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Tu clara corriente
resuena en los valles
con rápido son:
y meces las ramas
y arrastras las flores,
y luego retumbas en alto peñón.
Te cubren las sombras
del alto dagame
y el fresco bambú:
de todos los ríos
que cruzan mis bosques
el más adorado, Najasa, eres tú.
Mas bello te miro
que el Cauto abundoso
y el claro Jigüey,
que Yara y Canímar
y Nipe y Jobabo
pues tú eres la gloria del Sol Siboney.
En noches serenas de lunas brillantes
al vivo esplendor
las indias se arrojan
corriendo a tus aguas,
y tú las halagas con blando rumor.
Cubiertas de ramas
preciosas canoas
se mecen en ti:
jamás tan ligeras
vagaron ¡oh río!
ni acá en Yarayabo, ni allá en Yumurí.
Se arrastra en tu margen
del alba a los rayos
el bello carey:
y sobre tus rocas
altivas se mecen
las seibas más altas que vió el Siboney.
En estas orillas
en lecho de flores
humilde nací:
corrí por tus valles,
crucé por tus montes...
¡Te adoro, Najasa, mi cuna está aquí!
Te adoro, te adoro,
tú formas mis dichas,
tú empleas mi mal:
tus aguas me arrullan
y son mi embeleso
tus límpidas conchas, tu verde juncal.
Bajo estos palmares
habito dichoso,
mi pobre caney...
¡oh patria querida!
yo soy de tus hijos,
yo soy de Najasa, yo soy Siboney.
En estas sabanas
en danzas y juegos
toqué el caracol:
sobre estas arenas,
sobre estas colinas
tostaron mi frente los rayos del sol.
Oh, límpido río,
si muero en tu margen,
jurándote amor:
piadoso a mi tumba
tu cauce desvía,
y exhala un gemido y arroja una flor.
¡Oh! llega a mi tumba
que cubren las ramas
de un alto jagüey;
tal vez si te escucho
aún me alce gritando:
¡Yo soy de Najasa, yo soy Siboney!
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