Saturday, May 28, 2022

Un rato en la casa de Salvador Cisneros Betancourt (por Joaquín Segarra y Joaquín Juliá. Año 1906)


Son las dos de la tarde [en La Habana]. 

El calor asfixiante de esta hora terrible mantiene cerradas todas las puertas de la interminable calle sin un alero saliente que sombree las aceras, sin un árbol cuyo ramaje atenúe la inmensa llamarada del sol implacable que nos inunda de luz... y de sudor. 

Por fin, llegamos jadeantes, asfixiados, casi de milagro, á la casa del ex-marqués de Santa Lucía, don Salvador Cisneros Betancourt. 

Este, -venerable anciano cuyo cuerpo ya que no el espíritu, va cediendo al enorme peso de los años y de las mil peripecias de una vida novelescamente accidentada - nos recibe amablemente, á lo gran señor, pero también soñolientamente, casi hipnóticamente, con los vivarachos ojillos entornados, guiándonos con mal seguro paso de sonámbulo á un saloncillo que abre las persianas de sus amplios ventanales á un jardín diminuto, coquetón, donde también las plantas sienten el sopor de aquella hora de fuego, y donde también cabecean la somnolencia enervante de aquella hora terrible tres canarios cruzados de verderón que nos miran con pasividad de hipnotizados... 

A poco, las hojas mustias, los pájaros adormilados, el huésped en estado sonambulico y los visitantes que al amor del balance ó mecedora - institución cubana que comparte con la hamaca el privilegio de ser el mueble más lógico y más precioso en esta tierra de las grandes, encantadoras perezas - estábamos á dos pulgadas del dominio de Morfeo, recobramos la plena lucidez de nuestras facultades, y juraríamos que las trepadoras y los arbustos del diminuto jardín agitaron su ramaje esparciendo pétalos y aromas, como aseguramos que los canarios preludiaron un trino, y el anciano Cisneros abrió los ojos en una de esas inenarrables sonrisas de la pupila, y nosotros dejamos de sudar y nos sentimos acariciados por una oleada de refrigerante brisa tan inenarrable como la sonrisa de los ojillos vivarachos del marqués... 

Había entrado en el saloncito, en simpática irrupción de piqué almidonado y vaporosos encajes y aromas de juventud, y destellos de gracia soberana, la joven esposa del veterano patriota, una de las bellezas femeninas más espléndidas de la Habana, ... y la mujer que puede dar lecciones de actualidad política á los hombres del gobierno y á los de todas las oposiciones habidas y por haber. 

Confesamos que nunca nos fueron tan simpáticos y agradables los líos de los partidos como en aquella ocasión. 

La señora de Cisneros Betancourt nos comunicó su indignación contra los falseadores del sufragio, y nos llenó el ánimo de santo horror al hacernos partícipes del juicio severísimo que merecían á su esposo los sucesos de Cienfuegos, y nos hizo aplaudir el retraimiento de los liberales aun en contra de la opinión del mismísimo García Cañizares, y nos indignamos mucho, ¡pero mucho! contra el gobierno y su mañas electorales, ... y si continúa una hora más aquella interesantísima interview con el de Santa Lucía - que dormía apaciblemente en un balance - es casi seguro que á estas horas, en lugar de escribir este libro, seríamos dos voceros fanáticos del partido ó grupo cisnerista, y entonces, ¡pobres moderados!: no quedarían ya, ni los rabos ...







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Fragmento del libro Excursión por América. Cuba, de Joaquín Segarra y Joaquín Juliá. Publicado en Costa Rica en el año 1906.

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Se respetó el texto como fue publicado.



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