La Cuarta Conferencia de Beneficencia y Corrección en el Camagüey de 1905. En una crónica de El Fígaro(1).
por Carlos A. Peón-Casas
El suceso que hoy reseñamos lo recogen las páginas para nada incoloras de aquella excelente publicación literaria El Fígaro que diera nombradía a sucesos relevantes de nuestra historia, ya con presencia singular desde los tiempos coloniales allá por el año de 1884.
El convite en las tierras meritísimas del Camagüey de aquella concurrida convención giraba sobre los modos y maneras de atender a las siempre increpantes necesidades del prójimo, carente de sustentos y de aquellos que habiendo transgredido las normas de la sociedad y las leyes en algunos casos, se hacían igualmente recipientes de una atención social diferenciada.
Tal fue el propósito de aquella celebrada conferencia que trajo a la ciudad en el mes de Abril de aquel año, a un grupo nutrido y representativo en tan demandantes lides principalmente desde la capital, y al que igualmente se sumaron nombres de relevancia de nuestra ciudad.
Tres Sesiones Generales permitieron la presentación de conferencias varias. La primera en los Salones de la Colonia Española, y la de clausura en nuestro Teatro Principal.
En un segundo aparte, el cronista quiso darle pertinencia especial a una voz femenina que se alzó para hacer valer los innegables y hasta ese minuto siempre postergados meritos de su sexo: la Dra. María Luisa Dolz y su aplaudida intervención: La redención de la mujer por la educación.
Un joven médico camagüeyano hizo igualmente sus aportes según apuntaba el cronista:
El doctor Omelio Freyre quien leyó una conferencia sobre El niño y el hogar, ideas modernas, elocuencia, brillantez de estilo y rara originalidad fueron las salientes cualidades de ese trabajo que pone a su autor en un muy alto concepto intelectual(2).
El cierre de los trabajos tuvo igualmente meritorias intervenciones, el cronista así las relata:
La sesión de clausura fue una verdadera solemnidad. Nos fue dado oír en ella la palabra fácil y elegante del Sr. Ángel C. Betancourt en un bellísimo discurso que fue aplaudido extraordinariamente, lo mismo que el trabajo inédito del Lugareño, leído por su hijo, el doctor Alonso Betancourt. El distinguido doctor Luis Adam Galagarreta leyó un trabajo notable en que hizo la historia de los establecimientos benéficos del Camagüey; y por último llegamos a la vibrante oración que escuchó con deleite todo el pueblo del Camagüey allí congregado del ilustrado joven catedrático de la Universidad doctor Fernando Sánchez de Fuentes(3)
Pero no todo fueron los sucesos de nombradía académica. Igualmente en las noches, la ciudad abría sus espacios más raigales para el agasajo de los invitados, que se alojaban con todo boato en nuestro entonces muy celebrado Hotel Camagüey en los antiguos predios del Cuartel de Caballería.
Dos animados bailes tuvieron lugar. El primero organizado por el Liceo; el segundo, en la Colonia Española. El cronista se llenaba de elogios para aquella animosa y aristocrática sociedad del Camagüey de entonces que con tanto fervor agasajó a sus invitados:
(…) cómo describir aquellos saraos en que resplandecían la belleza y la hermosura legendaria de la espiritual e incomparable mujer camagüeyana. Fueron dos los bailes: uno en los elegantes salones del Liceo, refinada sociedad a la que prestan su concurso las familias más distinguidas de Camagüey; y otro, en los espaciosos salones de la Colonia Española. En ambos la animación fue extraordinaria y fuimos obsequiados con esplendidez camagüeyana, que es como si dijéramos, con el corazón(4).
Pero aún esperaba a los invitados una sorpresa de excelencias aún no imaginadas, por parte de sus anfitriones. Sería un acto de culminante derroche de los mejores saberes del arte, que los camagüeyanos sabían igualmente dispensar a manos llenas. Una gran velada artística era el colofón que el cronista ilustraba en sus páginas:
En la Sociedad Popular se efectuó una gran velada con un interesante concierto y representación de la zarzuela Niña Pancha(5). Allí admiramos una verdadera artista, la bellísima Dolores Herrero Morató, cantante de voz angelical: a sus discípulas, un coro de serafines, que cantaron el Bar razzi lucenti de la ópera Favorita. Ese encantador grupo lo componían las señoritas Matilde Peix, Victoria y Mercedes Castelló, Esther Simó, Adolfina Rodríguez, Micaela Bello, Irmina Agüero, Eugenia Fernández, Clemencia Tejero, Florinda la Herrán, M. Adela Rodríguez, Dolores y María Teresa Guerra, Rosario y Catalina Otero, Concepción Nogueras, Ángela Cosió, Mina Márquez, Nonita Vilaseca, Isabel carolina Moya, Asunción Martín, Asunción Masvidal, Catalina Recio y señoritas Legañoa(6).
Para entonces, y ya en las postrimerías de la vuelta a la capital, el cronista agradecería las gentilidades recibidas en las personas de sus más afectos anfitriones:
En primer término al distinguido Representante y notabilísimo orador, Dr. Enrique Hortsman y su culta familia, a los señores Fernández y Morell, el ex Gobernador de Puerto Príncipe, señor Rafael Vassallo, y del joven ingeniero Sr. Benavides.(…) Un recuerdo igualmente singular para la señora Eva Adam de Rodríguez; para la viuda y los hijos de Ignacio Agramonte, amigos nuestros muy cariñosos, y para el señor Aramburu, padre de nuestro querido y muy admirado compañero el ilustre escritor ausente, al doctor Omelio Ferrer, al senador Manuel R. Silva…(7)"
Para el cierre, y ya casi con el pie en el estribo del tren nocturno que los devolvía a la capital el cronista cerraría su relato con una frase de elogioso acento:
Nada pasa tan rápido como la dicha. Los días inolvidables que pasamos en Camagüey volaron veloces…
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- El Fígaro. Periódico Literario y Artístico. La Habana. 30 de Abril de 1905.
- Ibíd.
- Ibíd.
- Ibíd.
- La interpretación del personaje a cargo de la señorita Matilde Peix
- El Fígaro, Óp. Cit.
- Ibíd.
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