El disfraz fue un elemento típico del carnaval en España que debió arribar a la ciudad de Santiago de Cuba en algún momento de la época colonial. A mediados del siglo XIX el pintor ingles Walter Goodman titula: Mascaras en Santiago, el capitulo dedicado al carnaval, de su libro Un Artista en Cuba, afirma allí: “Lo principal que tiene el carnaval de Santiago son las comparsas callejeras o conjuntos de enmascarados o mamarrachos como se les llama en el lenguaje criollo, y los bailes de mascaras”.
A comienzos del siglo veinte los bailes de disfraces eran muy populares en la ciudad según se consigna en la prensa de la época. En 1906 Ilustración Cubana señalaba que: “El día de San Joaquín, en las calles de nuestra vieja ciudad, la población pudo observar la invasión de numerosas comparsas. Mas la nota sobresaliente de las fiestas la dieron las sociedades de recreo, con sus brillantes bailes de disfraces (…) Los bailes de máscaras de las demás sociedades transcurrieron muy animadamente”.
Una crónica de periódico La Independencia de julio de 1911 dice que: “Durante la mañana y el mediodía se movieron algunas máscaras por las calles (…) Los parques de la ciudad, sobre todo, el Parque Céspedes, estaban llenos de enmascarados (…) circulaban coches engalanados, tripulados por jóvenes de los dos sexos, vestidos de atractivos disfraces…”.
El carnaval del año 1912 estuvo bajo la sombra fatídica de la llamada Guerrita de los Negros y ese año la prensa afirmó enfáticamente que: “el disfraz brilló por su ausencia”.
En las crónicas del carnaval publicadas en la prensa los años de 1916, 1917 y 1922 no hay mención al disfraz. Una relación de fiestas bailables en los salones del Club Aponte, el Casino Cubano y La Luz de Oriente, así como en residencias de familias, no hace referencia al disfraz.
En 1939 parece haber regresado el disfraz a los salones. Una extensa relación de bailes anunciados para el carnaval incluía numerosos bailes de disfraces en distintos lugares como, Los Jardines de la Cervecería Hatuey y sociedades como La Luz de Oriente y el Club Aponte, donde se dice que eran tradicionales. Al parecer las máscaras desaparecieron de las calles y parques, pero resurgieron en los salones.
En el año de 1955 el alcalde municipal prohibió expresamente el uso de caretas y disfraces durante el carnaval; en las crónicas del carnaval de 1957 no se menciona la presencia de estos elementos en comparsas o carrozas.
Las máscaras y el disfraz que según Goodman eran lo principal del carnaval santiaguero, cien años más tarde habían desaparecido de la fiesta popular más importante de la ciudad. ¿Empobreció esta ausencia la fiesta? Sin lugar a dudas, pues la máscara y el disfraz, como el alcohol, desinhiben y con ello aumentan las posibilidades de diversión. El carnaval es un momento de inversión de valores, de locura, en el cual el anonimato de la máscara y el disfraz desempeñaban un papel fundamental; estos y el ron tenían un papel protagónico en la fiesta.
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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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