Sunday, June 19, 2022

Mensaje de Mons. Wilfredo Pino, Arzobispo de Camagüey, transmitido por Radio Cadena Agramonte el domingo 19 de junio de 2022, Día de los Padres y Solemnidad del Corpus Christi


Mensaje de Mons. Wilfredo Pino, Arzobispo de Camagüey, transmitido por Radio Cadena Agramonte el domingo 19 de junio de 2022, Día de los Padres y Solemnidad del Corpus Christi


Muy buenos días a todos. Comenzamos nuestro encuentro haciendo la señal de la cruz y cantando.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes. Y CON TU ESPÍRITU.

Hoy es el Día de los Padres, y por eso permítanme comenzar diciendo: Queridos y siempre recordados padres; queridos todos: Un padre se ve retratado en su hijo. Verá a su hijo caminar como él, poner las manos como él, cruzar las piernas al sentarse como él, gesticular como él. Un buen hijo, cuando mira a su padre, se dará cuenta de cuánto hay de su padre en él mismo. Por eso, nuestro Martí sentenció: “Hijo soy de mi hijo, él me rehace” (o sea, me vuelve a hacer).

Creo que todos estamos de acuerdo en que el Día de los Padres no tiene la misma respuesta popular que el Día de las Madres. Bastará mirar alrededor para advertir que este tercer domingo de junio pasará, para no pocos, como un día más del año, y en el que, tal vez, escucharemos una conocida frase: “Madre sólo hay una, padre puede ser cualquiera”. Yo no estoy de acuerdo con esa afirmación, pero me preocupa que en esa desagradable frase quizás se esconda una acusación contra los malos padres, contra aquellos que supieron ser padres para engendrar un hijo (algo bien fácil) y olvidaron ser padres para educar al hijo engendrado (algo mucho más difícil). Quizás sea éste el motivo de las diferencias que se notan en las celebraciones del Día de las Madres y del Día de los Padres.

Aceptemos, entonces, el hecho de que hay hijos que tienen quejas de sus padres. Como sacerdote, en distintas ocasiones y lugares, he escuchado a niños rezar en voz alta con estas palabras: “Que mi papá no le pegue más a mi mamá”, “que mi papá vuelva para la casa”, “que mi papá no tome más”. Y las consecuencias de todo ello ya las conocemos. ¡Cómo se nota en los niños la ausencia del padre! Niños que crecerán con la imagen paterna destruida. Fue un joven quien me dijo en una ocasión lo siguiente: “El día que se muera mi padre que no me avisen, porque si él no hizo nada por mí, yo no tengo que hacer nada por él”. Hay también padres que consideran que su papel se limita a “traer dinero y comida para la casa” o que piensan que sólo las madres, la escuela o la Iglesia son quienes tienen que ocuparse de la educación de los hijos. Otros padres entienden, equivocadamente, que a los hijos “hay que darles todo lo que pidan”; y los hay que, cuando sus hijos han querido contarle algún problema personal, su respuesta ha sido: “después hablamos, que ahora no tengo tiempo para boberías”… Además, según parece, el alcoholismo agarra más a los padres que a las madres. Y cuando el terrible divorcio llega, casi siempre los hijos quedan con la madre. Y por esos malos ejemplos, los padres tienen mala propaganda, y pagan “justos por pecadores”...

Pero dejemos ya de comentar lo malo y hablemos de los muchos y buenos padres que conocemos. Porque será una pena que haya muy buenos padres que no reciban ni un regalito o un cariño especial en su día.

Se dice que hay más poesías para las madres que para los padres, pero el poema más bello, hecho nada menos que por el propio Jesucristo, está dedicado a los padres. En la Biblia leemos la parábola del hijo pródigo (palabra que significa malgastador), parábola que más bien debiera llamarse “del padre prodigioso o misericordioso”. Hay mucho que hablar de ese padre que, como escucharemos, respeta la libertad de su hijo, del padre paciente que espera sufriendo, que ama, que perdona y manda hacer fiesta por haber recuperado a su hijo. Los invito a escuchar esta narración del propio Jesucristo, que nos leerá el P. Carlos Juan Himeliz, sacerdote de la capilla del Reparto Saratoga y de las comunidades de Hatuey, Mola y Najasa.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS. Capítulo 15, versículos del 11 al 32

Un hombre tenía dos hijos. Un día, el menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. Y el padre la repartió entre ellos. Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a un lugar lejano y allí malgastó su dinero en una vida desordenada. Cuando lo había gastado todo sobrevino en aquella región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante de ese lugar que lo envió a sus campos a cuidar puercos. Hubiera deseado llenarse el estómago con la comida que daban a los puercos, pero nadie le daba nada. Entonces se puso a pensar: “¡Cuántos obreros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus empleados”. Partió, pues, de vuelta donde su padre.

Cuando estaba todavía lejos, su padre lo vio y sintió compasión, y corriendo fue y lo abrazó y lo cubrió de besos. Entonces el hijo le habló: “Padre, pequé contra Dios y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus servidores: “Rápido, tráiganle la mejor ropa y póngansela, colóquenle un anillo en el dedo y zapatos en los pies. Traigan el ternero más gordo y mátenlo, comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado. PALABRA DEL SEÑOR. GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

Todo padre debiera ser como este padre. Todo padre debiera imitar a Dios. El propio Jesucristo, para hablar de su padre Dios, usaba la palabra “papá”. Y nos enseñó a nosotros a hacer lo mismo: “Cuando ustedes quieran hablar con Dios, digan: Padre nuestro”. Hoy, por tanto, es también el día en que debemos felicitar y agradecer especialmente a nuestro Padre Dios. ¡Hoy es su día!

A la mente me viene lo que escuché varias veces al siempre recordado Monseñor Adolfo cuando nos decía: “Dios vela, el padre vela. Dios cuida, el padre cuida. Dios enseña, el padre enseña. Dios reprende, el padre reprende. Dios protege, el padre protege. Dios engendra, el padre engendra. Dios quiere aunque no lo quieran, el padre quiere aunque no lo quieran. Dios ama sin esperar nada a cambio, el padre hace lo mismo”.

Yo rezo para que todo padre quiera dejar a sus hijos un buen recuerdo de su persona. Y les pido a ustedes que recen. Recen por sus padres, vivos o difuntos; por los padres que hoy tienen la dicha de estar junto a sus hijos y los padres que perdieron a sus hijos, o los tienen enfermos, presos, lejos o alejados. Recen por aquellos hombres que no son nuestros padres según la sangre, pero se han portado como si lo fueran. Recen por nuestros 28 sacerdotes, a los que ustedes, con razón, llaman “padres”. Ellos renunciaron libremente a formar su propia familia para entrar a formar parte de las familias de ustedes y así poder servirles mejor. Y recen por mí, su arzobispo, para que sepa cumplir con la agradable pero difícil tarea de ser el padre de TODOS en Camagüey.

¡Celebremos, entonces, con orgullo, el Día de los Padres, pues bien que se lo merecen esos padres extraordinarios que están dispuestos a perder todo el oro del mundo con tal de no perder el cariño de sus hijos! ¡Se lo merecen los padres que no pierden la oportunidad de ir sembrando valores en sus hijos! ¡Se lo merecen los padres que han sido los primeros en hablarles a sus hijos de su otro padre, el Padre Dios! ¡Se lo merecen los padres a los que he visto llorar cuando sus hijos han cometido un grave error! ¡Se lo merecen los padres que se llenan de sano orgullo cuando se les dice que su hijo se parece a él! ¡Se lo merecen los padres que sacan tiempo, no sé de dónde, para dedicarles tiempo a sus hijos, conversar con ellos y preguntarles cómo van! ¡Se lo merecen los padres que saben corregir a sus hijos con firmeza cuando se equivocan, pero lo hacen sin humillarlos! ¡Se lo merecen los padres que saben tener paciencia con sus hijos, y son capaces de esperar y esperar! ¡Se lo merecen los padres que tratan, por todos los medios, de estar el mayor tiempo posible presentes en sus familias, compartiéndolo todo: alegrías y dolores, fatigas y esperanzas!

Les deseo a todos los padres un día feliz y rezo para que nuestro buen Dios, el Padre de todos, los acompañe en este día y siempre. Trabajemos para que se repita mucho entre nosotros lo que le pasó a un maestro de Nuevitas que les pidió a los niños de su aula hacer una composición sobre el que ellos consideraran el hombre más grande del mundo, y uno de aquellos niños le preguntó, con su natural candidez y simplicidad: “Maestro, ¿puedo poner a mi papá?”

Los invito a que hagamos ahora oración, respondiendo cada vez: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

-Por el Papa, los Obispos y Sacerdotes, para que en su ministerio pastoral se perciba el amor paternal de Dios. Roguemos al Señor. TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

-Por todos los padres que celebran hoy su día. Para que asuman y vivan fielmente el don de la paternidad. Roguemos al Señor. TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

-Por los hijos que viven separados de sus padres y sufren el divorcio de los mismos, para que Dios les brinde su auxilio y no les falte su amor. Roguemos al Señor. TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

-Por los padres enfermos, por los que sufren prisión, por los que se sienten olvidados de sus hijos, para que sientan la presencia del Señor junto a ellos. Roguemos al Señor. TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

-Por los padres difuntos que llevamos siempre en la memoria del corazón, y por los padres que no tienen a nadie que rece por ellos, roguemos al Señor. TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

Y ahora los invito a que recemos la oración de los hijos de Dios, el Padrenuestro: PADRE NUESTRO…

Queridos todos: Hoy La Iglesia también celebra la fiesta llamada del Corpus Christi, o sea, del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Desde el siglo XIII, la Iglesia viene celebrando la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o del Corpus Christi. Comparto a continuación con ustedes un documento histórico que contiene algo sucedido en el año 110 después de Cristo. En ese tiempo, Plinio el Joven era el gobernador romano en la actual Turquía. Se conserva una carta que él dirigiera al emperador Trajano, pidiéndole algunos consejos. La escuchamos.

“Entre tanto seguí este procedimiento con aquellos que eran presentados a mi jurisdicción acusados de cristianos. Pensé que había que absolver a quienes negaban ser o no haber sido cristianos, que ante mí invocaban a los dioses y ofrecían incienso y vino ante tu imagen que yo les presentaba junto con las estatuas de los dioses y, por fin, a quienes blasfemaban de Cristo, cosas todas a las que, según se dice, se resistía todo verdadero cristiano. Otros, acusados por un informante, dijeron ser cristianos pero se retractaron inmediatamente. Afirmaban que toda su falta o error había consistido en esto: en determinados días y antes de salir el sol se reunían y cantaban alternadamente himnos a Cristo como a un dios; se comprometían bajo juramento no a algo malo sino a no cometer robo o adulterio y a no faltar a la fe negando un depósito reclamado en justicia; cumplidos estos ritos, solían separarse y reunirse de nuevo para una comida inocente y vulgar.

“Me ha parecido que debía consultarte sobre este asunto a causa del número de acusados de este delito. Porque gentes de toda edad, condición y sexo se hallan y hallarán en el futuro implicadas en él. Y no solo las ciudades sino hasta las aldeas y campos han quedado invadidos por la peste de esta superstición”. (Cartas, libro X, 96)

Hasta aquí esta carta en la que quedó para la historia la descripción de una Misa hecha por un hombre que no creía en Jesucristo. Acostumbrados los romanos de aquel tiempo a los grandes banquetes, reunirse unas personas para comerse un pedazo de pan y un poco de vino… era algo “inocente y vulgar”. Quedémonos con este otro detalle que cuenta Plinio el Joven: Que los cristianos se reunían en determinados días. Reunirse para cantar himnos a Cristo, comprometerse a no pecar, a mantener firme la fe y a compartir un pedazo de pan y un poco de vino, ¿no es eso lo que hacemos nosotros en las misas de cada domingo?

Les comparto que, a las 10 y media de la mañana de hoy, tendremos la Procesión del Corpus Christi, saliendo desde la iglesia Catedral, en el parque Agramonte, hasta la iglesia del Sagrado Corazón. Todos sabemos que, en una Procesión se lleva una imagen que representa a la Virgen María, a Jesucristo o a alguno de los santos de la Iglesia. En cambio, en la Procesión del Corpus Christi hay una gran diferencia porque no se lleva una imagen de Jesucristo sino a Jesucristo mismo.

Recemos ahora repitiendo cada vez: TÚ ERES, SEÑOR, EL PAN DE VIDA.

-El que come de tu pan, vivirá eternamente. Por eso te decimos: Tú eres, Señor, el pan de vida.

-Tú eres el pan que ha bajado de los cielos. Por eso te decimos: Tú eres, Señor, el pan de vida.

-Tu cuerpo y sangre son alimento de salvación. Por eso te decimos: Tú eres, Señor, el pan de vida.

Oremos. ¡Oh Dios!, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos. AMÉN.

Queridos oyentes: Continuamos, como cada domingo, aprendiendo más sobre la Biblia. Utilizamos el folleto escrito al respecto por Monseñor Adolfo. Hoy corresponde contestar la pregunta número 32.

PREGUNTA NÚMERO 32: SI LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS, ¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER LA PALABRA DE DIOS?

Nadie puede decir con verdad que la Biblia sea un libro difícil de entender, si la palabra “difícil” se toma como una dificultad radical. La Biblia es un libro escrito en un mundo desaparecido, distante, dentro de un universo vasto y complejo, extraño a nuestro hoy, con un lenguaje que responde a claves culturales que no son nuestras claves, pero esto no quiere decir que la Biblia sea un problema, un laberinto, un jeroglífico. Es maravilloso que la Biblia, siendo tan remota, nos resulte tan cercana, tan eternamente humana y divina, algo que no envejece y que subyuga siempre. Tal vez si la Biblia estuviera escrita en nuestras claves encontraríamos más dificultades para entenderla. La lectura de la Biblia requiere un mínimo de instrucción sencilla, que está al alcance de cualquiera que tenga dos dedos de frente, a fin de esclarecer algunas cosas elementales del texto y del contexto. Ciertamente, la Biblia requiere iluminación del Espíritu Santo, igual que en la oración, porque como escribió San Pablo “no sabemos cómo orar, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda” (Rom. 8, 26); iluminación que el Señor da con abundancia a quien se la pida humildemente, porque la Biblia no es un don para gente erudita sino para amigos “a fin de guiarnos hasta la verdad completa” (Jn. 16, 13), y que “nos hará libres con la libertad de los hijos de Dios” (Jn. 8, 36; 8, 32). La Biblia tiene oscuridad suficiente para el que quiera dudar, pero tiene mucha luz para el que quiera creer, y cuando la segunda carta de Pedro dice que “hay en ella puntos difíciles de entender”, dice también que son difíciles “para los que los tuercen como también tuercen las demás Escrituras para su propia perdición”. Es conveniente leer la Biblia sin detenernos mucho al principio en aquellos pasajes que nos resulten oscuros, hasta que nuestro espíritu comprenda el conjunto, se familiarice con las expresiones y descubra los grandes horizontes de la Sagrada Escritura, en un sentido más espiritual que literal. Muchas Biblias traen al final de cada página o al final del Libro notas aclaratorias al alcance de todos los niveles.

Antes de recibir la bendición de Dios, rezamos el Avemaría: DIOS TE SALVE, MARÍA.

Concluyo dándoles la bendición de Dios. Bendición que llegue a los padres que, por estar presos o por estar viviendo o trabajando en otros países, no tendrán hoy el cariño cercano de sus hijos. Bendición a los hijos que perdieron recientemente a sus padres.

Inclinen, por favor, sus cabezas. A cada invocación responderán AMÉN.

Jesucristo, el Señor, esté siempre a su lado para acompañarlos. AMÉN. Que Él vaya delante de ustedes para guiarlos y detrás de ustedes para protegerlos. AMÉN. Que Él vele por ustedes y los sostenga. AMÉN. Y que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre todos ustedes y los acompañe hoy y siempre. AMÉN.

Les recuerdo que el próximo domingo, si Dios quiere, volveré para compartir con ustedes, a las 9 de la mañana, y por esta Emisora Provincial.

¡LES DESEO UNA BUENA SEMANA!





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Texto tomado del Facebook de la Arquidiócesis de Camagüey.




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