Thursday, October 13, 2022

Evocaciones (por Enrique José Varona)


En el perenne deslizarse de la vida, la ilusión de volver atrás, siquiera con el pensamiento, me domina a veces. Ver con mis ojos de los doce años ese mundo tan, nuevo, como acabado de hacer para, mí, tan pintoresco, como trazado para ofrecerme perspectivas maravillosas, tan poblado de seres originales, como dispuesto para dar pasto abundante a mi curiosa ignorancia!

Estoy de nuevo en San José de las Delicias, en mi paraíso dominguero, sin Eva ni serpiente; contemplando embobado cada naranjo en flor, cada cocotero doblado bajo el peso de sus racimos ubérrimos, el gran almendro junto al corral, a donde acudía muy de mañana con mi jícara nueva, para que me la colmaran de leche espumosa, la represa que ora murmuraba, ora arrullaba, el callejón colindante con el batey, el callejón misterioso que venía de no sé dónde, de muy lejos, y por donde solía aparecer, caballero en un Rocinante desmedrado, el estupendo Quintanilla.

¡Quintanilla! ¿Quién era? ¿de dónde salía? ¿a dónde iba? Lo oigo vociferando: "Quien no vió a Quintanilla, no vió maravilla." Y todavía se me dilatan las pupilas ante el majá, con que se daba dos o tres vueltas al cuello, como el collar de una condecoración selvática. Sentir el pasitrote de su caballo, y quedarme clavado en el sitio donde me sorprendía, atisbando entre curioso y aterrado la figura hirsuta del guajiro bohemio, que pasaba de largo, mirándome si acaso desdeñosamente, era todo uno. ¿A dónde iba, a dónde se fué Quintanilla? A esfumarse en la semioscuridad de las visiones. del pasado: a donde se han ido grandes y pequeños, los que me han dejado un gran vacío en el corazón, o, apenas un sordo latido al evocarlos.

Me paseo por las tortuosas calles de mi vieja ciudad; me empujan mi desocupación y mi curiosidad pueril a, atisbar por la abertura de un coletón que levanta el viento, o a mirar cuanto viene calle arriba, calle abajo, cual si hubiera de ser inusitado espectáculo, Y, en efecto, por allá descubro a Mr. Pépin, que se adelanta con paso inseguro, por más trata de afirmarlo; que quiere ponerse derecho, y se va casi.de bruces. Sí; es Mr. Pépin, en chaleco, abotonado a la diabla, en chancletas, con su bomba convertida en clac, torcida, aplastada, hecha una miseria de tanto rodar por el.fango y de tanto ser encasquetada a manotazos en la pobre cabeza, que no puede más. Es Mr. Pépin, cuya cara, una grande amapola con costurones, parece a ratos desafiar y a ratos implorar a los raros transeuntes. Yo miro aquella triste humanidad, sin miedo, pero sin mofa, como si entreviera uno de los aspectos más tristes de la miseria, el que no mueve a lástima.

Mucho después supe que aquel hombre, a quien se volvia la espalda o se daba con el pie, había sido algo útil, un mecánico, un maquinista del ferrocarril de Camagüey, a quien.la tentación de la botella había lanzado al arroyo.

Sigue el desfile.

Oigo risotadas en la plaza. Me asomo a la ventana, deseoso de tornar parte en la fiesta, aunque sea desde mi palco. Otro aparecido. Otro que viene de lejos, o que ha descendido de su nube arrebolada. Un joven endeble, harapiento, con el semblante lleno de risa, que silba con ahinco, puestas las.dos manos a la altura de la boca, y moviéndolas en cadencia, como si cubriera alternadamente con los dedos los agujeros.de una flauta invisible. Lo sigue una tropa de muchachos callejeros, que marchan tras él a compás, repitiendo sin tregua chin chin chin. Es Pablo Chinchin. Es el hijo pródigo, que heredó, y gastó su fortunita en dar salida armoniosa a su alegría, llevando consigo por las calles una orquesta real y verdadera, antes de que con las últimas peluconas se le fuera por el aire lleno de arpegios la razón endeble. Es el pobre Pablo, a quien tantos bailaron la música y no dieron después un vaso de cerveza.

Pasa el músico de burleta; pasa el harapo que encanalló el aguardiente; pasa el viandante voceador. Leyes de la vida, ley del pensamiento humano. Tout passe; tout s'efface. Dejémoslo pasar.

Vedado, 9 de marzo, 1928


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Texto tomado de Social. Mayo 1928.

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