Teresa Fernández Soneira
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Janisset Rivero
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Al utilizar la imagen como punto de partida para la indagación antropológica, Teresa Fernández Soneira recurre a un género reflexivo en su misión como investigadora de la mujer cubana del siglo XIX.
Somos una nación en busca de su pasado, en busca de su memoria. La fractura totalitaria ha impedido que el curso natural de nuestro devenir histórico entregara la multiplicidad de imágenes y diálogos que se suscitan para entender de dónde venimos y para poder imaginar nuestro futuro, como ocurre en cualquier sociedad libre. Ese proceso reflexivo ya había iniciado en la primera mitad del siglo XX en Cuba, donde la mujer cubana tuvo protagonismo y liderazgo relevante.
En el libro “La bella cubana”, a través de rostros de mujeres cubanas que vivieron en el siglo XIX y principios del XX, se presenta el retrato de una sociedad, y el nacimiento de una identidad.
Y es precisamente la mujer la que nos invita al encuentro. La mujer como simiente, fortaleza, y fuente de fecundidad nos invita a iniciar el diálogo.
Esta obra, propone toda una narrativa a partir de la imagen, las palabras que utiliza son preliminares para presentar la historia de la fotografía a nivel mundial y sus inicios y desarrollo en Cuba. Luego, utiliza poemas y textos escritos durante el mismo período histórico de las fotografías que presenta.
La mayoría de estas fotos son parte de la colección de la autora, cuyo amor por la fotografía le viene de sus abuelos. De hecho su abuela ejerció la fotografía y le enseñó a amarla.
A un nivel denotativo, observar las fotos aporta conocimiento sobre las maneras de vestir y de presentarse socialmente de las mujeres cubanas del siglo XIX, las clases socioeconómicas, las diversas razas y el mestizaje del que somos hijos los cubanos. En las fotos se observan mujeres con definidos rasgos europeos, otras de rasgos africanos, y otras que presentan la mezcla racial en su más hermosa definición. Sus edades son diversas, desde adolescentes hasta ancianas.
No pude evitar encontrarme reflejada en muchas de ellas. Reconocer los rasgos familiares que nos unen. Fue fácil imaginarlas caminando las calles del exilio o en Cuba hoy, salvando las diferencias circunstanciales.
A un nivel connotativo, observar sus rostros, sus miradas, sus posturas, me atrevo a decir que es una invitación para imaginar los sueños, tristezas y realidades de estas mujeres y su época. Es también un acercamiento a la familia cubana. Al decir de Dulce María Loynaz, hay una “sabrosa melancolía” al encontrarnos con los retratos viejos.
En los textos aislados aparecidos en el reverso de las fotos, incluso en los versos que acompañan las imágenes, hay una savia nueva. Este es el siglo en el que el cocimiento de nuestra identidad cuajó, la saturación política y económica del control de España sobre la isla de Cuba llegó a su clímax, y la necesidad de tener voz propia se consolidó en un clamor.
En las fotos de estas mujeres hay una mezcla muy bien lograda de belleza, madurez, juventud, determinación, dureza, picardía, dolor, sacrificio.
Los poetas cantaron a su belleza, y también al heroismo de la mujer cubana. Y Teresa Fernandez Soneira al juntar los retratos con los poemas, presenta una combinación potable y provocadora.
Dentro de la muestra poética y de prosa que presenta el libro, no solamente resaltan poetas cubanos de la importancia de Julián del Casal, Juan Clemente Zenea, José María Heredia, José Martí, Plácido, Bonifacio Byrne, también las voces femeninas de Juana Borrero, Aurelia Castillo de González, María Luisa Milanés, Úrsula Céspedes de Escanaverino, Sara Cordoneda García, la Condesa de Merlin, y Gertrudis Gómez de Avellaneda, entre otras.
Entre los retratos hay una sección dedicada a las mujeres que lucharon en las guerras de independencia en Cuba, como también de las madres, esposas e hijas de los patricios cubanos.
El presidente de la República Alfredo Zayas, recordará a la patriota Rosario Bolaños Fundora, cuya foto está en la muestra y quien entre 1895 y 1898 “cosió ropa para el Ejército Libertador, cuidó heridos, cocinó para los soldados y trabajó como emisaria” (Alfredo Zayas, “El sufragio politico de la mujer en Cuba”, conferencia el 30 de marzo de 1930).
Martí habla de Carolina Rodríguez Suárez “La Patriota”, y su texto se incluye debajo de la foto de la anciana que “sabe dónde están todos los cubanos que sufren, sale a trabajar para ellos”.
Conmueve la foto de Gabriela de la Caridad (Adela) Azcuy Labrador, quien fuera Capitana de Sanidad del Ejército Libertador, y quien además fue poeta. No solo se incluye su foto en uniforme de Guerra sino su poema a Antonio Maceo.
Asimismo, la joven Luz Noriega de Hernández, también Capitana de Sanidad del Ejército Libertador aparece en la muestra de retratos, y un fragmento de las memorias de la Guerra escrito por Enrique Loynaz del Castillo. El esposo de Luz fue médico en el Ejército Libertador, y murió bajo fuego español. “Se veía la figura joven y bella de Luz Noriega a caballo con su vestido limpio de holanda cruda, sombrero de yarey al estilo mambí y machete al cinto”.
Resalta en algunos textos y rostros la fortaleza espiritual de aquellas mujeres que tuvieron que apoyar a sus esposos durante las gestas libertarias, en muchos casos sobreviviendo junto a ellos en la manigua. Como es el caso de Ana de Quesada y Loynaz, segunda esposa de Carlos Manuel de Céspedes, de Bernarda Toro Pelegrín, esposa de Máximo Gómez, o de María Cabrales, esposa de Antonio Maceo. Sus rostros, sus miradas traslucen un brillo, una firmeza, un dolor.
Considero de un valor documental e histórico enorme, este libro “La bella cubana”, que es un ejercicio de antropología visual encomiable. La imagen tiene mucho poder para la psiquis humana. Se dice que una imagen vale más que mil palabras, y es muy cierto.
Cada uno de esos rostros, muchos de los cuales son anónimos, de nombres e historias desconocidos, nos trasladan a una época y evocan una realidad haciéndonos viajar a nuestra raíz.
La imagen así, se convierte en el lugar de encuentro, de diálogo vivo y evocación, regalándonos un espacio único de conocimiento y luz.
Ermita de la Caridad
Miami. Agosto 6, 2022.
Fotos/María Inés Bertone
y Janisset Rivero
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