Ernest Hemingway
a los 5 meses de nacido
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Hoy se cumplen 124 años de su nacimiento. Hemingway según nos lo narra Baker nació de día, a las ocho en punto de un día de Julio como hoy.
A renglón seguido en su completísima aproximación biográfica, la única autorizada por él propio Hemingway, siempre tan reacio a airear sus intimidades, a no ser que el mismo las confiara desde su propia y siempre muy bien ficcionalizada literatura, Baker sigue acotando detalles poco manejados sobre aquel día:
El primer nieto de Ernest Hall vio la luz en la habitación que miraba al sur de la casa. Pesó nueve libras y media y midió veinte y tres pulgadas. Su pelo era negro y espeso, aunque luego se tornó amarillo, y tenía ojos azul profundo, aunue más tarde se volvieron carmelitas… Tenía hoyuelos en sus mejillas , y su voz desde el principio sonó definitivamente masculina. Su madre acotó aquel día “que los petirrojos cantaban sus más dulces canciones para darle la bienvenida al pequeño recién llegado a este mundo tan maravilloso”. Su bautizo se demoró hasta el primero de octubre coincidiendo con el tercer aniversario de boda de sus padres. Sucedió durante un viaje al Bear Lake. Le confiaron los nombre de Henry Miller, ambos provenientes por el lado familiar de su progenitora: Ernest por su abuelo Hall, y Miller por su tio abuelo. Después de la ceremonia su madre Grace remarcó con gran piedad que “su hijo había sido presentado como una ofrenda al Señor, para recibir su nombre y luego ser contado entre los pequeños corderos de Dios.
Caminó un poco antes del año, sigue apuntandonos Baker:
saboreaba las manzanas y mostró desde el principio, gran gusto por el pescado que mal pronunciaba como “hish” término que luego aplicará a todos sus alimentos”... De acuerdo a su madre, todo su pequeño y robusto cuerpo estaba hecho de músculos y tenía manos más largas y fuertes que su hermana Marcelline. Cuando era contrariado en sus deseos se mostraba furioso, pateaba y bailaba con rabia Al acostarlo no protestaba, y ponía la almohada sobre su cara para evitar la luz. Se arrodillaba en las rodillas de su madre cuando aquella principiaba sus oraciones. Pero luego de un par de plegarias, se erguía y decía con voz fuerte y en gesto final: Amén.
Nada le causaba más placer que jugar con los nombres. El suyo propio lo bautizó “Nurnie”, quizás su primero de tantos apodos… a su madre la apodaba Fweetee…Había aprendido el arte de dar besos melosos cuando estaba arrepentido de algo mal hecho… Cuando le preguntaban de qué tenía miedo, gritaba segun su madre decía con convicción” fraid a nothing”(1)...
Otras singulares dotes eran, con apenas un año de vida, sus habilidades y aptitudes verbales, y su magnífica memoria. Baker nos deja botones de muestra:
Memorizaba versos de Tennyson, especialmente su poema “La carga de la brigada ligera”, para recitarlo se disfrazaba de soldado, recogía fragmentos de madera que llamaba sus trabucos, sus pistola, su rifle Winchester… Sus padres estaban orgullosos de su coraje y tolerancia. Dramatizaba pasajes del poema Hiawatha de Longfellow junto a Marceline que pasaba por la hija de un personaje del poema en las tierras de los Dacotas.”
Sus dotes musicales, que luego su madre trataría de encaminar muy a pesar del propio Hemingway, se hacían igualmente manifiestas, el detalle nos sirve de colofón para esta mirada retrospectiva del infante Hemingway en aquel principio de siglo XX que estrenó a no dudarlo y que magnificó desde su creatividad literaria a toda prueba:
Ernest compuso una canción adaptada de un vals que escribiera su madre titulado Lovely Walloona. De la frase: “and old baboon by the light of the moon”(un baboon a la luz de la luna), cantaba, interpolando la frase con su gracil imaginación ya evidente, voz el verso que decía: “Oh walloon, light a da moon” (oh wallon luz de luna), lo que sorprendió gratamente a sus padres por tan brillante y sugerente interpolación.
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1. Sin miedo a nada. De adulto ese sería su lema más conocido.
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Todas las citas pertenecen a Ernest Hemingway m. A Life Story. Carlos Baker. NY, 1969. pp 3-5. Traducción de Carlos A. Peón-Casas.
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