Tórtola Valencia: tu eres la cadencia
de una vieja raza que el compás perdió
en los arrebatos de tanta pendencia
pero cuyo ritmo de sobria elocuencia
en los pies desnudos lo he encontrado yo.
Eres elegante y a la vez gitana,
dándote lo mismo gozar que sufrir;
complicadamente tu espíritu hermana
la rufianería bravía de Triana
con el donjuanismo del Guadalquivir.
Echas la baraja y abres la navaja;
desprendes las rojas hojas de un clavel;
golpeas en lo alto la redonda caja
de tu pandereta de vibrante maja;
pero al fin, te ofreces en mirra, oro y miel.
En tus actitudes de gracia armoniosa
sospéchanse ocultos fragores de lid,
como que tu danza de ágil mariposa
es un fuego fatuo que corre en la fosa
en que se deshacen los huesos del Cid.
Eres tú la España de hierro: la mía!
La España gloriosa y antigua eres tú...
Eres tú la España bélica y sombría,
que, como previendo tu arte, hizo un gran día
acuñar la frase de "¡Vale un Perú!"
Eres tú la España negra en la que me hundo
a pasear mi sombra por el Escorial;
la del displicente Felipe Segundo:
la del Duque de Alba, Tirana de! Mundo;
la Conquistadora, la Inquisitorial...
Tal cuando sacudes tu figura entera
en la espiral de una desesperación,
pienso yo, evocando cosas de otra Era,
en una hechicera que se retorciera
dentro de una hoguera de la inquisición.
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