El Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido por el Maestro Eriberto Jiménez, fiel continuador del inolvidable legado de Pedro Pablo Peña, su fundador y director hasta su lamentable deceso, ha vuelto a obtener un gran y significativo triunfo con la presentación del ballet El Corsario, en versión suite –abreviada con solo los sucesos más relevantes–, el pasado sábado 11 de junio, en el Auditorio del Condado Miami Dade.
El primer mérito de esta tan lograda puesta es haberla logrado resumir sin perder su esencia, ya que pocas compañías en el mundo bailan este ballet completo, ofreciendo solo el pas de deux final (que en realidad es un pas de troi, como los espectadores habrán podido comprobar) como un tour de force para sus bailarines principales.
Lord Byron se hubiera sentido complacido al ver su poema The Corsair materializado en escena, gracias a la eficaz labor de Eriberto –que trabajó la coreografía original de Marius Petipa– y al magistral desempeño de todos los bailarines participantes.
Desde el prólogo, este Corsario comenzó con buen pie, con la adecuada imagen al fondo del barco pirata de Conrad, su esclavo Alí y su amigo Birbanto –naufragado debido a una fuerte tormenta– y el lujoso y exquisito vestuario –a cargo de Olga Yero y Gloria Curle–, cuya verdadera “eficacia” estuvo en que toda la compañía los “vistió” con suma prestancia y admirable desenvolvimiento.
Primera escena: El Bazar.
Fotos: Simon Soong
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En la primera escena, el bazar donde bellas esclavas son ofrecidas en venta, Jorge Oscar Sánchez (Ballet de Washington y frecuente invitado del BCCM), como Lankedem, su mercader, fue el que verdaderamente “ofreció” una clase magistral de cómo se lleva un personaje, con una fusión impecable de técnica, pantomima e interpretación, secundado por una segura –y muy en personaje también– Katherine Barkman como la esclava Gulnara, quien primero atrae la atención de Seyd, el Pachá, para ser adquirida para su harén.
Jorge Oscar Sánchez como Lamkeden, el mercader de esclavos, y Katherine Barkman como la esclava Gulnara.
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Y aquí me quiero detener para enfatizar que “este” Pachá –personaje secundario pero imprescindible en la trama– tuvo en la piel y el alma del consumado artista de carácter y Master Jesús Sanfiel a un intérprete de lujo, en la cuerda exacta que este demanda –y sin rozar la caricatura–, gracias a su dominio escénico y una pantomima admirable.
Jesús Sanfiel como Seyd, el Pachá.
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Medora, corporizada por Marizé Fumero, la exquisita y dotada bailarina principal del Ballet de Milwaukee –y también invitada regular del BCCM–, eclipsó completamente a Gulnara ante el goloso Pachá, tal y como aparece en el libreto, pero también subió la parada con su justificada aureola de primera figura ya consagrada, acompañada por Humberto Rivera Blanco, de la plantilla del Ballet de Kansas City, como Conrad, quien se la disputa al Pachá y se la lleva junto con las demás esclavas, pero Lamkeden la vuelve a capturar.
Jesús Sanfiel y Marizé Fumero
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Birbanto, el pirata que se amotina contra Conrad cuando este pretende liberar a todas las esclavas, tuvo en Brian Gómez a un intérprete correcto en dicho rol secundario, que para mí complica la trama sin necesidad.
En la segunda escena, donde el Pachá, feliz tras aparentemente haber recuperado a Medora para su harén, tiene una “ensoñación floral” en su palacio –la imagen de su interior no parecía digital, sino de tercera dimensión–, Sanfiel volvió a bordar su peculiar personaje y el cuerpo de baile, a su vez, se volvió a lucir muy profesionalmente en esta escena, evidenciando el arduo trabajo de los ensayadores, que fue notable desde el inicio del ballet.
Imagen del palacio cambiada a floral de fondo, el cuerpo de baile, repito, brilló en esta especie de juegos florales del siglo XIX (a lo mejor el Pachá era clarividente, o había viajado a Europa alguna vez de incógnito, de ahí los trajes occidentales originales de las bailarinas, en vez de ser de odaliscas).
El jardín animado
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Emma Butterworth, Didi Ganness e Isabella McCool como las odalicas del Pas de Trois, cual tres gracias, realizaron sus solos con elegancia y precisión, y su trabajo de conjunto estuvo muy bien sincronizado.
Emma Butterworth, Didi Ganness e Isabella McCool como las odalicas del Pas de Trois.
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Cuando Seyd “regresa” de su colorido sueño, al ir a comenzar su acostumbrada plegaria vespertina, sus guardias le anuncian la visita de unos misteriosos peregrinos –que no son otros que Conrad y sus corsarios disfrazados–, quienes se descubren e inmovilizan a los guardias para poder rescatar a Medora y a Gulnara.
En la tercera y última escena de esta Suite, donde tuvo lugar el esperado pas de deux –troi realmente–, para celebrar el triunfo del amor de Medora y de Conrad –con Alí, el esclavo favorito de Conrad por medio–, el bailarín Ihosvany Rodríguez tuvo la posibilidad de lucirse como tal, para ejecutarlo brillantemente, tanto en lo técnico como en lo intepretativo –consciente en todo momento de su condición de esclavo, con la mirada baja, sin altivez–; opacando incluso a Humberto Rivera como Conrad, quien tuvo un desempeño de más bajo perfil como bailarín, con menor elevación y amplitud en sus saltos, y menor brillantez en los giros, aunque tampoco su coreografía daba más chance para brillar, para ser justos con él.
Por algo las compañías ofrecen este pas de deux “editado”, eliminando a Conrad, para que tenga mayor sentido, pues el original es demasiado “vanguardista”, al sugerir un entendimiento demasiado estrecho entre amo y esclavo, con Medora en el medio.
Y hablando de Medora, en este pas de “troi”, Marizé la abordó –y la “bordó”–, con esos arabesques penchés a 180 grados que son uno de sus tantos admirados atributos, grand jettés también a 180 grados y unos vertiginosos fouetés, intercalados con pirouettes, en la apoteosis de su variación.
Ihosvany Rodríguez (Alí), Marizé Fumero (Medora) y Humberto Rivera como Conrad
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Vuelvo a remarcar el profesionalismo de la compañía y termino felicitando a Eriberto y a su staff nuevamente por este gran esfuerzo y sus excelentes resultados, porque afortunadamente, una vez más, sus perlas tuvieron como destinatario a un público conocedor y receptivo que los premió también con su más cálido reconocimiento.
Toda la compañía en los saludos finales.
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Gracias, mil gracias, y que Dios los siga bendiciendo con el don del talento y del tesón como hasta ahora.
Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 16 de junio de 2022.
Fotos: Simon Soong
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