Obra de José Grave de Peralta
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I
Con olas por estandarte
llegaste a la patria mía,
para fundar aquel día
un lugar donde quedarte.
Pudo el pueblo así alabarte
con su fe sencilla y pura,
remontándose a la altura
del Amor que en ti nos salva,
desde el ocaso hasta el alba,
desde el llano hasta a la altura
Presides nuestro destino
como Madre singular,
que a sus hijos sabe dar
consuelo para el camino.
Por ti se hace peregrino
el que busca la Verdad,
y confiado en tu bondad
el que sufre y el llora,
te ofrecen su amarga hora,
y en ti fundan su heredad
Madre del pueblo cubano
danos hoy tu bendición
y acepta en tu corazón
a quien te tiende su mano.
Dale consuelo al hermano
que en ti pone su confianza,
sé mar de dulce bonanza
para el que busca tu amparo,
y en la borrasca sé el faro
que alumbre nuestra esperanza.
II
Madre nuestra, madre amada
velando siempre incesante
con afán reconfortante
en la noche desvelada.
Como esa luz realzada
por un místico clamor,
fundas razones de amor
en tus hijos bien amados.
dispersos, pero aferrados
a tu manto protector.
Siempre la madre sufrida
que a su prole ve partir,
alcanza apenas a ungir
con su lágrimas la herida.
De tan nefasta estampida
en pos de un sueño mejor,
le queda sólo el temblor
del adiós enardecido,
y el corazón compungido
Ante tanto desamor.
Pero es la Madre constante
en sus afectos primeros,
y por todos los senderos
esparce su luz radiante.
Con gozo siempre exultante
troca el pesar en sonrisas,
serena la torpe prisa
del corazón desvariado,
y le da al atribulado
su Amor cual marca indivisa
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