Acaso como aquel Adelantado floridano que vino desde la Ínsula cubensis en plan de Descubridor de una fuente mítica de la juventud permanente, el viajero impenitente desembarca de otros modos más gentiles y se adentra en la nueva “terra incógnita” floridana.
Trae un jolongo lleno de sueños como único equipaje. La aciaga circunstancia no le permite más.
Deja detrás por imperiosa necesidad su casa que cerrarán los que le sigan en la estampida… otra o la misma de casi siete décadas… y que reactiva con cifras ingentes un mismo plan signado por los hados mas feroces.
Viene desde una tierra de entre Ríos donde ha visto crecer a su prole y donde ha amado a los suyos que habrán de sumárseles en su fúndante empresa. Dios dirá el como y el cuando…
Recorre la ciudad de la mano de entrañables cofrades, bajo la lluvia inusual de un Abril de intenso signo primaveral que lo empapa, y lo mira todo con ojos nuevos.
Lo que ve le confirma lo que siempre ha intuido desde antaño: este espacio ganado a los pantanales que perdieron a aquel primitivo colonizador trasnochado, es el fruto del esfuerzo mayúsculo de dos o casi tres generaciones de compatriotas, ahora sus mejores precedentes.
Todos marcados por el mismo signo del desmadre, pero que afincaron sus ideales mejores en una tierra de Libertad insomne donde el trabajo tiene premio seguro, y donde los hijos tendrán además de techo y pan, el aliento indiscutido de los mejores valores de humanidad y decoro.
El viajero evocará cómo entre mágicos “Golden Slumbers” sus primeros pasos bajo la lluvia floridana que aviva y despeja sus extrañamientos y nostalgias…
Pero al final se consuela y agradece por su enorme suerte. Y recuerda el adagio latino que ahora hace suyo: “ubi bene, ubi patriam”… lo demás se lo deja a Dios.
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