Saturday, September 10, 2022

Mons. Silvio José Baéz, o.c.d. Obispo Auxiliar de Managua: "En la sociedad falta el vino cuando hay dominadores y víctimas, cuando se impone la crueldad como estrategia para conservar el poder y cuando falta la serena y humilde voluntad política de escuchar, dialogar y ceder para buscar el bien común." (Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre. Diocese of Palm Beach, 8 de septiembre de 2022)



FIESTA DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE

Palm Beach, 8 de septiembre de 2022



Queridos hermanos y hermanas:


Acabamos de escuchar el conocido relato de las bodas de Caná, cuando Jesús dio comienzo a sus signos transformando el agua en vino (cf. Jn 2,1-11). Jesús realiza su primer signo en el ambiente festivo de una fiesta de bodas, para revelaros que la relación entre Dios y la humanidad es una relación de amor y de alegría, de intimidad y de amistad gozosa.

En la Biblia, el vino es símbolo del gozo que Dios desea y promete a la humanidad (cf. Is 25,6), de la alegría que no debe faltar en el corazón humano (cf. Sal 104,15), del amor que hace radiante y feliz la vida de los seres humanos (cf. Cant 2,4). Pues bien, en aquellas bodas de Caná ocurrió algo inesperado y frustrante. En medio de la fiesta llegó a acabarse el vino (cf. Jn 2,3). ¿Cómo se podría celebrar con alegría la fiesta? Sin vino todo terminaría en una frustración para los invitados y en una vergüenza para los esposos. En la cultura de Israel, sin vino no hay alegría ni fiesta. En aquella fiesta en que se acabó el vino se ponía en riesgo el amor y comenzaba a apagarse la alegría. La fiesta podía haber terminado allí.

En la historia humana y en nuestra propia vida muchas veces llega a faltar el vino. Es la experiencia que todos hemos hecho cuando nos abruman los problemas, cuando el pesimismo y la tristeza pueden más que la esperanza; cuando las ilusiones se van apagando y ya no tenemos fuerzas ni motivos para alegrarnos y seguir viviendo. También en la Iglesia puede llegar a faltar el vino cuando la fe se vive sin fuerza interior y no buscamos el consuelo y al amor del Señor, cuando la religión se siente como un peso insoportable o cuando en la comunidad cristiana prevalece el miedo, la envidia o el egoísmo.

Hay también sociedades en las que falta el vino porque se vive con miedo a causa de la represión y los discursos mentirosos y amenazadores. En la sociedad falta el vino cuando hay dominadores y víctimas, cuando se impone la crueldad como estrategia para conservar el poder y cuando falta la serena y humilde voluntad política de escuchar, dialogar y ceder para buscar el bien común. Falta el vino en la sociedad cuando no hay oportunidades de trabajo digno, cuando hay encarcelados por motivos políticos y cuando muchos se ven forzados al exilio para poder sobrevivir. Una sociedad dividida, triste y oprimida es una sociedad en la que falta el vino de la vida, de la alegría y del amor.

Dice el evangelio que en aquellas bodas en Caná de Galilea estaba presente “la madre de Jesús” participando de la fiesta (cf. Jn 2,1). Al darse cuenta de que se había acabado el vino, con gran discreción, se acercó a su hijo y le susurró al oído: "¡Ya no tienen vino!" (Jn 2,3). No va al mayordomo, sino que directamente le presenta la dificultad de los esposos a su hijo. No le exige nada, no le dice lo que tiene que hacer, solo abre su corazón ante él con infinita confianza. Esto significa que María reza. Se acerca a Jesús y reza. La respuesta que recibe parece desalentadora: “¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios.

La madre de Jesús nos enseña que rezar es confiar, es poner nuestra vida y la vida de nuestro pueblo en las manos de Dios, sabiendo que él cuida de nosotros y nos ama. La madre de Jesús nos enseña que nuestras preocupaciones son también preocupaciones de Dios. Ella nos enseña que cuando nos sentimos agobiados y sin fuerzas, cuando el vino está por acabarse o llega a faltar, siempre podemos acudir a Jesús, seguros de que él nos escuchará y atenderá nuestras súplicas. Y, mientras acudimos a Jesús en la oración, ella, su madre, estará a nuestro lado siempre, animándonos y consolándonos como una madre amorosa.

En aquellas bodas, la madre de Jesús mostró también que tenía un corazón sensible pero sabía buscar soluciones. Sintió como propia la pena que estaba pasando aquella pareja de esposos, pero no se resignó a que faltara la alegría y se apagara el amor. No se quedó pasiva, sino que intentó hacer algo. La madre de Jesús nos invita a no acostumbrarnos a la tristeza y a la desesperanza. Por duros que sean los tiempos que vivimos y por inalcanzables que parezcan las posibles soluciones, no debemos resignarnos nunca a que las cosas vayan siempre necesariamente de mal en peor. Siempre habrá algo que podamos hacer, por pequeño que sea, para salir adelante.

La Madre del Señor nos señala el camino para superar la resignación: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2,5). Es la única recomendación simple y sencilla de María, sus últimas palabras en el evangelio. Hagan lo que él diga, crean en su evangelio y practíquenlo. Y las ánforas vacías del corazón se llenarán. Jesús transformará la vida, de vacía a completa, de apagada a feliz. En efecto, los servidores, obedeciendo a Jesús, llenaron de agua las tinajas y el agua se transformó en abundante y excelente vino. Las bodas de Caná muestran que cuando acogemos a Jesús y hacemos del evangelio nuestro camino, la escasez se vuelve abundancia, la tristeza se cambia en gozo y de lo pequeño surge algo grandioso.

La madre del Señor es venerada por el pueblo cubano como Madre de la Caridad. Ella custodia las raíces y la identidad del pueblo de Cuba, para que no se pierda en caminos de desesperanza ni se resigne a la tristeza y al dolor. El alma del pueblo cubano ha sido forjada entre dolores y penurias que no han logrado apagar la fe, ni han podido agotar el vino de su dignidad y de su esperanza. La Virgen de la Caridad sigue estando hoy al lado del pueblo cubano para animarle a confiar en que Jesús nos ha traído en abundancia el “vino mejor”, el único capaz de renovar el corazón y transformar la historia (cf. Jn 2,10).

Como dijo el Papa en Ecuador hace algunos años: “Tengan paciencia, tengan esperanza. Hagan como María, recen, actúen, abran su corazón, porque el mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos. Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas” (Francisco, Guayaquil 6/7/2015).

Dios se nos ha revelado a través de Jesús como el Dios de la alegría y la esperanza, el Dios que auxilia a los tristes y humillados y socorre a los pobres de pan y a los pobres de amor. Y la Virgen de la Caridad nos lo recuerda cada día, estando a nuestro lado con la belleza de su presencia y su ternura maternal.



SILVIO JOSÉ BAÉZ, o.c.d.
Obispo Auxiliar de Managua


Misa presidida por Mons. Gerald. M. Barbarito,
obispo de Palm Beach
Homilía por Mons. Silvio José Baéz, o.c.d. 
Obispo Auxiliar de Managua
St. Juliana Catholic Church
Diocese of Palm Beach
Septiembre 8, 2022
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Fotos/ Diocese of Palm Beach

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