Saturday, July 16, 2022

“Alacrán o la ceremonia”, iniciación y ritualidad en escena (por Wilfredo A. Ramos)


“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”. Peter Brook, El Teatro Mortal capítulo I, El espacio vacío.



En su segunda semana, el XXXVI Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami trajo a nuestros escenarios el unipersonal “Alacrán o la ceremonia”, de la agrupación española Murática Teatro, bajo el sello de Producciones Glauka, un trabajo concebido e interpretado por José Antonio Lucia, con dirección del argentino Román Podolsky.


Cuando se anuncia la presentación del trabajo de un actor en solitario sobre las tablas, se antepone por lo general cierto temor ante lo que descubriremos al enfrentarnos al mismo. El riesgo suele ser grande, la responsabilidad también. La soledad en ese imponente espacio que resulta ser el escenario debe ser llenado por una presencia que se imponga, con la que atrape al público, quien acabará siendo atrapado por el hechizo ante el desempeño de dicho actor.

Tal es el caso al enfrentarnos al trabajo de Lucia, actor nacido en la ciudad de Almendralejo, perteneciente al municipio de Badajoz, en la comunidad autónoma de Extremadura, donde se inicia dentro del mundo del teatro guiñol a instancias de un amigo. Para 1994 cofunda la Compañía Samarkanda Teatro con la que realiza varios trabajos, abandonándola más tarde para continuar su superación y búsqueda de otras oportunidades tanto en teatro, cine como televisión. Es entonces que trabaja bajo la dirección de Denis Rafter, Juan Margallo, Helena Pimenta, José Carlos Plaza, Esteve Ferrer, Román Podolsky, entre otros. En el año 2007 funda Murática Teatro, estrenando la obra infantil “Malemba y Cocongo”, como su primer trabajo, realizado el mismo a dos manos junto a la actriz Pepa Gracia.


“Alacrán o la ceremonia”, nace de un proceso de improvisaciones a raíz de su estancia en Dinamarca, durante una sesión del ISTA (Escuela Internacional de Antropología Teatral, por sus siglas en inglés), donde partiendo de este concepto de motivación y creación, comienza a escribir dicho texto, el cual más tarde continuará trabajando junto al importante dramaturgo y director argentino Román Podolsky, quien será el encargado de la dramaturgia del mismo, así como de centrar el núcleo del conflicto en el triángulo amoroso compuesto por La Cangreja, Paquito “El Santo” y El Alacrán, personajes imaginarios encargados de llevar la acción de este ecléctico desfile ritual.


La puesta concebida por Podolsky hace referencia a su acostumbrada manera de enfrentar el teatro: economía de recursos sobre el escenario, un texto de profundidad psicológica y un trabajo del actor impactante.

Estos mismos serán los elementos que encontraremos al enfrentarnos a este espectáculo, no dejando duda alguna que los mismos son los encargados de transmitir la esencia del hecho teatral.


La economía recurrente a la que hacía referencia Peter Brook, es la primera impresión que atrapa al espectador de “Alacrán o la ceremonia”. Un escenario en penumbra, una tosca mesa y dos sillas es todo lo necesario para ambientar el fantasmal desfile de personajes que vendrán a poblar un teatro de barrio, una caravana, una taberna, el resto recae sobre ese ser que desde antes del mismo momento de entrar a escena, va marcando terreno mediante un cante adolorido, casi apagado, con el que irá dejando pasar a los espíritus que poblarán el espacio.

Lucia, perdón, El Alacrán irrumpe con un desparpajo casi inmoral, luciendo traje y zapatos blancos agredidos por un escandaloso rojo de una camisa que presagiaba la sangre que se hará presente. Una maleta, también blanca, que trae consigo el personaje, será la Caja de Pandora de donde saldrán amores, penas y recuerdos, de donde tomará su cuerpo físico-imaginado la entrañable figura de La Cangreja.


A través de la acción dramática los personajes que viven en el recuerdo de este personaje irán transitando el escenario como en un paseo de esperpentos valleinclanesco, como ‘sombras del aspaviento’, las cuales dentro de su incoherente discurso van construyendo una historia de amor y desengaño. El conflicto entre La Cangreja, Pablito “El Santo” y El Alacrán se nos presenta ante nuestro ojos como una fábula tragicómica, donde el posible dolor del desamor, del engaño o la pérdida, nos arranca una cínica carcajada imposible de reprimir.

Ese carácter de irrealidad que a ratos se pasea por el espectáculo, atrapando a los personajes, lo veremos cuando se hace reaccionar y hablar a un felino, a un ‘gato de taberna’, el cual por obra y gracia de la fantasía cobra condiciones humanas, sumergiéndonos en un mundo de supersticiones y hechicerías.

La historia que transcurre frente a nosotros más que contada, se nos conversa. El personaje nos increpa, nos pregunta, nos convierte en cómplices de ese alucinante mundo de seres cargados de raro sabor flamenco como si estuviéramos en presencia de unas bulerías mal cantadas. Durante el transcurso de la acción, la realidad y la ficción se entremezclan desdibujando los límites entre ambas, creando un mundo de alegorías, de imágenes, por donde podemos adentrarnos por igual al mundo de lo real-maravilloso que al del absurdo.

Sobre el trabajo de José Antonio Lucia sobre las tablas hay que decir que pasea su personaje con el arrojo del torero que sale a picar la bestia desnudo, solo con el arma de su talento. Por momentos su cinismo es una bofetada en pleno rostro, pero en otros es de una candidez que duele. No se entrega a representar el bajo mundo de la cultura flamenca, lo vive porque lo conoce, porque ha mamado de su teta en su Badajoz natal, región fronteriza, que como bien se encarga de destacar el actor en su posterior conversación con el público, ha sido zona de pocas leyes y muchos vicios.

Su Alacrán, siendo un personaje imaginario se encuentra atado a la realidad cotidiana, de la misma manera que el resto de los seres, que siendo producto de la imaginación del autor, poseen fuertes lazos con la vida real. El actor hace que todos ellos tengan un aquí y un ahora en cada lugar donde el espectáculo sea presentado, no importa si en España, México, Guatemala, Argentina o ahora Estados Unidos, en todos ellos el espectador puede encontrar sus Cangrejas, sus Pablitos, sus Alacranes. De aquí la universalidad de un discurso que partiendo de un espacio tan especial como el del mundo del flamenco, pueda llegar a encontrar similitudes con otros tan diversos y lejanos.

Lucia se desdobla en distintos seres con el mismo atrevimiento con el que canta un cante lastimero, maneja su cuerpo con igual fuerza al del bailaor sobre el tablao, con él sacude sentimientos y marca ritmos - sevillanas, bulerías, soleás, fandangos – que se entrecruzan en el movimiento de sus brazos y manos, provocándonos un grito mudo de Olé! El trabajo sobre las tablas, construido con esmero y atrevimiento, arrastra al espectador con su carga de inocencia y culpabilidad, con sinceridad a la vez que falsedad, pero sobre todo por la magnífica entrega, conciencia y control del actor sobre su rol de creador de otros seres.


“Alacrán o la ceremonia” es en sí, un espectáculo que nos habla de supervivientes y perdedores, con un texto impecable donde se regodean las metáforas y expresiones de un habla en desuso, rescatadas con organicidad, desparpajo y exotismo, en el cual podemos encontrar todo un sistema arqueológico de una parte muy destacada de la cultura española, donde conviven fábulas, homenajes y ceremonias que integrarán la ritualidad que conforma el hecho teatral.



Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, Julio 15, 2022.

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