Wednesday, September 29, 2021

¡Camagüey! (un poema de Esteban Borrero. Año 1875)


¡Oh, Camagüey hermoso
Asilo venturoso
Do entre luz y armonía
Mi cuna se meció:
Tu nombre tan querido
Vibra como un gemido
De infinita tristeza
Dentro del corazon!

Deja que en dulce llanto
Bañe el recuerdo santo
De aquella historia íntima
Que á tí mi vida unió,
¡Son tan dulces los lazos
Que en estrechos abrazos
Unen al sér que siente
Al suelo en que nació!

Deja en la altiva nave
Su perfume süave
Solo un grano de incienso
Que ante el altar humeó;
Y el alma generosa
Su esencia más preciosa
En el lugar primero
Donde feliz vivió.

Tus bosques seculares,
Tus índicos palmares
Guardan aun las rotas
De mi primer cancion;
Tus perfumadas brisas, 
El eco de mis risas
Mezclan de tus rüidos
Al plácido rumor.

Guardan impenetrables
Tus selvas venerables 
Su vírgen vestidura,
Su prístino matiz;
Y vagan quejumbrosos
En sus sombras, medrosos
Los manes del indígena 
Tu habitador feliz.

Yo escuché su lamento:
Curioso movimiento
Del bosque á la recóndita
Entraña me llevó,
Y, como en templo augusto,
Santo pavor y susto
Bajo sus sombras lóbregas
Mi sér sobrecogió.

De niño, en tu llanura
De perenne verdura,
Tranquilo discurriendo,
Llena el alma de luz,
Miré tus horizontes
Y tus erguidos montes
Al lejos confundirse
Entre tu cielo azul.

No hay un lugar siquiera
De bosque ó de pradera,
Augusto, ó apacible,
Que ignore yo de tí:
Aun resuena en mi alma
El rumor de tu palma,
Que con el viento en íntimos
Coloquios sorprendí,

Tu serena mañana
Con sus nubes de grana,
Tu tarde melancólica,
Tu arroyo gemidor,
Dieron al alma mia
Sus luces, su armonía,
A mi espíritu aliento,
a mi garganta voz.

Fuí criado á tu seno,
De rica sávia lleno;
A mí, como á tus bosques,
Tu vida alimentó.
De tu sávia la esencia
En rítmica cadencia
Por mis arterias late
Como en tu cedro en flor.

¡Oh! no con tanto anhelo
El niño ternezuelo
Al maternal regazo
Tiende, como á tí yo!
¡Cuántas veces, soñando,
Ensueño dulce y blando,
Por misteriosas sendas
Hasta tí me llevó!

¡Pátria de mis mayores!
De tu sol los fulgores
Alumbraron los dias
De mi grata niñez;
¡Oh, Camagüey amado,
Que no me niegue el hado
Calentarme á sus fuegos
En mi fria vejez!


Habana, 1875.



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Se respetó el texto como fue publicado.


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