Era sábado al almuerzo, me ganó la alegría de haberla "ganado". Nos embriagamos en la barra de la entrada, yo más que ella, firmamos (en un descuido del bartender) una pintura que decoraba el bar, porque "el cuadro es de quien(es) lo firma(n)". Almorzamos, agregamos cervezas a los tragos anteriores.
Estaba eufórico, antes de que ella me abordara en la barbería (Salón Modelo), cuando al pasar me vio del otro lado de la puerta de cristal, ni soñaba con besarla. Conversamos, flirteamos, en el próximo cruce casual, quedamos para ese sábado al mediodia, yo tenía novia.
El almuerzo iba a todo tren (de los de verdad), hasta que le recité "Digo que yo no soy un hombre puro", de Guillén. Abrió sus maravillosos ojos y "recogió pita". Hasta ahí llegó el soplo de paraíso de ese mediodía en La Tinajita, a mediados de la década de los 80s.
Era bella y linda, es bella y es linda, una noche, ya en el siglo XXI, conversamos, reímos, como si solo fuésemos amigos, no mencionamos nuestro único anterior encuentro, no sé si recuerde los detalles.
No soy un hombre puro, pero no he vuelto a recitar el poema. El cumpleaños de Guillén le ha traído a mi memoria. (JEM)
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Digo que yo no soy un hombre puro
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.
Nicolás Guillén
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