Los pueblos de la Antigüedad daban mucha importancia al conocimiento del futuro; cuenta Aristóteles que Tales de Mileto había previsto un eclipse de sol el 28 de mayo del 585 a.n.e., así como una formidable cosecha de aceitunas, lo cual constituyó, dicen algunos, el primer pronóstico económico del que se tengan noticias.
En la época contemporánea el único pronóstico con el que estamos familiarizados es con el de los metereólogos sobre el estado del tiempo. En realidad son muy raros los pronósticos como categoría superior de la predicción en las ciencias sociales. Desde hace unos años se repite por ejemplo que ningún político, servicio de inteligencia o científico social, previó el desplome de la Unión Soviética y el Campo socialista, un acontecimiento trascendental que parece sorprendió a todos.
Un pronóstico es una aventura intelectual que al incorporar elementos históricos, estadísticos y de otras disciplinas, puede diseñar con un margen de error, escenarios de futuro a corto, mediano y largo plazo.
Pienso que en el caso nuestro, una suerte de Letra del Año de carácter científico, podría ser un instrumento importante a nivel individual y colectivo.
Alguno que no conozca la cultura santiaguera pudiera pensar que desde el siglo XVII el Santuario de El Cobre, podría haber funcionado como el Oráculo de Delfos para los griegos de la antigüedad; pero no, sabemos que la virgen hace milagros, no pronósticos ni augurios.
Probablemente fue a partir de la década del treinta del siglo pasado, con la llegada a Santiago de algunos cultos sincréticos del occidente de la isla, que la adivinación quedó en manos de los sacerdotes de las religiones populares.
En algún momento que nadie ha precisado también se extendió la creencia popular de que en la Fiesta de la Bandera, si la bandera flota al izarla a las 12 de la noche del 31 de diciembre, el año que comienza será bueno… Este en los últimos años es ya casi un pronóstico oficial y cuando flota la bandera, hasta la prensa lo refleja con entusiasmo y optimismo.
En Santiago de Cuba el tema del futuro hoy definitivamente se encuentra dentro del mundo mágico-religioso, mientras la Universidad de Oriente no ha pensado aun en el mismo.
Es muy importante sin embargo saber no sólo si lloverá o habrá una temporada ciclónica activa, sino también como se comportaran algunas cosechas, si hay malestar en la cultura o si estamos al borde del abismo, pero ya cerca de una confortable meseta.
Quizás debía introducirse la asignatura de futurología en la carrera de Historia, Sociología o Filosofía, al menos crearse un cátedra para el estudio del futuro en la que se entrenen científicos que se atrevan a hacer pronósticos con suficiente rigor científico para prepararnos para predecibles escenarios sociales.
Este es un asunto tan importante y urgente que no debe continuar siendo terreno exclusivo de la lectura de cocos y caracoles o de la Letra de los babalaos. El valor que le debemos dar a la historia en una ciudad llena de historia como Santiago de Cuba es tremendo, pues como dijo Confucio Si quieres conocer el futuro estudia la historia. ¡De lo que se trata es de pensar el pasado para conocer el futuro!
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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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