Las personas devotas de Puerto-Príncipe venían de romería todos los años en Agosto y Setiembre al pueblecillo de la Caridad, reducido entonces à la plaza. Allí pasaban el novenario y la octava, haciendo ejercicios piadosos, dando limosnas, cumpliendo promesas y celebrando en fin el nacimiento de la Santísima Vírgen. Tal era la devoción que esta Señora inspiraba, que se hubiera reputado como un crímen entregarse al juego y a diversiones puramente mundanales en esos días, y tal el entusiasmo de los camagüeyanos por la feria de la Caridad, que no bastaron las casas de la plaza á contener el gentío, y se fabricaron otras que en breve han formado esta calle.- Había entonces tal espíritu de unión entre nosotros y tanta fé, que cada vecino al construir su casa no pensó solo en su familia, sino en las de aquellas personas a quienes debía dar hospedaje durante el novenario y la octava; por esto casi todas son espaciosas y algunas tienen dos departamentos. Formában los anchos portales, para que el vecindario pudiese venir á la caridad sin hollar el lodo ni sufrir el sol (entonces no habia carruages) y por último sembraron árboles alincados a lo largo de las aceras para hacer aquellos más hermosos y frescos, y he aquí porque conserva aun el nombre de alameda. Figuraos si sería linda esta calle, improvisada en pocos años adornada por este tiempo con arcos, banderas y flores, con sus casas enlazadas y erigidas casi bajo un propio plan aunque no por desgracia con la rectitud debida.
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Fragmento de "Una Feria de la Caridad en 183...", de J. R. de Betancourt. Tercera Edición. Barcelona 1855)
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Se ha respetado el texto como fue publicado.
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