“... En plato de oro rico tu desnudo
¡Plato de pobre!
Pero guarda !oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de eso cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
¡Las armas no. Las armas son de hierro!...”
("Hierro", poema incluido en Versos Libres, José Martí).
Proponerse llevar a escena a un personaje de la vida real, más aún cuando este ha sido un reconocido líder de una gesta política-militar, determinante para la historia de una nación, el cual ha trascendido a la más alta posición del imaginario ideológico y nacionalista de un pueblo, es sin duda un reto del que no siempre se suele salir bien parado. Esto se debe a que una figura de tal grandeza histórica se ha ido convirtiendo a través del tiempo en un mito, dejando posiblemente de lado su verdadera talla de ser mortal, de hombre común, lo que complica el que pueda ser visto mediante una mirada regular, desprejuiciada de patrones arquetípicos y de carácter heroico.
No siempre figuras de tal envergadura han tomado vida sobre las tablas, aunque sí hayan sido protagonistas en innumerables textos narrativos, por lo que asumir tal propósito artístico conlleva un escabroso proceso de preparación, investigación, acercamiento y riesgo a la figura que pretende ser traída a la vida frente al espectador.
Una de estas personalidades de la historia, en especial de la cubana, que en ocasiones ha provocado a dramaturgos revivirla sobre el escenario ha sido la de José Martí, considerado como el Apóstol de la independencia cubana y el Héroe Nacional, hecho que no obstante ha sido tomado con cautela, debido al grado de idealización y canonización que esta figura ha tomado a través del tiempo, producto de discursos oficiales, los que se han apoderado del hombre en función de la propaganda política, discursos que lo han jalonado de una parte hacia la otra del espectro ideológico, convirtiéndolo casi en una figura sobrehumana, alejada de la cotidianidad del pueblo, a la que se debe venerar como a un santo iluminado. Dichas lecturas de la vida de Martí, han llegado a crear cierto rechazo y en alguna medida, al verdadero valor y significado de la vida de un hombre, de un cubano más, que puso su vida y obra en función de la noble causa de la libertad de su pueblo.
Atraídos por esa lectura martiana más humana y terrenal -que algunos han tratado de evitar por conveniencias políticas- varios dramaturgos cubanos han tratado a través del tiempo en penetrar la vida del hombre más allá del gran líder, del gran pensador, del extraordinario intelectual, rebuscando en los episodios más íntimos de su cotidiana vida para mostrárnoslo como el hombre común que también era.
Un ejemplo lo podemos encontrar en el drama “Un objeto de deseo”, del investigador y dramaturgo exiliado, Matías Monte Huidobro, obra cargada de polémica y sentido crítico hacia nuestra identidad nacional, cuestionando así algunos mitos y valores que en ocasiones rodean de demagogia y fantasía la vida de Martí. Este texto tuvo su estreno en el año 2006, contando con la dirección de Mario Salas-Lanz y las actuaciones de Natacha Amador, Yamilé Amador y Jorge Hernández, provocando reacciones encontradas entre una parte del público y estudiosos de la obra martiana.
De igual manera para 1988 Raul de Cárdenas obtiene el premio Letras de Oro, otorgado por la Universidad de Miami, con el texto dramático “Un hombre al amanecer”, monólogo donde el autor sitúa a Martí en medio de su obra poética y la relación de la misma con su difícil andar por la vida. Dicho trabajo tuvo su estreno en 1989 bajo la dirección de Griselda Nogueras, siendo interpretado por Marcos Casanova, contando además con la participación de los cantantes Marta Ramírez y Carlos Gómez,quienes interactuaban a manera de coro griego. Este espectáculo tuvo como escenario el patio de la residencia del Dr. Gastón de Cárdenas -hermano del autor, quien no pudo estar en Miami para poder verlo- ubicada en el 7765 SW 57 Terrace, en nuestra ciudad.
Otros autores cubanos que no han dudado en utilizar a Martí como personaje real dentro de un texto dramático han sido también Iván Acosta y Omar Torres, quienes escribieron a dos manos “Abdala-José Martí”, estrenado en 1972, en el escenario al aire libre del Lincoln Center Summer Theater de New York, ante más de tres mil espectadores; Mario Martin con “José Martí: aquí presente” y Atilio Caballero, quien dentro de Cuba desde el 2019 aproximadamente ha venido presentando su obra “Espantado de todo”. Incluso el periodista, ensayista, biógrafo y dramaturgo catalán Rafael Marquina (1887-1960) asentado en la Habana desde 1932, escribe “Estampas Martianas”, quien también fuera el encargado de realizar el índice por materias de las Obras Completas de José Martí en 1946.
En esta oportunidad, es Carlos Celdrán, reconocido director cubano residente en España, devenido además dramaturgo, quien se ha volcado a indagar sobre la condición humana de José Martí, para de esa manera posicionarlo como personaje de carne y hueso nuevamente sobre las tablas mediante su obra “Hierro”, estrenada en la Habana en Noviembre del 2019 y que ahora ha tenido la oportunidad de presentarla aquí, en nuestra ciudad, en el escenario del On-Stage Black Box del Miami Dade County Auditorium, en una producción de Arca Images, entre los días 27 de Julio y 6 de Agosto.
El que en estos tiempos convulsos del devenir nacional cubano se retome la presencia de Martí para la escena podría despertar curiosidad o incredulidad en como podría ser tratada a estas alturas la figura del hombre del cual mucho se ha hablado, lo mismo como extraordinario intelectual, así como también el aguerrido pensador político que sin duda alguna fue.
Pero dejemos que sea el propio autor quien nos diga que significó para él entrar en este trabajo: “...el acto de imaginarlo fue muy desgarrador. Para mí fue muy conmovedor porque fue quitarme todos los preconceptos. Por eso imaginarlo como ficción es muy violento. Para nosotros es muy catalizador” (Entrevista realizada a Carlos Celdrán en Rialta).
El texto no va a utilizar en momento alguno palabras, ni fragmentos de poemas u otras obras de Martí, la palabra utilizada estará concebida por el propio dramaturgo en función de las acciones que si son narradas en la obra y que formaron parte de su vida, en un período de tiempo concebido entre 1885 y 1892, transcurrido entre las ciudades de Tampa y New York, aunque sin un orden cronológico, pues el concepto ‘tiempo’ es alterado constantemente en la obra, avanzando o retrocediendo según el interés dramatúrgico del autor.
Los momentos de su vida escogidos serán puntuales, a través de los cuales se puede retratar con mayor precisión al ser humano, presionado por los avatares cotidianos a los que como intelectual, esposo, padre y luchador se verá avocado. De ahí que la construcción del personaje de José Martí tanto como del resto de los mismos que van a interactuar con él dentro de esta obra, se encuentra necesariamente dirigida hacia una concepción naturalista de los mismos, conjuntamente con una proyección nada altisonante de las ideas expresadas, mediante un verbo fluido y certero, que humaniza el valor de cada personaje en sus diálogos e interacciones.
Como sucede habitualmente con cada una de las puestas en escena de Celdrán, el ambiente se desenvuelve entre la sobriedad y un cierto minimalismo característico en la concepción del trabajo de este artista, donde el elemento escenográfico y de utilería requerida se hará presente en su mínima expresión, estando ambos en función precisa y objetiva de la acción dramática.
Como ya señalamos con anterioridad, el dramaturgo va a mover los elementos tiempo-espacio de manera no lineal, jugando con ambos conceptos a manera de retrospectiva cinematográfica, lo que se agradece, debido a que saca la puesta de lo que pudiera ser apreciado como cierta monotonía estructural en el desarrollo dramático, obligando al espectador a volver sobre acontecimientos ya vistos para no dejarlos en el olvido e integrarlos como parte necesaria de hechos posteriores, ayudando a entender los mismos con mayor claridad.
En busca de actores para encarnar a estos personajes, en esta nueva puesta, el autor recurrió a conformar un elenco con algunos actores con los que ya había trabajado en Cuba y que actualmente residen en nuestra ciudad, junto con otros con los que trabajaba por vez primera, así como haciendo venir desde la isla al actor que ya había asumido la responsabilidad de tomar la piel de José Martí en su estreno habanero, el cual había recibido excelentes críticas sobre su trabajo de incorporación de dicho personaje.
El desempeño actoral en general estuvo a la altura de lo esperado en una producción marcada por el sello direccional de Celdrán, donde lo superfluo de la acción se elimina, concentrando el quehacer en la importancia de lo que se dice y en la importancia de la verdad en cada gesto. Sin duda la palabra es la protagonista absoluta en esta puesta y para ello cada intérprete se esforzó en otorgarle a la misma, la oportuna atención a cada frase, a cada diálogo, en busca de entregarnos su propia verdad.
Caleb Casas, quien fuera el actor llegado desde la isla para interpretar a Martí, asume al hombre sin caracterizaciones esquemáticas ni estereotipadas, su incorporación nace de su entendimiento propio sobre la figura a trabajar, obviando diferencias fisiológicas en función de características temperamentales provocadas por la acción dramática. Seguridad en el habla, en la proyección de los sentimientos, parquedad en el accionar y el movimiento, dan forma a la estructura de este Martí sobre el escenario, el cual se nos hace creíble y mortal. Sin duda un muy notable trabajo de caracterización de un personaje histórico real, que siempre tiende a provocar reacciones encontradas al tratar de mostrarlo como un cercano ser humano.
Rachel Pastor, quien asume el rol de Carmen Miyares, esposa de Manuel Mantilla, papel que ya había tenido la posibilidad de realizar en el estreno mundial de esta obra en la Habana, entrega un personaje bien templado, con una profunda apropiación del mismo, mostrando su profundas características maternales, así como de respeto y admiración hacia el pensador, el intelectual y el político. Un elemento muy bien trabajado, con sumo cuidado y discreción, podemos apreciarlo en como resulta tratada por el autor la posible relación afectiva-amorosa, de la que tanto se ha hablado, entre Carmen y Martí, la que es mostrada de manera donde la admiración oculta como un velo otros posibles sentimientos. De soberbio puede considerarse el trabajo presentado por dicha actriz.
Un actor, que a pesar de sus aún pocas presentaciones sobre las tablas de nuestra ciudad ha sabido ganarse el respeto por sus convincentes entregas, ha sido Daniel Romero, quien en esta oportunidad vuelve a incorporar el personaje del Hombre, que también había trabajado en la puesta habanera, como integrante de la compañía Argos Teatro que dirigía Carlos Celdrán, y con el cual vuelve a ofrecer una excelente demostración de su trabajo y sus capacidades de desdoblamiento actoral.
Con dicho personaje se trae a escena el fatídico intento de envenenamiento sufrido por Martí en Diciembre de 1892, durante una de sus paradas en la ciudad de Ybor City, Tampa, donde le fue mezclado algún producto tóxico en la bebida que acostumbraba a degustar -un vino de Mariani, fabricado en Francia a base de tinto de Bordeaux y hojas de coca, preferido también por figuras como el Papa León XIII, el escritor francés Emile Zola y el Presidente norteamericano Ulysses S. Grant- pero que por suerte, al notar el mal sabor del mismo, escupió rápidamente, siendo tratado de inmediato por un médico que se encontraba presente, hecho este que le añadiría una dolencia más a su ya débil y enfermizo organismo.
Gilberto Reyes, en la piel de Manuel Mantilla, Carlos Acosta Milián, como el Doctor y Ariel Texido en el personaje del Patriota, incorporan sus respectivos personajes desde una bien manejada contención anímica y entendimiento de cada uno de su roles dentro de la historia, mostrando los tres un trabajo coherente, con muy buen dominio de la palabra y en adecuada interacción con la figura martiana.
Joel Lara, joven actor que ha dejado su huella en nuestros escenarios con excelentes trabajos y que gustaría poder verlo con mayor asiduidad sobre nuestras tablas, va a asumir al hijo del matrimonio Mantilla, Manuelito, aprovechando la fuerza juvenil que el propio personaje ofrece, no escatimando en aprovechar la energía que el mismo ofrece dentro de la acción, mostrando inteligencia en trabajar las variadas y perceptibles transiciones que el comportamiento de su personaje le ofrece. Nuevamente Lara deleita con su interpretación.
Por último, no por ser menos importante, todo lo contrario, ya que este personaje ocupa en la obra un lugar muy importante, debido a que sobre el mismo recae en gran medida el peso de una parte considerable de la trama en esta obra, por ser el mismo responsable de las contradicciones que atraviesa y van a marcar la vida del protagonista, Claudia Valdés, como Carmen Zayas-Bazán, logra encarnar con bastante verdad escénica el rol de la esposa, de la madre, que clama por la atención y la toma de responsabilidad del hombre con el que ha unido su vida y con el que ha traído al mundo un hijo fruto de su unión. Con respecto a su desempeño si podríamos agregar que por momentos pareciera que pierde el personaje o la fuerza del mismo, restando credibilidad a algunos de sus parlamentos. Con el anterior señalamiento, muy puntual, no intentamos decir que ello signifique que se haya desdibujado su trabajo en su totalidad pero sí es un detalle a tener en cuenta.
El nivel del trabajo por parte de todos los actores como ya hemos apuntado, resulta extremadamente satisfactorio, lo que se agradece con creces, al no encontrarnos con desniveles interpretativos, disfrutando de una magnífica dicción por parte de todo el elenco, algo que en los tiempos que corren se agradece en demasía, De igual forma el trabajo físico llevado a cabo por cada uno de los actores queda perfectamente adecuado a la asimilación de la personalidad de sus respectivos personajes.
Si tuviéramos que escoger qué escenas de esta larga puesta de dos horas de duración nos atraparon con mayor fuerza, diríamos sin titubear que en especial las tres donde se produce el encuentro entre José Martí con su presunto envenenador, en las cuales ambos actores -Caleb y Romero- ofrecen un contundente y muy convincente trabajo de introspección de sus respectivos personajes, asumiéndolos de manera no solo terrenal sino espiritual, regalando los mejores momentos, de mayor carga emocional y de profunda entrega artística. Es a nuestra forma de ver donde el Martí hombre crece, donde de manera casi imperceptible el autor desea ofrecernos algo de ese grado de magnificencia que como brillante aureola envuelve la figura del ser humano que tanto representa para el conjunto de la nacionalidad cubana.
Con respecto a la puesta en escena, la misma se desenvuelve dentro de los cánones estéticos que definen la linea de trabajo de este director, el cual ama los grandes espacios vacíos con escasa o ninguna escenografía, utilizando los elementos de utilería imprescindible, dando a sus puestas un aspecto de sordidez, casi minimalista, que en ocasiones pudiera resultar para algunos excesivo, aunque no por ello reste intensidad al hecho artístico en sí mismo. La sobriedad en su máxima expresión es la prioridad en la dramaturgia escénica de este artista. Su trabajo estará volcado fundamentalmente a hacer hincapié en el desempeño del actor, en como este asume desde su yo propio al ‘otro’, es decir a ese otro ser que es su personaje y ello se ve logrado perfectamente una vez más en este nuevo proyecto.
Revivir la figura de nuestro considerado Apóstol de las luchas por la independencia de Cuba, en estos momentos y traerla a escena, toma un carácter de compromiso ante la ausencia de verdaderas figuras que pudieran impulsar la actual lucha por una nueva independencia, situación que igual que en aquel entonces se torna prioridad para la sobrevivencia de la nación cubana y que aunque no haya sido tal vez la intención del dramaturgo-director, sirve de contemporánea lectura.
A modo de conclusión podemos añadir que con esta visión de José Martí, llevada a las tablas por Carlos Celdrán, nos encontramos una vez más frente a frente con el ser humano, el que a pesar de las traiciones, las incomprensiones, puso su fe, amor y empeño en no permitir el debilitamiento de los ideales, aunque por momentos mirara a su alrededor y se sintiera perdido y solo, tal como lo reflejara en una de las frecuentes cartas dirigidas a su mexicano amigo Manuel Mercado, donde le dice: “...Vivo con el corazón clavado de puñales desde hace muchos años. Hay veces que me parece que no puedo levantarme de la pena”.
Pensamientos estos que nos han consternado también a muchos cubanos.
Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Agosto 5, 2023
Fotos/Julio de la Nuez
No comments:
Post a Comment