La publicación no deja dudas de la existencia prócer de la nuestra región agramontina. El texto firmado entonces por Adolfo G. Merino, recorre con profusión anecdótica los más célebres minutos de la historia del Camagüey.
No faltan noticias sugerentísimas sobre nuestro Bayardo, el Agramonte de inolvidable prestezas guerreras, que no por escuchadas mil veces, nos siguen conmoviendo: el Salado, Jacinto; o el trágico minuto de su muerte en Jimaguayú.
Otros minutos de la inmortal epopeya del 68 son igualmente recordados. Igualmente hay alusiones a la brillantez de nuestra Avellaneda.
Pero entre muchos, le merece destaque al cronista uno de singular valía:
Un hecho natural conmovió a la sociedad camagúeyana el siete de marzo de 1889. Este día falleció en el hospital de San Juan de Dios desde donde tanto bien prodigara, el Padre Jose Olallo Valdés...
En otro, se alude al acto de piedad cristiana y arrojo patriótico inolvidables cuando ante su convento-hospital fue impíamente arrojado el cadáver de Ignacio Agramonte:
El cadáver fue expuesto a la curiosidad pública y como intimidación a los mambises... Allí, con aguardiente, el Padre Olallo lavó cuidadosamente la cara del Bayardo...
La continuidad del texto recuerda otros pormenores ya referentes a otras coordenadas como acasi lo fuera el celebrado San Juan de 1858:
El San Juan que se celebró ese año dicen las crónicas de la época, fue el más brillante de cuantos disfrutó la villa del Tínima. Varios jovenes pudientes alquilaron una casa y allí fundaron una sociedad a la que le dieron el nombre de El Expreso, a causa de haber alquilado los jovenes para correr el San Juan, el carro de ferrocarril de conducir los paquetes.
Las flores y los confetis, cuenta la crónica bañaban a las hermosas camagúeyanas que con sus ricos trajes paseaban coquetamente en lujosas volanta y quitrines.
De aquel San Juan nos recuerda el cronista otro suceso y acaso esa hermosa costumbre de elegir para cada convite una Reina de la belleza y hasta su corte.
De entre aquella sociedad aristocrática la flor más bella y hermosa era la señorita Catuca Agramonte. A oidos de los jovenes de El Expreso llegó la acongojadora noticia de que Catuca habia sido arrollada por un coche. Presurosos corrieron los jovenes al lugar del accidente. Una vez allí, comprobaron que las heridas no eran de gravedad, nombraron una comisión que se entrevistó con su padre Don Jacinto Agramonte y rogó y consiguió que la linda Catuca concurriera al baile. El entusiasmo fue indescriptible y dio una brillantez y una alegría tal al San Juan que jamás Camagúey vio uno parecido.
La narración de tantos sucesos de histórico signo, en alusiones pasadas, tiene empero el valor inestimable de las alusiones al momento presente de aquel año 1949; y lo hace con una bateria de fotos envidiables a cargo del fotógrafo Fernando Lezcano.
Ese material, junto a sus esclarecedoras notas a pie de foto, valen en si mismas por otras miles de palabras.
Particularizo algunas que creo dan idea del aire de particular bonanza material y buen vivir de la urbe camagüeyana de entonces.
Como la que retrata la otrora estación de ferrocarril de la ciudad que se nos aclara que:
goza justa fama de ser la más atareada de Cuba... el estacionamiento de automóviles brinda al lector una idea del movimiento de ese nudo de la comunicación ferroviaria de Cuba.
Los mercados son el vientre de las ciudades, Camagüey puede enorgullecerse de tener los mercados más modernos de Cuba... pese a su poca capacidad son los más limpios del país.
O la que ilustra la que fuera benemérita obra benéfica, el Colegio de Artes y Oficios tal y como lucía entonces con un pedestal al frente de la egregia Dolores Betancourt, alma proveedora de tantos beneficios a la ciudad, y una nota bajo la foto que apunta:
Casi todas las obras de valía de Camagüey se deben a iniciativas privadas. Desde el Padre Valencia hasta Lola Betancourt que donó entre otros muchos dineros, 300.000 y los terrenos para la construcción de la admirable Escuela de Artes y Oficios de Camagüey dirigida y administrada por los padres salesianos.
Del resto, el lector sacará sus propias conclusiones.
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*Pasado, Presente y Futuro de Camagúey, de Adolfo G. Merino. Fotos de Fernando Lezcano. Bohemia. Abril 3, 1949.
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