Monday, March 6, 2023

Un sueño americano llevado a las tablas. (por Wilfredo A. Ramos)



Casi a orillas del Río Miami, al comienzo de la Pequeña Habana, existe una gran mansión cuya historia data de los primeros años del siglo XX, que fuera la residencia de James W. Warner y su familia, procedentes del Estado de Georgia, quienes se trasladarían a estas casi virginales tierras atraídos por las nuevas y variadas oportunidades de trabajo que se presentaban en la llamada por aquel entonces “Ciudad Mágica” (Magic City). En las áreas externas de esta casa se inauguró la primera floristería de la ciudad, bajo el nombre de Miami Floral Company, regentada por Susan, esposa de Mr. Warner, que abriría sus puertas en 1906, cerrándose las mismas hacia 1973.


Esta mansión de tres plantas, construida en estilo neoclásico, fue una de las primeras edificaciones en la ciudad que fue construida con concreto reforzado para evitar daños ante posibles embates de los frecuentes huracanes que azotan esta zona. La residencia terminada en 1912, incluyó sistema eléctrico y además de plomería en su interior, lo cual no era nada común para la época. El costo total de esta obra fue de veinticinco mil dólares, convirtiéndose en un prototipo, a menor escala, de las grandes mansiones coloniales tan típicas del Sur del país.

Con el paso del tiempo, los últimos miembros de dicha familia abandonaron la vivienda y esta pasó a manos de la ciudad, albergando primero oficinas policiales así como más tarde otras de índole comercial, sufriendo una primera renovación sobre la década de los ochenta del pasado siglo y una segunda para el 2009, cuando es comprada por el Miami Hispanic Ballet, fundado un tiempo atrás por Pedro Pablo Peña, siendo reinagurada tal como la conocemos hoy, en el año 2012, convirtiéndose en el Miami Hispanic Cultural Arts Center, institución que irradia cultura hacia toda la ciudad.

Partiendo de este antecedente histórico es que podemos destacar que el esfuerzo y la voluntad que han unido a Creation Arts Center y Red Umbrella Productions para traer a nuestra ciudad un nuevo espacio donde el teatro se haga continuidad, teniendo como sede este histórico lugar, es un lujo imposible de obviar Así ambas instituciones, dirigidas por Eriberto Jiménez y José Eduardo Pardo respectivamente, han convertido a la también conocida ‘Casa blanca del ballet’ o más sencillamente ‘La Casona’, en un espacio donde poder disfrutar de obras teatrales, donde la simplicidad de sus puestas en escena va a ser la característica principal de las mismas ante la necesidad de adaptarlas a espacios poco convencionales para efectuar dicho tipo de trabajo.

Aunque con anterioridad José Eduardo Pardo había ya presentado algunas de sus obras en este espacio como “Insomne”, unipersonal interpretado por Flor Elena González y “La bicicleta”, con las actuaciones de Boris Roa y Gabriel Porras, no es hasta el pasado mes de Febrero que anuncia la citada unión de ambas instituciones para dejar creado con carácter permanente los ‘Sábados de Teatro en la Casona’, manteniendo una programación teatral estable durante todo el año.


Esta nueva etapa abrió con la reposición de un título que ya Pardo había presentado en algunos lugares de la ciudad hace tiempo atrás, nos referimos “Al sueño Americano”, que en esta oportunidad contó con las actuaciones de Shai Pineau, Boris Roa y Marcela Girón, quienes asumieron los personajes de Ella, El y La Otra.

El espacio escogido para esta representación fue el exterior de la edificación, en los jardines, utilizando como escenario el pasillo abierto lateral de la casa, situando mesas con sillas a todo el frente del mismo a modo de café-concert, donde los asistentes podían tomarse sus copitas de vino al mismo tiempo que disfrutaban de la representación de la obra.


“El sueño Americano” como se desprende del título, trata sobre las diversas y difíciles situaciones en que una mayor parte de las veces se ve envuelto aquel que decide emigrar hacia Estados Unidos, no contando siempre con las mejores opciones para hacerlo, enfrentando la entrada de manera no legal al país. La obra refleja también las situaciones de inseguridad, miseria y violencia que se vive en nuestros países al Sur del Río Bravo, que se convierten en el detonante de tal incierta inmigración. Por otra parte, el texto de Pardo hace además referencia a las condiciones de vida a las que se tiene que enfrentar ese que cruza la frontera y que no logra encontrar la estabilidad que ofrece la tenencia de documentos válidos de residencia, viéndose obligado a buscarse la vida de cualquier manera, en cualquier oficio, aunque este sea el “más viejo del mundo”. En particular la obra va a hablar sobre la situación que vive hoy en día el pueblo venezolano, siendo mucho más duro el discurso por ser tanto el autor-director como las actrices, hijos de ese pueblo.

La obra de Pardo va desde la comedia transitando poco a poco hacia el drama y por qué no, hasta la tragedia, para volver a buscar el humor como forma redentora al conflicto planteado a través de toda la obra. Es este ir y venir de un género al otro, uno de los grandes aciertos del autor al tratar tan escabroso tema, lo cual logra con agilidad y enorme fluidez, haciendo que el público ría a carcajadas o se coloque al borde de las lágrimas.


Otro acierto de la puesta en escena, es como ya señalamos su concepción espacial, que posibilita a los actores moverse por entre las mesas de los espectadores e incluso interactuar con ellos gran parte del tiempo.


Con respecto al elenco, tenemos que referirnos de modo general al trabajo de los tres, ya que cada uno de ellos le brinda a su caracterización los elementos indispensables para que resulten creíbles y humanos. Roa, como actor casi fetiche en manos de Pardo, insufla su personaje con una condición picaresca muy efectiva, mientras que Girón y Pineau, trabajan con sobriedad de recursos tanto los momentos en que son recordadas sus vicisitudes y tragedias personales, como sus hilarantes desencuentros por el hombre que ambas aman, en este interesante triángulo amoroso.

La obra guarda una sorpresa al público, el cual se ve obligado a determinar cual será el mejor final para esta historia, teniendo que escoger entre tres posibles ‘fin de fiesta’.

Sin duda alguna, tal y como ya se pudo comprobar con las anteriores puestas llevadas a cabo por José Eduardo pardo en esta instalación, el teatro en español en Miami, ese que desde hace seis décadas viene correteando por toda la ciudad buscando espacios para subirse a las tablas, ha encontrado otro lugar, uno cargado de historia. ¡Enhorabuena!




Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Marzo 5, 2023

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