Con gusto siempre renovado repasamos las páginas menos conocidas y divulgadas de la vida de nuestro héroe epónimo. Esta vez por intermedio de este opúsculo que Aurelia Castillo, le dedicara a su memoria en el año de 1911.
Reveladores son algunos de estos apuntes que ahora comparto al siempre animado lector de estas páginas, y que buscan resaltar la memoria ancestral del terruño puertoprincipeño en sus facetas más reveladoras.
Principian estas memorias de Aurelia Castillo, que indagan por la trayectoria vital de Agramonte, remontándonos al tiempo de su primera cercanía con el joven patricio, en aquel Puerto Príncipe donde fueran coterráneos y compartieran sincera amistad:
Le conocí siendo estudiante de Derecho en la Universidad de La Habana. Ya antes lo había sido en el Colegio de Don José de la Luz... Iba el estudiante a pasar sus vacaciones en la ciudad de Puerto Príncipe (Camagüey hoy), donde residían sus padres, y en bailes y reuniones nos encontrábamos y nos hicimos buenos amigos.
Sus primeras impresiones del joven y gallardo Agramonte vienen de seguido en un retrato muy sugestivo:
Me parece verle. Era alto, delgado, muy pálido, no con palidez enfermiza… sino con palidez de fuertes energías reconcentradas; su cabeza era apolínea, sus cabellos castaños, finos y lacios; sus pardos ojos velados como los de Washington; su boca pequeña y llena, como la que se ve en las representaciones de Marte, y sombreada apenas por fino bigote; su voz firme.(...) Distinguíase además… por su educación esmeradísima, por su trato respetuoso por su seriedad, por su intachable conducta. Estaba exento de vicios y lleno de virtudes…
La autora, nos sigue relatando aquellas facetas de amistad que con el que el tiempo y las circunstancias del que con el tiempo se convertiría en el héroe inolvidable y hacedor de nuestra historia patria:
Yo fui -perdónenme la jactancia- una de sus amigas predilectas. Cuando en bailes nos encontrábamos, jamás dejó de bailar conmigo; cuando en reuniones siempre se acercaba a saludarme.
Un recuerdo particular de aquella entrañable cercanía de indudable y sincera amistad nos llega en las palabras de Aurelia, la anécdota que nos habla de la enorme sensibilidad del héroe por las bellas letras, pasión que compartía con la que sería celebrada rimadora.
Estábamos en una de aquellas ferias de la Caridad, delicias de los camagüeyanos, y muchachas y muchachos jugábamos a las prendas en la casa de una tía mía. Ignacio había perdido: tenía que sacar su prenda, y como se le sabía grande aficionado a las letras, y un cultivador de aquellas a ratos, se le mandó a recitar, y él recitó de una manera que yo no he podido olvidar, algunas estrofas del Canto del Cosaco, de Espronceda. Cada palabra fuertemente acentuada, parecía un golpe de maza descargado sobre los opresores de pueblos, sobre los opresores de Cuba especialmente…
En otro minuto de sus rememoraciones sobre el Mayor, Aurelia nos regala una fina estampa de aquella entrañable cercanía. Alude otra vez a la exquisita sensibilidad de aquel Agramonte, hombre de acción y valentía y arrojo probadas hasta la saciedad; pero a la vez dotado de una sensibilidad que le desbordaba.
La comparto con el lector en plan de cierre a esta memorabilia tan entrañable con que Aurelia del Castillo rememorara y celebrara su amistad con Ignacio Agramonte:
(...) No puedo fijar el año, pero fue indudablemente entre los de 1866 y 1867…Tomaba yo a la sazón lecciones de francés. Hubo de decirme Ignacio un día que deseaba leer conmigo un libro francés para ver las impresiones que esa lectura me produjese y oír mis observaciones. Y efectivamente, pocas noches después se presentó en casa de mi hermana, donde yo recibía mis visitas, con el libro prometido… no pudimos leer aquella noche, ni Agramonte repitió su visita pero el libro quedó en mi poder. Su título era Le christianisme et le libre examen… el autor era deista. Su argumentación echaba por tierra todas la religiones positivas… Pero se quedaba con Dios, y yo que sabía esto porque el autor lo indicaba en los primeros capítulos… estaba grandemente intrigada…por saber de que manera podría… salvar lo esencial después de haber destruído todo lo accesorio... Y esta curiosidad, quién lo creyera, debo yo quizás el haber prolongado tanto mi existencia…
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