Procesión año 2013
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El Santo Sepulcro de Camagüey, su leyenda y su historia. Revelaciones y detalles en un ensayo de Abel Marrero Companioni de 1955(1).
por Carlos A. Peón-Casas
Revisitamos hoy con gusto renovado este tema de tanta prosapia histórica para los camagüeyanos.
Hablar del Santo Sepulcro en nuestro ancestral Camagüey siempre trae los inevitables añadidos de la historia de esa joya de piadoso signo en el imaginario católico de la otrora ciudad de Puerto Príncipe, pero igualmente el sabor imperecedero de la leyenda que se le asocia, y del que tanta tinta ha corrido ya.
Nuestra cercanía prioriza esta vez la fuente que nos sirve de respaldo para esta recreación, en la voz de Abel Marrero Companioni, uno de los cronistas e historiadores de más prosapia en el devenir de nuestras esencias más raigales, y este texto ciertamente inédito entre nosotros, revelador de facetas poco o nada aludidas sobre el Santo Sepulcro, esa pieza singular de la orfebrería piadosa en el siglo XVIII, y con fama, muy bien ganada, más allá de nuestras playas.
Entresacamos para el curioso y apasionado lector de estas nuestras mejores esencias, algunos de estos pormenores del abundoso ensayo, en lo relativo quizás a los hechos fácticos que muestran el entramado y los actores alrededor de esta historia. Así empieza el autor su relato:
Corría el año de 1748. En la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, tenía su hogar un patricio principeño (nombrado Manuel de Agüero Varona, acaudalado de la época, feliz propietario de varias fincas ganaderas, de varios trapiches o ingenios para la fabricación de mascabado (que así se nombra nuestra primitiva azúcar) así como numerosos esclavos para realizar estos trabajos agrícolas.La casa solariega de este matrimonio, cuya esposa se nombraba Catalina de Bringas, estaba situada en la calle Mayor, hoy Cisneros al comienzo de la misma, casa que actualmente ocupa y es propietaria la Asociación de Detallistas de Camagüey, sita al lado de las Oficinas de Correos y Telégrafos; las cuadras o caballerizas de la misma tenían su salida por la calle de Candelaria hoy Independencia.
De esa añeja casona que muy pocos han podido dar referencias, al paso de los tiempos memoriosos, como el hogar de la familia Agüero-Bringas, saldrían los protagonistas de los trágicos sucesos que envolverían de luto a los atribulados Manuel y Catalina, su único hijo y su hermano de crianza, cuando el segundo ultimara al primero en un trágico duelo por el amor de una dama. Suceso que llevaría a don Manuel a profesar en el cercano convento mercedario a la temprana muerte de su esposa.
El cronista Marrero nos relata con profusión de detalles este minuto en su excelente rememoración que hoy entresacamos para mejor lustre de nuestra cercanía:
Don Manuel (…) sin prisa comenzó a liquidar todas sus propiedades, vendía fincas ganaderas, trapiches, esclavos y cuanto poseía; lentamente vendía y vendía, llenando sacos o bolsas de lona, cuando el pago era recibido en oro, es decir en onzas medias onzas y doblones, cuando el efectivo era realizado en plata, lo depositaba en grandes sacos de yute, en los que se recibía de la Península cantidades de arroz de Valencia. Es de advertir que por especial acuerdo, entre la Metrópoli y el Gobierno Mejicano eran de libre circulación las monedas de a un peso de plata Mejicana. Cuando todo estuvo vendido, Don Manuel solicitó ingreso como Hermano Mercedario, en el próximo Convento de las Mercedes, vistiendo un modesto sayal de la pobreza, y adaptando su antes fastuosa vida a las prácticas sencillas pero severas de la Congregación, realizando los menesteres de sus cargos más humildes, tratando de conseguir por este medio de la oración y las penitencias, resignación cristiana a su dolor. Cuando hubo transcurrido el tiempo exigido por las reglas de Orden y teniendo también en cuenta, su demostrada devoción, sus cuantiosas limosnas, así como sus anteriores prestigios y educación, se le admitió de manera oficial como integrante de la Orden Mercedaria, tomando el nombre de Fray Manuel de la Virgen, en honor de la Virgen de Las Mercedes, de la que siempre había sido devoto, vistiendo el blanco hábito de la misma. Nosotros en nuestra lejana infancia tuvimos oportunidad de conocer y recordamos al último Mercedario, de dicho Convento, llamado Fray Felipe de la Cerda, un venerable anciano que impedido de caminar, acudía cada domingo a la Iglesia y ocupaba un sillón en el presbiterio(2).
El minuto primordial sobre la fabricación de la joya tan afamada que nos ocupa, orgullo del Camagüey mas raigal, la relata el cronista con tanta profusión que este escribidor reconoce no haberla escuchado antes con tan pormenorizados detalles:
Siguiendo el plan que se había trazado, Fray Manuel solicitó la presencia de un reputado artífice platero Mejicano, nombrado Juan Benítez Alfonso, al que expuso sus deseos de construir un enorme sepulcro, todo de plata, poniendo a su disposición todos aquellos sacos que contenían los discos de plata mejicana, los que según algunos historiadores ascendían a más de 25,000 pesos, para de esta manera perpetuar por una eternidad la memoria de su hijo asesinado por su hermano. El artista mejicano comenzó fundiendo aquellos discos en lingotes que luego laminaba en un primitivo aparato, que consistía en dos cilindros, que se movían por dos ruedas manejadas por 4 esclavos, así laminados los lingotes, eran martillados a mano para ir formando las placas que forraban la gran armazón de caoba, que previamente se había construido, corroborando nuestra afirmación de que fue forjado a mano, aún pueden apreciarse a simple vista los martillazos en toda la obra; solo las doscientas campanitas que adornan su parte superior fueron fundidas. En su base está adornado de un fuerte friso, en la misma se lee la siguiente inscripción: SIENDO COMENDADOR EL R.P. JUAN IGNACIO COLON A DEVOCION DEL R.P. MANUEL DE LA VIRGEN AGUERO S.V. ARTIFICE Dn. JUAN BENITEZ ALFONSO. AÑO DE 1762(3).
Los años pasaron y el recordado Fray Manuel también dejó de existir allá por 1794, a su deceso, nos sigue puntualizando la crónica:
(…) algunos descendientes(4) del mismo establecieron una reclamación judicial a su herencia, cuyo litigio según nuestros informes duró más de 50 años, debido a que todos esos asuntos de mayor cuantía, habían de resolverse en el Tribunal Supremo de Madrid, así como por la guerra de los diez años, lo cierto es que el Sepulcro, no se guardaba en la Iglesia de Las Mercedes, nosotros y con nosotros todos los camagüeyanos del pasado siglo lo recordamos depositado en la casa sita en la calle de S. Ramón, hoy Enrique José, esquina a la calle de Astilleros, hoy Ángel Castillo, residencia de una familia de apellido Agüero; de ese lugar era llevado cada año al Convento para realizar la procesión del Santo Entierro y el lunes era devuelto al citado domicilio de los Agüero.
En otra parte de su crónica Marrero ilustra al lector con los detalles del Santo Sepulcro y pormenoriza otros como el peso de la joya:
Este Sarcófago o Sepulcro, tiene un peso de más de quinientas libras, mide dos metros en su base, un ancho de 80 centímetros y una altura de metro y medio, es una obra de acabada orfebrería tan difícil en aquellos lejanos días, en el centro del mismo y visible por entre los dibujos puede verse cada Viernes Santo la imagen del cuerpo yacente de Jesús Crucificado, que es llevado por las calles de Camagüey hacia la Catedral, de donde saldrá el Domingo de Resurrección. Con el transcurso de los años, fueron lentamente sustraídas la mayor parte de las campanitas de plata, devotos, turistas y coleccionadores se las fueron llevando, hace ya algunos años un grupo de damas y caballeros de esta sociedad, por medio de una suscripción entre ellos ordenaron nuevamente a México el construir cantidad igual a las sustraídas, y actualmente el Sepulcro ostenta sus doscientas campanitas de plata.
A renglón seguido, ofrece al lector de aquel ya lejano 1955, otros interesantes pormenores respecto a los recorridos que seguían las procesiones de Viernes Santo por el entramado de la ciudad, que hoy como antaño, se reitera como testimonio de devoción y fe:
Desde los primeros años de haberse construido el Sepulcro, los antiguos esclavos de Don Manuel así como otras personas de color se hicieron cargo de conducirlo cada año a través de las calles de Puerto Príncipe, en la ceremonia religiosa del Santo Entierro, es de notar que a través de este largo tiempo aún los descendientes y simpatizadores de esta ceremonia, siguen conduciendo el Sepulcro en sus hombros por las calles camagüeyanas, un grupo de 14 ó 16 fornidos hombres auxiliados de pequeñas almohadillas, realizan su conducción, y es típico esta conducción por el especial y acompasado ritmo que emplean un movimiento de balanceo, que hace tintinear las campanitas e imprime algo especial a la ceremonia. Hasta hace 15 ó 20 años, esta procesión se iniciaba a las 7 de la tarde, saliendo de la Iglesia por la calle de Soledad, hasta Avellaneda, seguido el Sepulcro por una imagen de la Virgen Dolorosa seguía la procesión por Avellaneda hasta Pobres, de allí, hasta la calle Mayor, para recogerse en la Iglesia Mayor, hoy esto ha sido modificado, ahora se inicia a las 8 de la noche (habiendo acortado el recorrido, pues en vez de seguir hasta Pobres toma por Luaces hasta La Catedral. El Domingo de Resurrección, sale el Santo Sepulcro de la Catedral y en su parte superior la imagen del resucitado, adornado de un valioso manto de púrpura y oro, de pié, para encontrarse con la Virgen María, frente a la centenaria Sociedad de Liceo, donde se verifica el saludo de Madre e Hijo, haciendo ambas figuras un ligero movimiento de inclinación, siguiendo juntos ha--sta el Convento, para repetir el siguiente año ---la misma ceremonia(5).
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Aspecto actual
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- THE LEGEND OF THE HOLY SEPULCHER OF CAMAGÜEY By ABEL MARRERO COMPANIONI. From an Essay Dated August 1955 Translated by José J. Prats March 2003 (La Leyenda del Santo Sepulcro de Camaguey. Por Abel Marrero Companioni. De un Ensayo fechado en Agosto de 1955, traducido por José J. Prats en Marzo de 2003. En: http://www.camagueycuba.org/legendhs.htm[17/12/2010 02:47:41 p.m.]
- Ibíd.
- Ibíd
- Una interesante nota aclaratoria del traductor ya citado, nos aclara sobre algunos detalles inexactos provistos por el cronista Marrero en su relación y que creemos de imprescindible mención en aras de una mejor comprensión de los hechos narrados: “Al parecer, el Dr. Marrero se equivocó con el segundo apellido de Don Manuel, ya que su nombre correcto era Manuel Agüero y Ortega. Así lo encontrarán en el ensayo escrito por Ofelia Cabrera Zaldivar titulado “Leyenda del Santo Sepulcro”. Nuestro editor recibió en 2007 una nota de un descendiente de Don Manuel que vive en Wisconsin, USA, donde nos asegura que la versión de Ofelia Cabrera es la correcta, detallando su linaje como prueba. Ya que nos proponemos corregir la crónica, debemos mencionar dos discrepancias mas: El Dr. Marrero seguramente se tomó licencia artística para alterar ciertos hechos, quizás para mejor expresar lo patético del cuento (algo que debe de permitírsele a un narrador, sobretodo al contar una leyenda), ya que nuestro corresponsal de Wisconsin indica que Don Manuel y Doña Catalina tuvieron otros hijos, entre ellos su antepasada, Josefa Agüero Bringas, y que Doña Catalina había muerto antes de que ocurriera la tragedia. En su ensayo, Ofelia Cabrera lo indica como es debido. Ibíd.
- Ibíd.
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