Wednesday, April 27, 2022

Los jesuitas y su aporte a la educación en Puerto Príncipe. (por Carlos A. Peón Casas)


Los hechos concernientes a las bondades educativas que la Compañía de Jesús propaló en el Príncipe pueden datarse entre los años 1734 y 1742; el período en que la levantisca villa, pasara a ser parte del gobierno habanero.

Para nadie era un secreto que los puertoprincipeños no comulgaban con los preceptos gubernativos de Santiago de Cuba, quien regía los destinos locales, incluso el hecho no era ajeno al mismísimo Gobernador Güemes, quien en una comunicación al Rey en 1743, le atestiguaba su beneplácito porque el villorio estuviera bajo jurisdicción habanensis:
La juventud [de Puerto Príncipe] con la frecuente comunicación y viajes a esta ciudad, ha venido a escuelas donde aprende racionalidad y política y va ilustrando a la patria en lo eclesiástico y secular, con hombres de letras, de razón y de peso que se inclinan a otros medros que los de la barbaridad en que vivían, de que nos les puede sacar Cuba (Santiago), igualmente inculta.(1)
La presencia jesuítica en Puerto Príncipe, de la que se ha hecho ya pormenorizado relato en otras entregas, se puede resumir empero con algunos hechos relevantes. Los vecinos de la villa ya habían pedido al obispo Lasso de la Vega su intersección al respecto al este pasar por la villa. Los peticionarios principeños juntaron muy prontamente 40.000 pesos para dotar a los religiosos y otros 12.000 para el edificio. El clero local veía también aquella fundación con muy buenos ojos, y así escribían al Rey:
Con los Padres de la Compañía de Jesús tienen los curas de este lugar un grande alivio en lo que cargan sobre sus hombros en el púlpito y confesionario, y con ser estos sus ministerios, bien se deja entender que son de Dios las mieses que ellos siembran, y los frutos que cogen, pues aun habiendo estado aquí dos jesuitas por espacio de tres semanas solamente transformaron todo el lugar, que en poco tiempo mudó de costumbres, entabló amistades, cortó pleitos y atajó disensiones…(2)
Aquel texto de los sacerdotes del Príncipe, aupando la presencia de los de la orden jesuítica agregaba otros interesantes matices al deseo que ya no era suyo propio, sino el sentir unánime del rebaño a su cargo: elevar el nivel educativo tan precario de la juventud, tan precario hasta entonces. De tal suerte añadían a lo dicho que:
muchos jóvenes capaces y bastantemente inclinados a las letras que al presente se han, si han de estudiar es menester vayan a La Habana en donde si algunos aprovechan, otros se pierden, porque no habiendo seminario en donde vivan con sujeción se entregan a una libertad juvenil.(3)
Felizmente fundado el Colegio de los jesuitas tuvo vida propia en la villa, y ocupo el capaz edificio que después heredaría la Audiencia, y anexo a aquel tuvo su capilla o iglesia de la que el Obispo Morell de Santa Cruz haría oportuna mención durante su visita a la villa.

La influencia de aquella presencia traspasó incluso los límites del villorio y llegó hasta el propio Santiago de Cuba donde en 1752, el entonces racionero de la Catedral Miguel Brioso Cervantes, natural de Cuba, pedía para “su patrio país”, la fundación de un colegio de iguales alcances al del Príncipe.

Porque según su leal saber y entender, los jesuitas:
no tan sólo cultivan las almas con el púlpito y el confesionario, sino también los entendimientos con las cátedras.(4)
Para entonces el Seminario de San Basilio había estado cerrado desde 1740, y el propio padre Brioso pedía encarecidamente “que fuera cedido a los Jesuitas”.(5)

Pero dos años después, al tomar posesión del Obispado de Cuba el Obispo Morell se opuso vehemente a tal idea y lo puso en marcha nuevamente aduciendo que había en Santiago: “patricios lo suficientemente ilustrados para enseñar en el Seminario”.(6)

Para 1756, cuando el propio Obispo, según acotamos antes giró su Visita Eclesiástica y pasó por el Príncipe, encontró al Colegio de la Compañía de Jesús, instalado en una casa de ladrillos y tejas. Para entonces tres padres enseñaban Gramática, y no tuvo a menos reconocer la eficacia de aquella labor entre los principeños.



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  1. Cuba: economía y sociedad. Leví Marrero. Playor, Madrid, 1980. Tomo 8, pp.200-201.
  2. Ibíd
  3. Ibíd
  4. Ibíd
  5. Ibíd
  6. Ibíd

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