Thursday, February 16, 2023

"Ubú Pandemia", la caricatura de una denuncia. (por Wilfredo A.Ramos)


Acaba de subir a las tablas del Miami Dade County Auditorium, en carácter de reposición, por solo una breve temporada de cuatro días -algo lamentablemente normal en esta ciudad- la obra “Ubú Pandemia”, del dramaturgo cubano-español Abel González Melo, en una puesta en escena de Teatro Avante, trabajo que había tenido ya su estreno mundial durante la XXXV edición del Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami realizada en el 2021. La puesta con dirección de Mario Ernesto Sánchez, contó con las actuaciones de Gerardo Riverón, Julio Rodríguez, Yani Martin, Laura Alemán, Andy Barbosa y Danly Arango.

La idea para este texto, parte según González Melo, de la conocida obra del dramaturgo francés del siglo XIX, Alfred Jarry, “Ubú Rey”, la cual fuera estrenada en París, el 10 de Diciembre de 1896 en el Theatre de L’Oeuvre. En dicho texto, su autor romperá con una serie de elementos propios del teatro de su tiempo, tanto desde la realización de su escritura dramática, los conceptos de de escenografía, vestuario, uso de máscaras para caracterizar los personajes e iluminación, hasta las maneras de trabajar la gestualidad y movilidad de los actores en escena; pero todo ello utilizado en función de crear una nueva visión sobre la representación teatral que lo pondrá en el camino de ser considerado un precursor de importantes movimientos artísticos que no verían la luz hasta el siglo XX, como fueron el Dadaísmo, el Surrealismo y el Teatro del Absurdo. Con los anteriores elementos en sus manos, Jarry se lanza a escribir una obra donde denuncia al ‘poder absoluto’ desde la perspectiva de la burla, el sarcasmo, la ironía, creando a través de un ambiente farsesco y de guiñol, basado en personajes ideales, pero teniendo presente al “Macbeth” shakesperiano, un imaginario universo donde la posibilidad de la crueldad y ambición del poder, se mezclan a la perfección con la verdadera historia de la humanidad.


A partir de tales presupuestos, la obra de Melo, mantiene al personaje protagónico del Rey Ubú, aunque presentándolo como hijo de Madre Ubú (en la obra original ambos son marido y mujer), de la cual depende en cierto sentido, por lo que al poder del hijo se superpondrá veladamente el de aquella, quien será la encargada de sacarlo de apuros o hasta de hacerlo resucitar, mostrándola ahora como una fuerza supranatural que incluso puede imponerse al poder absoluto, creando un rejuego de superposición de poderes, demostrando que a todo poder siempre se puede imponer otro mayor, más astuto y más despiadado aún, aunque se esconda detrás de aquel primero.

La trama de la obra será trasladada del ámbito europeo, donde se desenvuelve la acción original, hacia un país imaginario llamado ‘Uba’, el cual nos remite inmediatamente al nombre de ‘Cuba’, sobre todo ya que fonéticamente al ser pronunciado tal nombre en la rapidez de los diálogos se escucha sin duda alguna como el nombre del país real.


Por ello no es de extrañar que el resto de los personajes creados para este trabajo responden a los nombres de El Coronel, La Directora del Banco Nacional, La presidenta de la Liga de Médicos, La Pandemia, El Ministro de Turismo y El Jefe de la Policía, mediante los cuales se dejarán saber los males que corroen la sociedad cubana actual bajo la dictadura castro-comunista que ha imperado sobre dicha nación por más de seis décadas a manera de un eterno y despiadado reinado para nada guiñolesco.

Cada uno de los personajes, caracterizados de manera esperpéntica, irán exponiendo a través de un discurso altisonante, adulatorio, despiadado, burlón a veces, irónico otras, sus conceptos de lealtad y la proyección de sus acciones. Estos se moverán sobre el escenario lo mismo como marionetas, como muñecos de cuerda, como saltimbanquis o hasta como seres humanos, creando un ambiente de desenfrenado aquelarre, el cual otorga a la puesta una visión de circo grotesco.


Algo que no convence totalmente al enfrentarnos a esta puesta tiene que ver con el tono que finalmente predomina en la supuesta denuncia de los hechos narrados en la trama, ya que amén de todas las complejas características expresivas de dicho texto, se le agrega otra más, la del tan traído y llevado ‘choteo cubano’ que junto a la del panfleto, va a dominar el texto en su totalidad, hecho que a nuestro modo de ver le restará fuerza al posible sugerido impacto que podría ejercer dicho discurso.

Como resultado de la anterior situación, es que el texto se regodea en un marcado valor de parodia en detrimento de la seriedad del mismo, llegando a convertir en una mera bufonada la devastadora realidad cubana, la que aún hoy en día, por más testimonios reales ofrecidos, sigue siendo negada por una importante parte de la humanidad y sobre todo de cierto espectro artístico e intelectual internacional. Precisamente es este continuado tono de juerga, de bufonda farsesca, de libelo superficial, a la hora de abordar los traumas de la sociedad cubana bajo estos largos años de poder omnímodo, lo que ha contribuido a desvirtuar el daño procurado.


Es necesario aclarar que no menospreciamos el valor de la sátira, la cual siempre ha sido un arma efectiva para ejercer la denuncia; pero cuando esta traspasa el estrecho límite que existe en ella y la simple humorada, el concepto de denuncia queda siempre muy mal parado.

Claro que esta situación acotada puede venir avalada de la intención de mitigar la propia denuncia, para así no provocar posibles represalias y que ésta sea considerada como ‘light’ dentro del actual marco seudo auto crítico, que se ha tratado de implementar dentro de la magra sociedad cubana contemporánea a modo de limpieza de cara volcada hacia el extranjero.


Este relato denunciante puede incluso resultar inoperante y no inteligible para un público no cubano o desconocedor de la realidad de dicho país, quien lo podría tomar como mera comedia y exageración para motivar la risa adecuada e incluso para el conocedor del mismo o hasta para nosotros, los propios cubanos, puede llegar a formar parte de una muestra más de nuestra lamentable ‘nacionalidad vernácula’ y dada al choteo como forma de evadir la realidad.

En su intento dentro de la obra por hacer ciertos guiños a contextos algo más extendidos a la realidad internacional, en ciertos momentos puntuales de la obra se deja escuchar por parte del personaje de Ubú Rey la frase: “… hagamos grande a Uba otra vez”, con la cual se nos quiere remitir sin duda alguna a la frase original que formara parte de la campaña presidencial del anterior mandatario estadounidense, “Make America Great Again”, tratando por este vía de decirnos que a aquel otro personaje podemos meterlo también en el grupo de los dictadores. Enriquecimiento del sentido panfletario del texto? Tal vez.


Desgraciadamente como estamos en presencia de un material que pretende tener un carácter de denuncia política, nos hemos visto en la obligación, con nuestro análisis, de extendernos sobre el tema en cuestión, ya que el mismo afecta al desarrollo no tan solo del cuerpo del texto dramático sino también de la propia puesta sobre las tablas.

Con respecto a ésta, en el transcurso de la misma se suceden una serie de entradas y salidas a escena de personajes, las cuales no quedan justificadas, estando incluso algunas de ellas acompañadas de ‘blackouts’ (apagones totales de iluminación) que frenan la casi inexistente acción, ya que la concepción de presentación del trabajo de cada uno de los actores en escena se limita en gran medida a explayar sus discursos en aburridas formas de arengas, tan explícitas y planas como monótonas y previsibles.


El trabajo actoral mantiene un cierto balance dentro del espíritu con que se construye la puesta y que forma parte del texto dramático, haciendo que cada intérprete mantenga su rango de actuación utilizando los elementos que este género tan promiscuo les pone en las manos. Claro está, que no siempre se logra un acabado total en sus trabajos. Tal es el caso de Laura Alemán en El Coronel, quien se nota forzada en su caracterización vocal o Gerardo Riverón, en su Madre Ubú, que aunque logra un muy simpático personaje, el cual es el encargado de expresar los textos más brutales a través de la ironía, su concepción no se aleja del mismo tono de otros trabajos de comedia en donde ha participado.


Otro no logrado caso, lo tenemos en el personaje de La Pandemia, a cargo de Yani Martin, que mientras en su caracterización de La Presidenta de la Liga Médica, logra un momento de magnífica presencia interpretativa, en el anterior, que de alguna manera provoca la catarsis en el desarrollo del conflicto, el resultado queda demasiado por debajo de la pretendida importancia dada al mismo, como elemento desencadenante del desenlace de la acción que pone fin a la obra, proyectándose como una simplona caricatura, falta de contenido y de interiorización, lo que me hace pensar que la línea de dirección en esta ocasión no supo encontrar el rumbo para diseñar dicho personaje.


Por su parte, Julio Rodríguez, encarnando a Ubú Rey, resuelve con su habitual profesionalismo un personaje, pero que aún se queda corto en intenciones dramáticas. Mientras, Danly Arango (única actriz no cubana dentro del elenco, ella es colombiana) extrae partido a su personaje de La Directora del Banco Nacional, con un acertado sentido interpretativo que la separa del ‘pachanguero’ ambiente caribeño que permea la obra, alardeando de un buen decir.

Mención aparte requiere el trabajo de Andy Barbosa en su doble caracterización de El Ministro de Turismo y El Jefe de la Policía, en ambos roles se encuentra el punto más alto del trabajo actoral en esta puesta en escena. Si bien en el primero su trabajo se nos muestra a medio camino entre los saltimbanquis callejeros y los diablitos o ‘Iremes’ de la religión Abakuá dentro de la cultura afrocubana, con un excelente dominio del cuerpo en sus constantes y ligeros movimientos; en el segundo trabajo, su caracterización del agente policial, representado magníficamente el habla de una parte de la población cubana referida a su zona más oriental, demuestra no solamente el muy buen trabajo de dicción logrado, sino la inclusión de acertados movimientos faciales y corporales para su caracterización, así como el excelente dominio de su respiración, el cual le permite decir sus textos con la rapidez impregnada a los mismos, sin que se permitiera entrever esfuerzo alguno. No en balde al momento de los aplausos finales este actor se lleva los más cálidos.

No obstante, dentro de la puesta en escena el trabajo de los actores es lo más disfrutable.

La inclusión de un momento ‘musical’ dentro del transcurso de la obra a ritmo de reguetón (haciéndonos un guiño hacia la Electra Garrigó piñeriana) resultó demasiado cansino y extenso innecesariamente, mostrando poca gracia en el decir de los actores y un caótico movimiento de los mismos por el escenario.


Con respecto al concepto escenográfico, este resulta sencillo y adecuado para la acción dentro de la obra y el concepto dramático manejado, no igualmente el vestuario, el cual resulta ser excesivamente barroco en su eclecticismo, entorpeciendo el movimiento de los actores que se ven limitados ante la extravagancia del mismo, lo que va en contra del rol primordial que tiene el vestuario, el cual es el de la caracterización y la funcionalidad. A estos elementos hay que sumarle un diseño de luces bastante plano que no desempeñó rol de importancia en la puesta, amén de los innecesarios apagones anteriormente señalados.

Finalmente podemos afirmar que “Ubú Pandemia” puede ser considerada una puesta más que pasa sin pena ni gloria artística por nuestros escenarios, aunque sí haya ofrecido una oportunidad a nuestros actores de trabajar y cobrar por ello.





Lic. Wilfredo A.Ramos
Miami, Febrero 10, 2023

Fotos/ Julio de la Nuez

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