La República en Armas que se había edificado en la manigua con sangre, sudor y lágrimas, renació casi milagrosamente el 20 de mayo de 1902, a la sombra de la Constitución de 1901 y la Enmienda Plat; pero naufragó apenas cuatro años después, por la absurda intransigencia de palmistas y miguelistas, quienes cegados por los dioses, pelearon entre sí por el poder y terminaron obligando a los norteamericanos a regresar.
¿Fue aquella una prueba de nuestra incapacidad para auto-gobernarnos, de la que hablaban los españoles? ¿La segunda intervención nos puso al borde de la anexión? Ha transcurrido más de un siglo de aquel bochornoso episodio y aún no tenemos una respuesta definitiva a esas dolorosas interrogantes.
La muerte de la república en el verano de 1906 no se reflejó, como era de esperar, de forma sustancial en la prensa santiaguera de la época; por suerte, Carlos Forment, documentó en sus crónicas este ignominioso proceso autodestructivo, protagonizado por los héroes de la lucha contra el colonialismo español.
El 16 de agosto, anota Forment en las referidas crónicas:
“A pesar del mutismo oficial y las precauciones que se adoptan, hace uno cuantos días que hay cierta alarma pública ante los rumores de levantamiento en determinadas zonas de la república”. Y luego añade que Juan Gualberto Gómez se encuentra aquí en Santiago desde hace días celebrando entrevistas con opositores al gobierno.
Unos días después fueron detenidos en una casa de la carretera de El Caney, el General Demetrio Castillo Duany y Juan Gualberto Gómez, los cuales fueron enviados para la Habana conducidos por una pareja de la Guardia Rural.
El senador Emilio Bacardi que había seguido con gran preocupación la crisis política creada por el alzamiento liberal, la renuncia del presidente y la posible intervención norteamericana, le dirigió un dramático mensaje a los orientales que comenzaba así:
Jamás la suerte de la patria corrió más deshecho vendaval. La Rota del zanjon y el desastre de Punta Brava no quebrantaron tanto nuestra fe, no pusieron en tanto peligro la existencia de la nacionalidad cubana, como la actual perturbación…
Bacardí terminaba invitando a los orientales a mantener la paz.
En septiembre, los tabaqueros santiagueros, en un gesto de patriotismo, suspendieron una huelga y regresaron a sus talleres preocupados por la guerra civil que se había desencadenado.
Días después circularon rumores en la ciudad sobre la presencia de alzados en la provincia de Oriente, se informó de algunos detenidos y la muerte del joven Carlos Duboy, secretario del Gobernador, en una finca próxima a La Maya.
En Santiago de Cuba donde el patriotismo era entonces muy fuerte, la guerra civil provocó confusión y sentimientos encontrados.
El primero de octubre circuló la noticia del desembarco de marinos norteamericanos en la Habana y la consumación de lo que se conocerá en la historia de Cuba como La Segunda Intervención ¡la nación se había ido a bolina!
El 10 de octubre Forment escribió en sus Crónicas este amargo comentario que refleja el estado de ánimo de los santiagueros:
La fiesta patriótica de hoy ha pasado inadvertida, rodeada de hondo silencio”. Y añade que en uno de los balcones del Club San Carlos frente al parque Céspedes, se desplegó una gran bandera cubana con este letrero: “Flotaré siempre sobre Cuba libre.
Estrada Palma, quien al ocupar la presidencia, había dicho a algunos allegados que pensaba hacer de Cuba la Suiza de América, descubrió espantado, que Cuba no podía ser Suiza, entre mil razones, porque aquí no había suizos y la isla estaba lejos de Dios y muy cerca de los Estados Unidos…
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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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