Un espectáculo a medio camino entre lo teatral y lo performático subió al escenario de Artefactus Teatro los días 10 y 11 del pasado mes de Septiembre, el cual se propuso enviar un fuerte, que a la vez humano mensaje contra la aún lamentablemente y persistente práctica en muchas partes de nuestro mundo, de utilizar a niños para sacrificios rituales, algo que aunque nos parezca abominable, continúa realizándose con diferentes fines, ya sea bajo la creencia de que por medio de tales actos se pueda acceder a una mejor fortuna, a una abundante cosecha o como vía para prevenir enfermedades y desastres naturales.
Con este presupuesto en mente, donde además música y texto serán de su propia autoría, Arsenio Díaz se lanza a crear un espectáculo mediante la conjunción en escena de elementos referenciales a la milenaria cultura de la India, ofreciendo de esta manera su mensaje de denuncia.
Díaz, graduado de guitarra clásica en la Habana, continuó sus estudios en el Laboratorio Nacional de Música Electroacústica, pasando más tarde a integrar el Centro Nacional de la Música de Conciertos, ambas instituciones en la propia ciudad. Su interés musical lo llevaría hacia el estudio del Sitar y de la música clásica indú, teniendo la oportunidad de recibir clases bajo la supervisión de Bharti D. Chokshi, dentro de la prestigiosa Asociación de Espectáculos de la India (APAI, por sus siglas en inglés), institución ya con veintitrés años de existencia, radicada la misma en el condado floridano de Broward.
El trabajo de este artista difundiendo la música, a la vez que la cultura indú, se ha ido extendido a través del Sur de la Florida mediante su participación en diversos eventos y como parte de algunas agrupaciones musicales donde ha podido dar a promover la rica diversidad de la música de carácter étnica, así como su gran variedad de instrumentos, además del ya mencionado Sitar, el Manjeera (platillos de mano muy chicos), los cuencos metálicos, el Gong (gran disco de metal sostenido por dos pilares), el Suona (trompeta china) y el Tumbi (instrumento de una sola cuerda).
Hemos hablado hasta aquí de quien fuera el creador de la idea de este espectáculo, pero ahora nos vemos en la necesidad de mencionar a quien hizo posible que dicha idea terminara conformando lo visto sobre la escena, nos referimos al director Erom Jimmy Cuesta, de quien lamentablemente no hemos podido disfrutar de tantos trabajos en nuestra ciudad como hubiéramos deseado, pero que cuenta con una firme trayectoria iniciada en escenarios cubanos y continuada en tierras españolas.
Como dejamos sentado desde el principio de esta líneas, en esta ocasión no estamos en presencia de una obra de teatro como tal, puesto que lo visto carece de desarrollo de una acción dramática que cree conflictos los cuales tengan que ser resueltos por los personajes en escena, más bien estamos en presencia de un hecho performático, el cual por su misma condición no abandona en parte el lenguaje representativo requerido de este tipo de trabajos, donde lo teatral no deja de estar presente.
La ambientación nos introduce sin duda alguna dentro de la cultura de la India, tanto desde el aspecto visual como desde el de los olores. La presencia de Díaz ejecutando sus instrumentos, creando maravillosos efectos sonoros que envuelven al auditorio, la utilización de grandes bandas de telas engalanando el espacio, así como la muy bien lograda presencia de Catalina Arenas, caracterizada como la imagen pétrea de la diosa del templo, logra capturar la atención del auditorio de manera inmediata. Luego aparecerá en escena la actriz Vivian Morales, elemento primordial en la historia sobre el cual recaerá la responsabilidad de narrar los hechos que sostendrán el contenido de la denuncia que se quiere presentar ante el público observador.
La historia narrada que podría verse como una muy particular, será llevada a planos universales a medida que ésta se va entretejiendo en el mismo texto con otros personajes de la historia y la literatura unidos por un mismo cordón umbilical: el del sacrificio humano de infantes.
Morales, la actriz que da vida a la madre víctima del sacrificio de su hija, personaje sufrido y vengador, se nos muestra con organicidad, buena proyección en su trabajo escénico, pero con cierta monotonía en el decir de sus textos, faltando matices en el decir de tan narrativo parlamento. La caracterización de la actriz, contribuye a darle un mayor alcance universal a la denuncia, al vestir ésta prendas de ropa propias de otras regiones asiáticas, no específicamente de la India. Por su parte Catalina Arenas convive cómodamente entre su hierática caracterización de la diosa y la humanización de la misma, llevando a cabo un interesante trabajo a medio camino entre sus dos personalidades artísticas consecuencia de un muy buen entrenamiento corporal. Como tercera presencia escénica, la joven bailarina Alexandra Fernández es la encargada de otorgar el elemento de plasticidad y simbolismo al andamiaje de este trabajo.
Interesante resulta el requerir del público presente durante unos instantes, el que tapen sus ojos, para que mientras se escucha una algo extensa narración donde se habla del abominable hecho del sacrificio infantil, los espectadores en la sala vivan el contacto de diversas sensaciones como de contactos con ramas de árboles, cuerdas, salpicaduras de agua y sonidos cercas de sus oídos, lo que ofrece la oportunidad de convertirlos en cómplices y participantes de la historia narrada. Esto último sin duda alguna refuerza el carácter de performance de dicha presentación.
Un aspecto, el único, de la puesta en escena que encontramos no acertado del todo fue la extensa proyección de imágenes en referencia a este tipo de violencia infantil, la cual se alargó por demasiado tiempo innecesariamente, al punto que al finalizar la proyección de las mismas el público pensara que el espectáculo había llegado a su fin, algo desmentido por la aparición nuevamente de las actrices en escena, para después de un breve texto, llegar ahora si, al final.
La experiencia obtenida, no obstante, con el disfrute de este trabajo muestra como cuando se conjugan los elementos idóneos, el arte puede convertirse en un muy efectivo medio de denuncia, fuera del conocido panfleto, entregando un producto artístico de lograda calidad. Enhorabuena.
Lic. Wilfredo A. Ramos
Crítico de teatro y danza.
Miami, Septiembre 14, 2022
Fotos/Arturo Arocha
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