Foto/Rodrigo de la Luz
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Detrás del tiempo; lejanísimo, reteniendo
sobre un reloj imaginario,
danza la última bailarina
como una perdiz herida.
Un inquieto y fabuloso bufón
se convierte en teléfono
y ahora suena ocupado.
Tuerce el viento las hojas de los libros
y las escupe rotas a la luz.
Silba un perro enfundado,
luego calla
mientras la noche empieza
a descender.
A ratos da la idea
que alguien traerá una noticia,
algún pronóstico.
La negrura que invade
- a pesar del sobresalto -
es propicia para cerrar los ojos.
Un mágico conejo
regresa a su sombrero.
Poco a poco unas fieras hambrientas
renuncian a su empeño
de devorar las horas.
Alguien está voceando
del otro lado del mundo,
(como una pantomima).
El opúsculo es más breve, mas certero.
Reclinando mi hombro
sobre un muro lejano,
respiro este silencio necesario.
Del libro La luz que se prolonga. Editorial Ultramar. Miami 2012.
Un mágico conejo
regresa a su sombrero.
Poco a poco unas fieras hambrientas
renuncian a su empeño
de devorar las horas.
Alguien está voceando
del otro lado del mundo,
(como una pantomima).
El opúsculo es más breve, mas certero.
Reclinando mi hombro
sobre un muro lejano,
respiro este silencio necesario.
Del libro La luz que se prolonga. Editorial Ultramar. Miami 2012.
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