Hijo de Dios, que al venir à la tierra no hallásteis morada mas digna de vos que el castísimo seno de la Virgen Maria, hoy que se regocija la Iglesia - conmemorando su gloriosa Asuncion al trono de los cielos - mi alma arde en deseos de tomar parte en el general júbilo, asistiendo al divino banquete preparado por vuestro amor para sus hijos espirituales, y en el cual les dais por alimento el mismo cuerpo adorable formado de la sustancia de aquella Virgen purísima, cuyo triunfo solemnizamos.
Soy indigno, Señor, soy indignísimo de la inmensa honra de recibiros, pues me reconozco y confieso pecador miserable; pero teniendo presente que vinísteis, por vuestra misericordia, en busca de los pecadores, y que nos invitais á todos a la participacion de este augusto Sacramento, instituido para nuestra santificacion, me postro humildemente a vuestros piés, diciéndoos con mi alma - á imitacion de la bienaventurada Maria: -- Hé aquí la esclava del Señor, hágase en mi segun vuestra palabra.
Venid, pues, sabiduría encarnada, de quien proceden todas las virtudes: venid á purificar y a adornar, segun los designios de vuestra bondad, la humilde morada que os dignais escoger, y que solo por vos puede ser dignamente preparada. Venid á santificar mi intencion particular en esta Fiesta – la mas grande de cuantas consagra la Iglesia á la escelsa Señora á quien aclama Trono vuestro, y a la vez Refugio de Pecadores; — miéntras que – alentado mi corazon con este dulce título - invoco su poderosa asistencia para alcanzar la gracia de recibiros santamenle, celebrando su glorioso triunfo con el culto singular con que Vos quereis sea honrada, en los cielos y en la tierra, la privilegiada criatura que fué en el mundo vuestro templo vivo, y que es para siempre en la gloria reina de los ángeles y de los hombres.
Amen
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Se respetó el texto como aparece en esta edición.
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