El teatro de Miami ha tenido un inusual despertar tras el apocalíptico silencio infligido por la trágica puesta en escena de una pandemia de incierto origen, dudoso tratamiento y desconocido final, que hubo de poner en duda la supervivencia de esta manifestación en una ciudad donde siempre cada día parece el último para el quehacer teatral. Una variedad de espectáculos han visto la luz en las últimas semanas, ofreciendo la oportunidad de disfrutar el trabajo de ese gran conglomerado humano que forma la comunidad teatral de la ciudad. El resumen anual de lo acontecido será extenso y provechoso.
Como parte de esta ebullición teatral que nos envuelve por estos tiempos, ha subido a escena un trabajo que lleva la firma de Neher Jacqueline Briceño, profesora, actriz y directora venezolana, quien en esta oportunidad nos entrega “Marguerite o las crónicas de una mujer dormida”, monólogo salido de su propia pluma, contando además con su dirección e interpretación.
Para este trabajo Briceño se ha hecho acompañar en el escenario por tres excelentes músicos, que no dudan en interactuar con la actriz en los momentos que así lo requiere la puesta, saltándose el mero rol intérpretes musicales, para convertirse en actores silenciosos, logrando una fluida comunicación entre todos en escena. Inez Barlatier, Daniela Padrón y Michael Gil son los encargados, a través de variada gama de instrumentos, desde violín, guitarra, cajón, hasta aquellos considerados étnicos, no solo para crear ambientes sino como provocadores de efectos que incidirán en el quehacer actoral. La banda sonora de esta puesta en escena se apropiará de un rol de importancia, no pudiendo ser pasada por alto en momento alguno.
Neher Jacqueline Briceño es una conocida y habitual de nuestros escenarios, no solo por sus recordadas interpretaciones sobre ellos, sino por su exigente labor como directora, así como por su gran trabajo en la formación y perfeccionamiento de jóvenes actores, que desde Conecta Miami Arts, organización que junto a Melissa Messulam dirigen, ha venido realizado a través de algunos años.
Desde su Venezuela natal ha desarrollado una labor artística que la ha llevado a formar parte de una gran variedad de agrupaciones teatrales desde su graduación en la Universidad de Carabobo, integrando el Teatro Estable de Carabobo ‘Arlequín’, el Teatro Nacional Juvenil, la Compañía Regional de Teatro de Venezuela, así como el grupo Dorso Teatro creado por ella. En Estados Unidos ha trabajado con Teatro de la Luna, en Washington D.C, Teatro Avante y Teatro Prometeo, ambos en Miami, llegando hasta nuestros días en donde integra el staf del Adriana Barraza Veritatem Theatre y de su academia.
Debido a todo este largo camino recorrido sobre las tablas, cualquier anuncio de una nueva oportunidad para apreciar algún trabajo de dicha teatrista, sea como actriz o como directora, es muy bien recibido por el público y la comunidad teatral de la ciudad, que no duda en asistir a sus presentaciones convencidos de enfrentarse a un teatro hecho con arte, pasión y entrega.
Con el presente trabajo, Briceño ha crecido con creces, pues si no había sido suficiente su trayectoria hasta el momento, con esta oportunidad queda más que demostrado su sobrado talento, su perseverancia y entrega al teatro.
La actriz parte de un texto pensado y escrito por ella, el cual crea de acuerdo a sus propias necesidades y expectativas. Texto existencial, si queremos verlo como tal, en donde el juego con las imágenes, los conceptos, las situaciones, se van sucediendo concatenadamente como un raudal de sensaciones. Las ideas van saltando convulsivamente para no definirnos si estamos en presencia de un sueño o una realidad que limita con el delirio. En el subtítulo del propio texto está la llave engañosa que nos hará flotar en esa ambivalencia que cada palabra, cada frase provoca.
La traducción de dicho texto a la acción no hace más que darle soporte al mismo. La actriz se entrega a vivir un personaje que irá jugando con la receptividad del espectador, creando un muro de alienación que acabará por hacer que quienes presencian la tragedia sientan igual sensación de angustia, de opresión, de dolor.
Jacqueline Briceño con esta actuación nos regala una más de sus acertadas clases, su experiencia, su energía, su conocimiento, las ha puesto ante nuestros ojos en esta ocasión para que no quede duda alguna de los altos quilates que la engalanan en ésta tan difícil profesión. Su desempeño corporal al igual que su voz se deshace en matices. Esa cama, de la que intenta bajarse sin lograrlo hasta el abrupto final, se convierte en todo un escenario, la actriz no necesita más espacio para moverse, para transmitir sus emociones y sentimientos que el espacio que ocupa sobre esa cama, el cual se convierte en espacio escénico y en símbolo de sus miedos, frustraciones y deseos.
Si bien el personaje, la actriz-directora-dramaturga lo construye a partir de los conflictos personales de éste, ellos van mezclandose con los de otros personajes como son Napoleón Bonaparte y Simon Freud, creando un complejo escenario en donde se le dan salida y entradas a situaciones y conceptos que aunque pudieran parecer algo disparatados, van intercalándose perfectamente con los propios conflictos que atormentan el alma y el espíritu de esta mujer que no quiere despertar a la realidad, por lo que no puede descender de esa cama que se convierte en prisión y en pesadilla.
Todo este difuso ir y venir de ideas, de argumentos, de conversaciones a una sola voz, son desarrolladas magistralmente por la actriz, quien no duda en hacer cómplice al público presente en el teatro de su enagenación y sus urgencias, convirtiéndolo irremediablemente en testigo y participe de tan onírico cuadro.
Como el trabajo en el escenario no es solo cosa del dramaturgo, del director y del actor, el resultado es también producto de un equipo de creadores que asume la mal llamada “parte técnica”, la cual es el complemento necesario para el resultado final de todo espectáculo sobre las tablas, el cual estuvo formado Pedro Balmaseda en la escenografía, Alejandro Bareto, como diseñador y operador de luces, Diana Zapata responsable del maquillaje, Alejandro Robino en la supervisión del texto dramático y Alejandro Pipke por su constante e incondicional apoyo.
No podemos finalizar sin agradecer el que se haya abierto la posibilidad de una tercera función dominical no programada ante la avalancha de público interesado, más allá de los días 15 y 16 de Octubre, abarcando el fin de semana completo, algo necesariamente obligatorio para una producción que tan solo contó con esos pocos días de presentación, lo que continua siendo tremendamente absurdo y triste ante tanto esfuerzo que se realiza para poder subir a los escenarios cualquier tipo de espectáculo teatral... pero esta ocasión no la utilizaremos para denunciar los males que aquejan al quehacer teatral de Miami, sino para celebrar el que nuestros teatristas no se den por vencidos y continúen con esta titánica y hermosa labor sobre las tablas.
Wilfredo A. Ramos
Octubre 30, 2021
Fotos cortesía de Conecta Miami Arts
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