Aunque los siglos pasen y generaciones venideras se sucedan, habrá siempre lágrimas en los ojos é ira santa en el corazón de los cubanos, al recordar la fecha -27 de Noviembre de 1871-- en que aquel grupo de niños fué asesinado por una horda salvaje, ébria—horda que no lindaba en civilización alguna- a pesar de que el ángel blanco de la inocencia batía sus alas sobre las cabezas sacrificadas.
Peregrinaciones iran a ofrendar con palmas el túmulo donde descansan sus huesos, y mientras-suba al cielo la plegaria, gloriosa flor de salvacién, quedara en el fondo de la generosa y noble alma cubana, un sedimento de rencor para el español vicioso y sanguinario que condensó la Hispania con el degradante y cobarde uniforme de voluntario.
Reposen tranquilos, allá en el marmóreo panteón, las cenizas de los mártires, que el recuerdo que vive en todos los espíritus sube al cielo convertido en lágrimas y salmos.
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