Una vía interesante para aproximarse a una época es conocer los principales delitos que se cometían en ella, para lo cual los reportes de la policía resultan una fuente imprescindible. Según estos, uno de los delitos más frecuentes en la ciudad de Santiago de Cuba en los primeros años del siglo pasado eran los raptos.
Veamos algunas denuncias:
Ramón ha denunciado a la policía que su menor hija Rosa de 17 años, ha sido seducida por su novio Esteban; Beatriz ha dado conocimiento a la policía de que su hija de 19 años ha sido raptada por su novio Alejandro quien la condujo a Palma Soriano, para eludir la acción de la justicia; Eulogio dio conocimiento a la policía que del domicilio de Rosa ha sido raptada su hermana Caridad, por su novio.
En realidad este tipo de delito nunca se refería a menores de edad, sino a adolescentes que más que raptadas parecían haber huido con sus novios, por lo que en los informes del Juzgado Correccional no suelen aparecer multas o sanciones a los novios y el asunto quedaba generalmente como una suerte de ofensa familiar.
Es muy posible que a principios del siglo XX, las fuerzas de la Policía Municipal y la Guardia Rural se nutrieran fundamentalmente de antiguos mambises, lo cual debió contribuir a conformar una imagen más o menos respetable de estos cuerpos represivos; en diciembre de 1902, por ejemplo, fue nombrado Jefe Superior de la Guardia Rural el glorioso general Saturnino Lora.
En ocasiones el comportamiento de la policía municipal en la ciudad de Santiago tuvo un cierto sabor nacionalista. En el mes de abril de 1907 se produjo en la zona de tolerancia un escándalo al chocar marineros norteamericanos borrachos con la policía. Años más tarde, al reseñar en sus crónicas el incidente, Carlos Forment escribió, no sin cierto orgullo:
El balance de golpes cambiados, arrojó saldo a favor de los cubanos que “a piñazo limpio” redujeron a los yanquis a la obediencia.
En 1926 parece que continuaba la epidemia de raptos en la ciudad:
Los raptos como los robos, están a la orden del día en esta ciudad (…) Los raptos abundan también con sus naturales escándalos y detenciones. Esto son raptos de señoritas menores de edad, efectuados por sus novios.
El domingo 20 de febrero de 1927, el cronista social del periódico La Región hizo este dulce retrato de la verbena efectuada ese día en el parque Céspedes frente al Club San Carlos, patrocinada por un grupo de damas santiagueras a beneficio de Las Hermanas Siervas de Maria:
Los originales quioscos estuvieron atendidos por bellísimas señoritas. En estos se vendieron dulces, refrescos y toda clase de golosinas. Se recaudó la cantidad de 3 050. 45 pesos, que fue entregada a la comunidad religiosa Hermanas Siervas de Maria.
El reporte de la policía sobre dicha verbena ofrece una versión muy distinta de la misma:
hurtos, faltas de respeto, escándalos, borracheras, etc. En fin una verbena abundante en incidentes, en la que los agentes de la autoridad tuvieron que intervenir y que finalizaron en la estación de policía. El exceso de bebidas alcohólicas expedidas, las actividades de los amigos de lo ajeno y las hazañas de muchos niños góticos, se anotaron en el registro de la policía.
Se trata de dos versiones diferentes sobre el mismo acontecimiento, lo cual recuerda al historiador que debe tener cuidado al utilizar la prensa como unica fuente para reconstruir la historia.
En 1934 una oleada de delincuencia en la ciudad provocó una fuerte crítica a la policía en los periódicos locales:
… el vicio, la corrupción, el juego y el latrocinio han sembrado la zozobra y la inquietud en la vecindad (…) la vigilancia que establece el Cuerpo de Policía no es efectiva ni fructífera…
La función represiva de la policía municipal en las primeras décadas del siglo pasado parece haberse ajustado al mantenimiento del orden público; eran tiempos en que los policías se fajaban a piñazos con marines beodos; tiempos en que dos guardias rurales a caballo custodiaban la conga de Los Hoyos durante el carnaval.
Al parecer esto cambio a partir de los años treinta, quizás como resultado del agresivo papel de la policía en la represión de las manifestaciones estudiantiles; el uso del plan de machete contra los estudiantes parece haber desencadenado un sentimiento de odio hacia la policía, el cual quizás alcanzó su clímax, cuando en agosto de 1933, a la caída de Machado, una turba asalto el Vivac Municipal y ajustició a cuatro esbirros y confidentes de la policía.
Seria sin embargo a fines de la década del cincuenta, cuando los llamados “pegaditos” (una perseguidora con un policía, un marinero y un soldado) sembraron el terror en la ciudad, reprimiendo a los jóvenes que combatían a la dictadura; cuando surgió el miedo que magistralmente describiera José Soler Puig en su novela Bertillon 166, que se perfilara definitivamente el rostro siniestro de la policía en Santiago de Cuba.
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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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