Del espíritu al mágico conjuro,
vemos alzarse, grande y luminosa,
palpitante de vida y de entusiasmo,
la imponente figura del patriota.
Y en torno, la titánica epopeya,
con su estruendo espantoso y asordante,
con su siniestro resplandor de aceros,
con sus mares de lágrimas y sangre!
Y a través de los años la grandeza
del héroe inmaculado, nos asombra
y enciende o vivifica en nuestros pechos
del patrio amor la llama poderosa!...
No oscurece su gloria sombra alguna;
no armó su mano la ambición bastarda,
ni el odio miserable al adversario,
sino el amor sublime por la patria.
Y alta y serena la soberbia frente,
en las manos el arma formidable,
cayó, luchando con heroico brío
entre el horror inmenso del combate.
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