Durante más de trescientos años los santiagueros siguieron las modas que venían en los barcos que de vez en cuando llegaban de España; gracias a la maravillosa imaginación de Emilio Bacardi contamos con la descripción de una mujer elegante, en los albores el siglo XVI santiaguero. Refiriéndose a la andaluza Doña Guiomar de Guzmán escribió este en su novela histórica, de la cual la misma es protagonista: “Sus carnes, por la escasez de ropas, fuese ello por el excesivo calor o por libre coquetería, se moldeaban perfectamente bajo la saya de zaraza de pintados florones y pajarracos que malamente cubrían sus correctas líneas…”
A fines del siglo XVIII, con los emigrados que arribaron por la bahía en varias oleadas procedentes de Saint Domingue, llegaron las modas de Paris; las cuales costureras y modistas pronto difundieron en el barrio francés y no tardaron en exhibirse en el café concert Tivoli, la calle Gallo y los salones de la Filarmónica.
El pintor ingles Walter Goodman, quien vivió en la ciudad a mediados del siglo XIX, ofrece una estupenda estampa sobre las modas en aquellos tiempos. En el capitulo de su libro titulado: Por la Noche en la Retreta, escribió: “El conjunto de personas que pasean, formado principalmente de señoras y señoritas ataviadas con lindos vestidos de todos los tipos de muselina. Los caballeros vestidos de dril blanco, sombrero de jipijapa y zapatos de la mejor piel española; o bien llevan levitas negras y altas bombas”.
Resulta obvio que el santiago elegante seguía básicamente las modas de Madrid y Paris, sin adaptarlas al clima local, por lo que durante el verano, debió ser un verdadero sacrificio estar a la moda. No obstante existen testimonios sobre un camisero en la ciudad que vendía chamarretas abiertas, a la criolla.
A comienzos del siglo XX, en medio del ritmo frenético que caracterizó la entrada de la isla en la órbita cultural norteamericana, se echaron a un lado los gruesos paños y los colores pálidos propios de los climas europeos en los que los cambios de estación están bien delimitados y el invierno es largo y severo; esta vez no se trataba sólo de nuevas modas, sino de un cambio esencial, la búsqueda de la armonía del vestuario con clima local; en aquel minuto de cambio, la ropa del santiaguero se tropicalizó por primera vez y para siempre.
¿Quiénes fueron los agentes del cambio? Forment los identificó de forma rotunda: …los comerciantes norteamericanos, naturalmente, maestros en el arte de simplificar la vida”.
El primer episodio de aquella transformación que reconcilió el vestido y el clima, la protagonizó un calzoncillo, cuya etiqueta en blanco y rojo decía Made for the BVD- Best retail Trade, a cual los santiagueros pronto apodaron Vibidi; cuentan que los calzoncillos fueron recibidos con verdadero arrebato por los jóvenes, ante la mirada severa de los viejos a quienes los mismos no les parecían muy masculinos…
Revista Bohemia. 1912
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Forment anotó en sus crónicas, con fecha 31 de diciembre de 1908: Por esta época se introduce una novedad en la indumentaria masculina: las camisetas y los calzoncillos cortos, o sea estos últimos a la rodilla, en sustitución de los largos, que llegaban hasta el tobillo.
En los años veinte, en la ciudad de Santiago se anunciaban una serie de establecimientos que nos permiten imaginar algunos escenarios donde se produjeron los cambios en la moda: La California, Tejidos y Confecciones; Gran Peletería SAMSO; Las Columnas Peletería-Tejidos; Vidal Hermano y Cia. Sucursales: Peletería Vidal, Peletería La Ideal, Peletería La Lucha; Wal Over (peletería) Precios Fijos; La Nueva California. Camisas y Pantalones marca TERIN; Peletería La Principal.
La falda-pantalón parece haber sido el elemento más explosivo en aquellos tiempos de cambio. El cronista Forment afirma que el 21 de abril de 1910, La actriz Pepita Carbonell acompañada de dos amigas, recorrió las calles Saco (Enramadas) y Estrada Palma y luego entraron a merendar al Café La Cubana, y que como vestía una falda-pantalón, la seguía “tal cantidad de personas unas la aplaudían y otras la criticaban, que la policía tuvo que dispersar a los curiosos.”
Con fecha 26 de marzo de 1911 Forment anotó este otro escándalo de la terrible falda-pantalón: “En el paseo de esta noche en el reparto Vista Alegre, una señorita extranjera lució por primera vez en Santiago la falda-pantalón. Fue tal el gentío que la seguía, que tuvo que abandonar el parque…”.
Dos días después el periódico El Cubano Libre, preguntaba provocativamente: ¿A ver quien es la más resuelta, la más heroica de las señoritas elegantes de Santiago, para lanzarse a la calle, antes que ninguna con la revolucionaria falda-pantalón?
Al mes siguiente en la revista Oriente Literario escribía el periodista Eduardo Jiménez este comentario: “La falda-pantalón que lucha contra la critica furibunda de los anatematizadores de todo lo nuevo (…) la falda-pantalón se mantiene tenaz, firme. Avanza muy lentamente, pero esta avanzando”.
A lo largo del siglo pasado, los santiagueros lucharon contra el calor con calzoncillos, camisetas, la falda-pantalón, las mamboletas y los bikinis; poco a poco abandonaron las modas de Madrid y Paris y asumieron las que llegaban del Norte, para terminar creando las suyas propias a partir del ingenio de modistas y costureras cubanas.
La moda no es un tema frívolo, como algunos piensan, el estudio de la misma es interesante para conocer algunos aspectos de la sociedad, pues sus movimientos en ocasiones reflejan transformaciones que como en este caso, tienen que ver con los profundos cambios políticos, económicos y de mentalidad que vivieron los santiagueros en las primeras décadas del siglo pasado.
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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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