y lo que a mi vendrá
Son estos pasos que doy sin rumbo aparente,
Estas calles con semblante de resquicio,
Estas casas enlazadas como cuerpos,
Estos ojos hinchados de llorar,
Y tú, Dios mío,
Al que todavía con esperanza nombro:
¡Libérame del Amor!
2
Cerré los ojos:
La realidad tardó más de mil años
En tocar mis párpados.
Quizá, en el mismo instante en que salí
Cerraba puertas en alguna parte.
No estaba allí;
Era una impresencia,
Un simulacro en el desorden de mi cuarto.
Giraba el armario con su olor a bosque,
El espejo
Con su cara de isla bañada por las aguas,
La pared
Con sus sombras y bestias, y desconchados,
La cama
Único follaje donde abrir los brazos
Sin tener que asirme en nadie.
Era nadie,
Estaba aún en pie,
Pálido,
Irreal,
Andando.
3
Reanudo mis nupcias con el tiempo,
Camino de revés, subo a través de un minuto
Carcomido por la espera, bajo por una flor
Que anida en el deseo. Soy su desvarío.
Avanzo hacia donde el maíz ondula,
Hacia donde un ángel confunde su grito con las olas
Y sobre sí mismo emerge vertiginoso a la deriva.
Nada ocurre. Estoy en pie. Descanso en duermevela.
4
Rodeado por un vaivén casi corpóreo
Las grandes cortinas de la noche
Crispan un rumor sobre mi frente
Y me llaman sin percibir los enigmas
Que emergen desde el fondo.
¡Me desconozco!
Lato como la hoja que de mí mismo se desprende,
Agujero del alma, plenitud del viento.
Nada está en su sitio.
Mi cabeza es un astro que alguien palpó
Entre sus manos alguna vez.
Un astro y una cortina de la noche
Ya no son, se confunden a lo lejos.
5
Frente a la mañana de piedra y sol
Henchida de palabrotas y suspiros
Un nido de yerbas acomodas en mi piel
Y las raíces como un palmo de la tierra
Me recubren. Me acaloro sin consumirme,
Me refugio sin temer, busco la luz
Y tus brazos son las ramitas del árbol
Donde asirme, son de savia pura,
Tus caderas y tu vientre también lo son:
Tienen el gusto a una fruta indescifrable.
6
Estoy sentado en otro tiempo.
Mi frente roza una vereda,
Contabiliza unos tatuados insectos
Que se confunden con el jade.
El vaho de la tierra mojada
Me devora como una mujer...
Las moscas se disipan.
Inauguran una danza que termina con el rayo.
7
Por la puerta gris,
Moviéndose la hormiga insiste.
¡Con qué trabajo intuye que su carga
No es más que un recodo de carcoma
Y no la ansiada viruta de pan
Entre las tablas crepitantes!
Resignada se equivoca.
A su fondo vuelve sin saber por qué,
Allá, en la región vacía
Su armoniosa fuerza es como una maldición
Que trae, de boca en boca, las nuevas y áridas noticias.
8
Entro a mi corazón por una hendija
Que se abre en mi ojo izquierdo.
Mis pies escrutan la masa sombría
Y viscosa que fue mi ayer.
De un lado a otro
Recorren la infecta purgación
A la que sin miedo pertenezco:
Los errores, los caminos, las profecías, mi fe.
Dejo atrás la débil embarcación
Que atraca por mis nervios.
Oleadas de futuro
Borbotean
Cada vez más cerca,
La cansada y sucia sangre
Que maltrataron mis ancestros.
¡Alma mía, furiosa marea golpeada con un fémur!
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Aldo Sánchez Herrera. Poeta y narrador. Ha publicado los poemarios Intemperie (Ediciones Memoria, AHS, Buenos Aires, Argentina, 1995), con el que obtuvo el premio de la V Bienal de Literatura ese año. Velamen, 2002 y Pulso del aire, 2010. Además el libro de cuentos La fábula de Steinkowel, en el año 2017 por la misma editorial. Y Proverbios y poemas, 2019 (Editorial McPherson) que cuelga en amazon. Ha obtenido el premio Rolando Escardó y el premio de la ciudad en reiteradas ocasiones. Poemas suyos aparecen en la revista Credo y Antenas. La mayor parte de su obra se encuentra inédita.
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