Felipe Rey de Castro y la Agrupación Católica Universitario. Ensayo Biográfico.
Roberto Méndez Martínez· (Ediciones Universal. Miami 2023).
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En diciembre de 1951 llegó a La Habana un jesuita fuera de lo común el P. Ricardo Lombardi (Nápoles, 1908-Roma, 1979). Era ya para esas fechas un predicador famoso por su elocuencia y su carácter persuasivo, se le conocía como “el micrófono de Dios”. Cercano al papa Pío XII, este le encargó una amplia campaña en Italia para avivar a la fe cristiana que debía impedir que los católicos votaran por los comunistas en las elecciones de 1948.
No se limitó el religioso a cumplir con este encargo puntual, sino que descubrió que el talento que había recibido debía irradiar en el resto del mundo y ese fue el núcleo de lo que llamó la Obra o Cruzada de la bondad. Comenzó entonces una vida itinerante, de un continente en otro predicando en templos, en teatros, en espacios abiertos, congregando a multitudes e insistiendo no solo en el amor al prójimo, sino en la obligación que este tenía en el plano de la justicia social.
Dos testigos excepcionales los Siervos de Dios Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares y el P. Pedro Arrupe, General de la Compañía de Jesús, dejaron testimonios de su admiración por Lombardi. Ella aseguró: “El P. Lombardi era un hombre transparente, un idealista en un cierto sentido, un contemplativo. Oyéndole hablar parecía que emanaba de él un carisma. Se le podía comparar con un ermitaño o con un Juan Bautista que gritaba movido por el Espíritu. Era un enamorado de la Iglesia… El P. Lombardi conmovía cuando nombraba a Jesús”(1).
Por su parte, Arrupe, que en sus últimos años puso un empeño especial en la opción fundamental de la iglesia por los pobres, había quedado marcado por las predicaciones de su hermano jesuita: “Más allá de las dimensiones impresionantes del ‘movimiento’ suscitado por su predicación pública, más allá de los hechos sucedidos en la Obra por él fundada, el P. Lombardi ha sido un hombre que supo comunicar a muchas personas el amor a Jesús sobre todas las cosas, el deseo urgente de hacerle conocer, de hacerle reinar”(2).
La Habana de diciembre de 1951 no era exactamente el escenario ideal para el P. Lombardi. El país vivía un momento de recuperación económica y, a pesar de los defectos que pudiera tener el gobierno democrático de Carlos Prío, la capital era una especie de vitrina del bienestar del país. Las clases altas y medias vivían una vida confortable y la Iglesia podía exhibir la edificación de templos nuevos e imponentes como: San Antonio, Santa Rita y Jesús de Miramar; había una fuerte satisfacción con el progreso de la enseñanza religiosa de la que eran emblemas colegios como los regidos por jesuitas, Hermanos de La Salle, Maristas, Dominicas Francesas y Madres del Sagrado Corazón. El titular de la sede habanera había sido creado cardenal desde 1946. Era difícil en ese ambiente detenerse en las desigualdades sociales y mucho menos pensar que aquella sociedad e iglesia satisfechas tuvieran los días contados.
El periodista Juan Emilio Friguls, quien tenía a su cargo la página católica del Diario de la Marina, dedicó una extensa columna al anuncio de la visita del célebre predicador, prevista entre el 6 y el 12 de diciembre, aproximadamente. Esta debía comenzar por su participación, entre los días 6 y 9 en el anunciado Congreso Eucarístico de Matanzas, para trasladarse después a La Habana.
A continuación, inserta varios párrafos tomados de un texto del padre jesuita José Antonio Romero(3) que resumen la labor de Lombardi, primero como profesor y orador en Italia y luego, la extensión de su “Cruzada de la bondad” al resto de Europa – Alemania, Austria, Holanda, Bélgica, Francia- y también en Estados Unidos – New York y Washington-. Destacó además sus alocuciones radiales desde las más importantes emisoras italianas. Señaló que en el centro de sus exhortaciones estaba iluminar la historia con la presencia de Jesús como única posibilidad de realización en el futuro de la humanidad y la preocupación por la justa distribución de las riquezas entre todos los hombres(4).
A pesar de que la familia propietaria del periódico era católica y tenía excelentes relaciones con la Iglesia jerárquica así como con las principales congregaciones religiosas presentes en Cuba, la presencia de Lombardi no gozó de la cobertura esperable. Hemos podido localizar, como excepción, una brevísima reseña ubicada en el suplemento 7 días en la República que acompañaba al Diario en su edición del 16 de diciembre de ese año y aparece sin firma, aunque probablemente se debiera al mismo Friguls. Esta no necesita demasiados comentarios:
La semana tuvo para el catolicismo habanero una jornada de predicación popular. Un jesuita famoso por su verbo apostólico, el padre Ricardo Lombardi, fue el encargado de hacer llegar, a través de su “Cruzada de la bondad”, el mensaje de salvación, de retorno a la Verdad y al Bien, que miles de habaneros escucharon primero desde la Catedral y después desde el moderno templo de Santa Rita y en el local de la Anunciata.Aunque el auditorio nunca satisfizo por su número al predicador – acostumbrado él a muchedumbres hasta de medio millón de oyentes- los sermones del padre Lombardi fueron un éxito, uno más a anotar en el periplo apostólico que viene realizando el incansable hijo de San Ignacio por tierras de Europa y América.La justicia social, la derrota del pecado, el regreso, el gran retorno a la vida cristiana, vivida y sentida en su plenitud, fueron puntos esenciales de la predicación del padre Lombardi, quien el miércoles, tras su sermón en la Catedral, tomó el avión para Venezuela, donde a estas horas estará, como nuevo Pablo, predicando el mensaje del Evangelio.(5)
Sabemos por el propio Diario de la llegada del ilustre invitado el día 7, procedente de México. El breve suelto señala que predicará en el Congreso Eucarístico de Matanzas el sábado 8 y el domingo 9, mientras que, a partir del lunes 10, desarrollaría otro programa en La Habana.(6)
El evento matancero se desarrolló, según las crónicas que hemos leído, con todo el esplendor posible. Fue inaugurado por el Cardenal Arteaga y a lo largo de él, en sus misas y concentraciones públicas pronunciaron sermones o discursos varios de los obispos cubanos, así como líderes laicos.
Es llamativo que no hayamos encontrado un realce particular para las intervenciones de Lombardi, quizá, como ocurre en muchísimos eventos, éstas se celebraron simultáneamente con otras actividades y la prensa no centró particularmente la atención en ellas. Como resulta muy humano en estos casos, quizá comenzó allí la irritación del invitado, al descubrir que no era el centro del evento y eso explicaría un tanto el tono del único fragmento de discurso suyo que hemos podido localizar, citado por el Dr. Ramón Torreira Crespo – historiador no católico - en su trabajo “Breve acercamiento a la historia de la Iglesia católica en Cuba: conquista, colonización y pseudorrepública”, quien afirma haberlo tomado de la publicación Duc in altum [Rema mar adentro], aparecida en diciembre de ese año. Sorprende el tono exaltado de la declaración y las opiniones vertidas sobre una Iglesia con la que solo había tomado contacto hacía pocas horas:
Cuba es un país de clima muy caliente, pero de un cristianismo muy frío y bastardo. Aquí se ama mucho la comodidad y la riqueza. Las autoridades se vendan los ojos con intereses creados... La prensa capitalista y reaccionaria se ampara en la Cruz de Cristo... La Iglesia, como doctrina en acción, vive en la cerca. Falta unidad. La campaña comunista ataca a Dios. El capitalismo hipócrita y avasallador hace de Dios un escudo y de la Cruz un báculo para llegar a la cima de su egoísmo. La Acción Católica es desunida y anémica, cuando no desvirtuada y nula.(7)
Era un tono profético, pero abiertamente provocador y sus juicios difícilmente podían brotar de experiencias propias, muy probablemente los formulaba a partir de comentarios que alguien deslizó en sus oídos. Los denuestos contra la Acción Católica resultaban absolutamente errados.
Una nota, también publicada en el Diario dirigida a la Rama C de la Acción Católica por las Damas de Acción Católica, contiene el programa del sacerdote en La Habana. Invitan en especial a “la del 10 de este mes, a las 8:30 am en la Catedral, que está dedicada a los dirigentes y elementos de la Acción Católica y demás asociaciones adheridas. Las otras conferencias para las que también se invita serán el día 11, a las 8:30 pm en la iglesia de Santa Rita de Miramar, para el pueblo en general, y el 12 a las 8:30 pm en la Catedral, también para el pueblo”(8). A esto habría que añadir la conferencia en la Anunciata, nombrada por Friguls, que posiblemente no estuviera en el plan inicial pero quizá fuera solicitada por el P. Esteban Ribas, director de la congregación o sencillamente por los miembros de la comunidad jesuita de Reina.
Fue una estancia demasiado corta, que pudo estar asociada con la decepción que el orador tuvo por la acogida del público, como da a entender el periodista y como confirmará el propio Lombardi poco después, en un fragmento recogido por el Dr. Rubén Darío Rumbaut, un destacado psiquiatra y dirigente de la Acción Católica, en su artículo “Una visión profética de Cuba” publicado en el Semanario Católico en julio de 1953:
La nación en que menos ha repercutido mi cruzada es Cuba. Hay en ella tal abundancia de dones, tal riqueza, tal facilidad de vida, que las clarinadas de anuncio y de llamada resbalan sobre sus gentes. Fuera de algunos núcleos selectos, y de los sectores humildes y miserables, Cuba vive bajo el signo de la frivolidad. Aun no comprenden el drama del mundo, y aun tienen que pagar su cuota de dolor, como la han pagado y la están pagando ya casi todas las naciones contemporáneas.(9)
No es difícil imaginar que la audiencia de aquellos sermones, selecta pero no multitudinaria, estaba conformada por algún representante de la Jerarquía, los miembros de la Compañía, algunos alumnos de Belén, un buen número de congregantes de la ACU y la Anunciata, dirigentes y miembros de las distintas ramas de la Acción Católica y cierto número de feligreses interesados.
Sabemos de la asistencia a aquella predicaciones de algunos laicos que pronto devendrían prestigiosos intelectuales, entre ellos los poetas Fina García Marruz y Eliseo Diego y el crítico de cine Walfredo Piñera, quienes años después dejaron diversos testimonios de la profunda impresión que les había hecho el orador y la influencia que ejerció en su acercamiento a un “cristianismo social”.
Los asistentes eran el fermento evangélico y no la masa. Representaban las fuerzas vivas de la Iglesia, no aquella mayoría que se declaraba católica pero estaba ajena a cualquier compromiso apostólico. Lombardi, al hacer su amarga profecía ignoraba que había tenido una audiencia selecta y receptiva, aunque el número no halagara el amor propio de quien convocaba “muchedumbres”.
Sabemos que el P. Rey asistió a las conferencias y que estas le impresionaron vivamente. Esto resulta llamativo, porque el contenido central no era demasiado novedoso para él, si tenemos en cuenta que su método de formación para los agrupados ponía la Doctrina Social junto la espiritualidad ignaciana y no era aventurado temer el que el tono exaltado del predicador – prejuiciado ya, por las razones que fuera, con la Iglesia cubana- motivara en él rechazo o indiferencia. Pero ocurrió todo lo contrario.
En primer término, según Figueroa, en esos momentos la cuestión social le interesaba cada vez más al jesuita. De hecho el tema de la Asamblea Apostólica de la ACU, celebrada en el anterior mes de octubre tenía como tema “Problemas del obrerismo en Cuba”. Había manifestado varias veces a los agrupados que era necesario sensibilizarse con esos asuntos y procurar influir en su medio sobre ellos.
Había sido testigo de cómo algunos de sus muchachos llegaban a posiciones políticas apreciables - Juan Antonio Rubio Padilla, Ángel Fernández Varela- y las desempeñaban sin sacrificar la ética cristiana, pero quizá había topado con una dificultad en su programa de “formación de los selectos”. Aquellos nacidos y educados en una vida acomodada podían ser caritativos y hasta empeñarse en un apostolado como el de Las Yaguas, pero no era fácil que “sintonizaran” con la raíz de las desigualdades sociales y se enfrentaran a la filosofía del “confort” y del disfrute despreocupado. No era una cuestión de influencias políticas, sino la necesidad de una verdadera conversión cristiana en la sociedad.
Por eso el tono profético de Lombardi lo tocó profundamente, no solo por el carisma de éste, sino porque – al parecer- el hecho de que actuara como un enviado de Pío XII lo convertía en alguien que procuraba llevar a la práctica el pensamiento social del pontífice.
No hay que desechar la posibilidad de que ambos hijos de San Ignacio conversaran en privado y que eso despertara una corriente de simpatía entre ambos. De hecho, en este caso no surgieron las prudentes reservas que en el fundador de la ACU habían despertado los procesos de adhesión a la Acción Católica o a Pax Romana. De forma inmediata quiso que él y los suyos quedaran vinculados a la “Cruzada de la bondad”.
Eso explica que acordara con el predicador asistir a una reunión que éste convocaría en Bogotá – destino siguiente después de su visita a Venezuela- con delegados de varios países de América Latina, en los primeros días de 1952.
Rey de Castro no viajó solo, hizo que le acompañaran los agrupados más sensibles a las cuestiones sociales y políticas, no solo los experimentados Juan Antonio Rubio y Ángel Fernández sino otros más jóvenes y prometedores como Ignacio Warner y Manuel Artime. Junto a ellos viajó uno de los líderes de la Acción Católica, Rubén Darío Rumbaut quien lo describió después como “ágil, alerta, incansable, sorprendente joven, charlando con nosotros en los rincones sobre el ‘Mundo Nuevo”(10).
Un excelente testigo de aquellos tiempos, Miguel Figueroa, describe la sorprendente reacción del Director de la Agrupación a partir de la reunión con el sacerdote italiano:
Su encuentro con el P. Lombardi fue un fuerte impacto que reanimó en él todas las energías, las esperanzas, y la frescura de los años mozos, pero el hervor de aquel entusiasmo, y la exaltación que le produjo el escuchar los planes amplísimos, que él mejor que ningún otro de los presentes podía comprender y sentir, causó en su espíritu tan lógicamente estructurado y donde había tanta honradez, una profunda conmoción que lo llevó a revisar la obra realizada hasta ese momento en la Agrupación, y a concluir que era preciso darle una mayor orientación social.“Ha llegado la hora”, solía repetir en esos días, “de la lucha social de la Iglesia, y hay que empezar por dar conciencia social a nuestros católicos”.Preocupadísimo con estas ideas regresó a la Habana el 7 de enero, y en seguida comenzó a estudiar nuevos planes de acción que nunca terminó y que jamás llegó a revelar a nadie.(11)
Precisamente el autor de la Historia de la Agrupación Católica Universitaria descubrirá pronto en el desarrollo de las actividades de la Agrupación en aquel mes de enero y los primeros días de febrero, las huellas de aquel encuentro en Colombia. No solo recuerda que lo evocó en la última de las reuniones del Círculo Ascético a la que asistió, sino que insertó ideas tomadas de él en la meditación del retiro que dirigió en enero, centrada en “Los apostolados fecundos” del P. Ayala y, muy especialmente, en su última plática dominical – el domingo 10 de febrero- donde cuestionó a “una sociedad que hace gala de su materialismo egoísta y que, fustigada por un liberalismo explotador, pisotea la justicia social, llevando a la miseria a millones de seres infelices”.(12)
Como afirma otro destacado agrupado, el Dr. José Manuel Hernández en su libro Agrupación Católica Universitaria. Los primeros cincuenta años: “No es improbable, pues, que al regresar a La Habana (7 de enero de 1952) estuviera rumiando la posibilidad de revisar la obra realizada hasta entonces por la Agrupación e impartir a ésta una orientación social más marcada. Pero si esto era en verdad lo que se proponía nunca llegó a comunicárselo a nadie”.(13)
Quizá en los inescrutables designios divinos estuvo colocar a Cuba en la ruta del P. Lombardi, para que, a pesar de la indiferencia de las mayorías, el fundador de la ACU procurara completar su obra y alertar a sus apóstoles antes de su partida. Él era parte viva ya de aquella “Cruzada de la bondad”.
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- “El Padre Lombardi, S.J.”. Por un mundo mejor. Servicio de animación espiritual. Página web consultada el 24 de noviembre de 2022 en http://www.porunmundomejor.com/wordpress/somos/el-padre-lombardi/
- Ibidem
- P. José Antonio Romero SJ (1888-1961). Se destacó en México como publicista católico. Fundador en 1937 de la Obra Nacional de la Buena Prensa.
- Juan E. Friguls: “El Padre Lombardi y Cuba”. Sección Actualidad Católica. Diario de la Marina, 14 de noviembre de 1951, p.8.
- “El Padre Lombardi”. 7 días en la República, p.6. Diario de la Marina, domingo 16 de diciembre de 1951.
- “Llega hoy el famoso predicador sagrado Padre Lombardi”. Diario de la Marina, viernes 7 de diciembre de 1951, p.1.
- Cf. Dr. Ramón Torreira Crespo: “Breve acercamiento a la historia de la Iglesia católica en Cuba: conquista, colonización y pseudorrepública”. Consultado el 3 de noviembre de 2022 en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/cuba/cips/caudales06/fscommand/52T13.pdf
- Damas de Acción Católica: “Aviso de la Rama C de Acción Católica Cubana”. Diario de la Marina, viernes 7 de diciembre de 1951, p.22.
- Manuel Fernández Santalices: Presencia en Cuba del catolicismo. Apuntes históricos del siglo XX. Caracas, Fundación Konrad Adenauer, 1998, p. 73.
- Dr. Miguel Figueroa y Miranda: Historia de la Agrupación Católica Universitaria 1931-1956. Agrupación Católica Universitaria, Miami, 2020, p.169.
- Ibidem
- Ibidem
- Dr. José Manuel Hernández: Agrupación Católica Universitaria. Los primeros cincuenta años. Agrupación Católica Universitaria, Miami, 1981, p.63.
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