Thursday, October 28, 2021

Santiago de Cuba, vendedores ambulantes y pregones (por Rafael Duharte Jiménez)



La venta ambulante y los pregones parecen un fenómeno muy antiguo en la ciudad de Santiago de Cuba, aunque de una época a otra varían las mercancías que se ofertan y las letras de los pregones.


El pintor ingles Walter Goodman, a mediados del siglo XIX, ofrece un fantástico inventario de aquellos personajes del paisaje urbano santiaguero. En su libro Un Artista en Cuba escribió:
La negra lechera que lleva sobre la cabeza una botija de leche, el almidonero, un chino que lleva sobre la cabeza un tablero con pequeña masas de almidón; el indio panadero con su cesta de pan; la carretillera con su doble grito de ¡las cositas¡ ¡la cascarilla!; la dulcera que pregona ¡dulce de Guayaba! ¡dulce de almíbar! que trae en una bandeja; el malojero que va montado sobre una mula con maloja empacada en fardos que cubren el animal; la mulata aguadora que trae de la fuente publica pequeños barriles y jarras con agua…
El pintor afirma que estas últimas, a las que llama nuestras ninfas de los pozos, son sus preferidas como modelos para sus cuadros.

Este espacio laboral estaba casi monopolizado por mujeres, algunas esclavas de las haciendas vecinas enviadas por sus dueños a vender en la ciudad, otras negras o mulatas libres; en general gente muy humilde, por lo que este oficio debió ser considerado en la época como muy bajo y desestimado por los blancos.


Con el arribo del siglo XX y la modernidad no desaparecieron los vendedores callejeros, obviamente ya no había esclavas y se esfumaron la cascarilla, el almidón y otros productos, pero continuó la venta de dulces y frutas.

En su edición del 11 de junio de 1936, el Diario de Cuba publicó un interesante artículo titulado “Matices de Santiago” de la autoría del Dr. Ludovico Soto, el cual ofrece esta magnifica estampa de los llamados golosineros:
Los dulceros de Santiago de Cuba viven de los niños de los colegios, de las mujeres de las fabricas y de los enamorados de los parques. Reparten a todo grito por las calles su mercancía de confites de chocolate, de coco-piña, de galletitas de Colome, de Tuttis helados, de maní tostado o garrapiñado, con una placidez encantadora en sus pregones típicos, que rompen con la monotonía del ambiente y ponen una nota alegre en las tardes urbanas…
Aunque en la pintura del siglo XIX se haya reflejado a la aguadora, el malojero y otros personajes tomados de las calles; a pesar de que en el siglo veinte algunos pregones hayan inspirado a compositores notables y hoy escuchamos con agrado Frutas del Caney de Félix B. Caiñeg o El Manisero de Moisés Simons; en términos de economía el pregón callejero era sinónimo de pobreza.

Hoy en día los vendedores ambulantes y sus pregones resultan pintorescos para los turistas, los cuales a veces los fotografían y hasta se toman un selfis con ellos, pero en realidad los mismos constituyen un testimonio de precariedad económica quizás ahora menos que en el pasado, del cual no debemos enorgullecernos, sobre todo en tiempos en que se generalizan en el mundo las compras por Internet.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

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