Thursday, September 7, 2023

"Se van las Carbonell"... ¿comedia o tragedia teatral? (por Wilfredo A. Ramos)


Para aquellos que conocen la obra del dramaturgo cubano Raúl de Cárdenas, el sólo mencionar Carbonell, los remite de inmediato a la trilogía que bajo dicho apellido le son atribuidas a este autor, caracterizado por una obra en esencia costumbrista, que acude a la nostalgia, a las raíces, al romanticismo en el recuerdo.

De Cárdenas al igual que otros autores cubanos contemporáneos como Héctor Quintero, Nicolás Dorr, Abelardo Estorino, han sido pródigos en cultivar este tipo de teatro, que aunque con signos de diferenciación bien marcados producto del lugar desde donde han sido escritas las mismas, Estados Unidos el primero y Cuba, las de los tres últimos en la lista, han dejado obras con una dramaturgia perfectamente modelada dentro de un género costumbrista propio.

El teatro en Cuba, al igual que en todas partes del mundo tiene su origen en las festividades de carácter religioso, donde liturgias y costumbres populares se van a ir mezclando poco a poco hasta dar con la necesidad de contar historias que reflejen a los integrantes de esta comunidad.

Se considera a Francisco Covarrubias (1775-1850) como el ‘Padre del teatro cubano’, el que a pesar de comenzar su vida dentro del teatro como actor, pronto pasaría a convertirse en autor con obras donde tratará de reflejar la vida de la gente que lo rodea, siendo quien introduce el personaje del ‘negrito’ por primea vez dentro del texto teatral nacional, creando las bases para el surgimiento del género bufo. Fue autor de más de dos docenas de obras entre las que se encuentran “Tertulias de la Habana”, “El tío Bartolo y la tía Catana” y ”Los dos graciosos”.

Otro exponente del teatro costumbrista cubano lo es por derecho propio Gustavo Robreño (1873-1957), uno de los fundadores del famoso Teatro Alhambra, escenario del esplendor del teatro de variedades, del sainete, así como del muy conocido y estudiado teatro bufo. Entre las obras de dicho autor tenemos “La madre de los tomates”, “Ni toros ni gallos”, “El ciclón”, “Napoleón”, “La Emperatriz del Pilar”, “Tin Tan te comiste un pan” -su más famosa y versionada obra- así como también “El velorio de Pachecho” -escrita a dos manos junto a su hermano Francisco- entre muchas más.

Con el anterior antecedente, no es de extrañar que de Cárdenas se interese por escribir este tipo de teatro, que le va a permitir adentrarse con mirada amplia en el acontecer cotidiano del cubano, sus frustraciones y anhelos, describiendo ambientes cercanos al ciudadano corriente, del que todos formamos parte. Su teatro desborda cubanía por los cuatro costados, dejando de lado cualquier aspecto chovinista o de manipulación de la realidad. Su obra va a ser un reflejo casi fotográfico de la problemática social del pueblo cubano a partir del infausto Enero de 1959, con la implantación de un régimen controlador y represivo, el cual transformó de manera violenta a toda una sociedad y a un país

En la obra de este autor van a ir de la mano aquellos elementos que van a determinar el espíritu y vida del cubano -para bien y para mal- como es el sentido del choteo, del cual el escritor también cubano Jorge Mañach hizo todo un tratado de nacionalidad, el desamparo de verse obligado a habitar en tierras extrañas, el profundo sentido de desarraigo y nostalgia hacia el recuerdo de un pasado arrancado por la fuerza, así como también la crudeza del destino trágico con el que se ha marcado la sobrevivencia del pueblo cubano.

A propósito de este último concepto que aborda su teatro, de Cárdenas expresa en una entrevista que le realizara Jesús Hernández Cuellar para la revista digital Contacto, lo siguiente:
El teatro costumbrista cubano es el indispensable sostén de nuestras vidas frente al pesimismo que a veces nos abruma al estar tan lejos de nuestra patria.
Para este autor, dicho género teatral ha servido para mantener con vida los pormenores y azares de una vida nacional vista desde la distancia no solamente del tiempo, sino también del espacio, a la vez que coloca frente al espectador los males que han aquejado a esa sociedad. Su teatro es realista en cuanto a que no solo aborda los problemas comunes y diarios que influyen en el cubano, sino además por la manera de llevarlo a escena, lo que permite al público identificarse directamente con los temas tratados, aunque en la manera de hacerlo pueda estar presente también algo de arbitrariedad.

En la dramaturgia de Raúl de Cárdenas encontraremos por igual elementos de lo épico de Brecht como de lo absurdo de Ionesco, pero mezclado y mostrado por medio de un sentido lúdico y de libertad que sólo le es permitido a ese sentido del choteo, a ese mezclar con la jarana, con lo cómico, los males y las tragedias de la vida que están presentes.

Al respecto, José Triana, también dramaturgo cubano, dice de la obra de este autor: “...sus creaciones son de una libertad insólita, marcadas a veces por la arbitrariedad, por el vértigo y el ensueño de la utopía, desenfrenado, abierto, con torpezas de construcción, pero auténtico porque no tiene causa evidente o idea que mostrar, sino es el universo, su universo, que irradia la búsqueda de una verdad, de los hombres que somos en este planeta”.

La obra de Raúl de Cárdenas ha tenido el raro privilegio de ser la que más veces haya subido a las tablas en el exilio, ello debido a nuestro entender, a su marcado sentido de sinceridad, a que como bien agrega otro dramaturgo e investigador de la cubanoamericano, Matías Monte Huidobro...”ha sido uno de nuestros más honestos dramaturgos y la honestidad en escena y fuera de ella, es una condición esencial sin la cual una obra creadora no puede cumplir plenamente su cometido”.

Como reafirmación a lo expresado anteriormente respecto a la mayoritaria presencia de obras de este autor sobre los escenarios, encontramos nuevamente que uno de sus textos se encuentra en estos momentos presentándose para el público de nuestra ciudad, nos referimos a “Se van las Carbonell”, en una puesta de la compañía miamense Havanafama, bajo la dirección de Juan Roca.

Es necesario hacer aquí un aparte para aclarar algo que podría prestarse a posibles confusiones. Existe entre el público, los teatristas y los especialistas un aspecto no bien determinado sobre la trilogía de las obras que utilizan en su título el apellido ‘Carbonell’.

De Cárdenas escribió primeramente “Las Carbonell de la Calle Obispo” y más tarde “Se van las Carbonell”; pero existe una tercera obra, que en realidad vendría a ser la segunda por el momento en que fue concebida que lleva por título “Las Carbonell en la Villa Jabón Candado”, la cual fue escrita en realidad por el conocido actor, director y también autor cubano Marcos Casanova, a quien de Cárdenas le cedió el derecho a utilizar sus personajes y ambientes para la realización de un nuevo texto, aprovechando el éxito de la primera obra, la cual fuera estrenada en 1986 en el Teatro de Bellas Artes, en Miami, con dirección de Tony Wagner. Esa segunda obra escrita por Casanova tuvo su estreno en el mismo teatro un año después, igualmente bajo la dirección de Wagner, resultando en otro éxito de público.


Sobre la obra que nos provoca a este artículo, que como ya dijimos se encuentra en escena en estos momentos, también debemos acotar que la pieza original escrita por de Cárdenas se titula “Las Capotes se van en bote”, pero al ser estrenada ésta en nuestra ciudad en su momento, se le cambió el nombre por “Se van las Carbonell", tratando de mantener la acogida recibida de dichos personajes con anterioridad, cambiando además el tema del éxodo de cubanos a través de la bahía de Camarioca, en la región de Matanzas durante casi un par de meses del año 1965, del que trataba la obra, por otra de los grandes huidas desde aquella isla, la del puerto habanero del Mariel, en 1980.

Hay que aclarar que a pesar de ser Raúl de Cárdenas junto a Tony Betancourt (1921-2003) los responsables de traer hacia los Estados Unidos el teatro costumbrista o vernáculo cubano, también ha escrito obras de contenido marcadamente político y social, como “Recuerdos de familia”, su primera obra escrita en el exilio, donde se describe la vida del cubano entre las décadas del 40 al 60 del siglo pasado, “El pasatiempo nacional”, en la cual trata el tema de la homosexualidad pero dentro del ambiente deportivo, “Las sombras no se olvidan”, sobre los presos políticos, “Los hijos de Ochún”, acerca de la invasión a Playa Girón y “Un hombre al amanecer”, en la cual se apropia de la figura de José Martí, por la cual obtiene el Premio Letras de Oro otorgado por la Universidad de Miami.

Aclarado estos temas vayamos a analizar nuestra puesta en escena.

Juan Roca, director teatral quien comenzara su recorrido por los escenarios en la ciudad de Los Angeles, después de haber salido de Cuba precisamente durante el éxodo Mariel, hasta venir a asentarse en esta ciudad del Sur de la Florida, ha sido quien más obras de este autor ha llevado a las tablas, por lo que no es para nado extraño que nuevamente retome una de las mismas, debido a que siempre son bien recibidas por parte del público. En las puestas en escena de dicha obra, Roca se ha valido por igual en utilizar indistintamente a actrices o actores al momento de interpretar los personajes, con sólo una excepción.


Para esta ocasión el elenco de “Se van las Carbonell” se encuentra integrado por Jorge Ovies, Osmel Poveda, J.J. Paris y Rei Prado. El diseño de escenografía está a cargo de Ricardo Martínez y el de maquillaje en manos de Adela Prado. Roca es un director que se maneja con soltura dentro de las obras que se mueven en un ambiente costumbrista, al cual sabe sacarle partido, aunque por momentos pueda resultar extrema la manera en que trata de ambientar el espacio escénico, dando la sensación de estar presentes ante un ‘horror vacui’, el cual provoca un barroquismo visual en la concepción escenográfica de sus puestas, de la que no escapa la presente.

Esta es una obra, que el director conoce a la perfección debido a las múltiples puestas que de ella ha realizado, por lo que en cada una de las mismas, va a introducir ciertos elementos para traer nuevos aires a la obra. En general el concepto escenográfico realista se logra, aunque bien podrían obviarse algunos aspectos de la decoración que abigarran, como ya señalamos, el espacio escénico sin necesidad.


El concepto de comedia con que se promueve esta obra, tratado de mantener en todo momento en el montaje, no se logra lamentablemente en todo momento, producto a que algunos de los actores no lo logran crearlo, producto de un trabajo no acertado, lo cual sucede con el desempeño de Prado como Adelaida y Paris en el personaje de Felicia, quienes exageran acciones y gestos hasta la caricatura casi todo el tiempo, por lo que se trasladan hacia el género de la farsa o por otra parte presentan grandes problemas con el ritmo del habla, haciendo aburridos algunos de los parlamentos, sacándolos del supuesto tono de comedia e incluso de la misma farsa a la que ellos la habían llevado. En realidad las risas que provocan ambos actores con el desenvolvimiento de sus personajes son escasas.

La siempre oportuna y bien recibida presencia de Jorge Ovies, actor de larga trayectoria y que ha intervenido en todas las puestas de la saga de las hermanas Carbonell que se han representado en nuestra ciudad, resulta uno de los aspectos de mayor realce de la obra. Actor que en cuanto a esta mismo trabajo se refiere, ha incorporado siempre el papel de Leonor, la madre fallecida, aunque haya sido dentro de otras puestas donde el resto del elenco estuvo constituido por mujeres, su trabajo resulta impecable, en un estado de perfecto control del sentido de su texto, con el cual provoca la risa desde una austera posición del personaje. Podemos decir sin duda alguna que Ovies es ese tipo de actor que verdaderamente domina la técnica del comediante, el que para provocar risa al espectador no tiene que recurrir a la ayuda de técnicas de actuación sofisticadas e innecesarias.


Un problema apreciado en esta puesta consiste en que el ritmo propio de la comedia no va a entrar definitivamente en la obra hasta el momento en que hace su entrada a escena el personaje de Carmelina, muy bien interpretado por el actor Osmel Poveda, quien desde su aparición sobre el escenario va a dinamizar el ‘tempo’ de la acción dramática con la apropiada dinámica que la comedia requiere. Con una excelente caracterización, Poveda, es el personaje catártico dentro de la obra ya que será el que proveniente de Miami llega a llevarse a sus hermanas y sobrino, personaje este último sólo referido, pero que va a provocar el conflicto y la tensión dramática en el desarrollo de la trama, dándole un vuelco a la historia, provocando el caos, haciendo que se haga presente de manera dominante el drama.

En esta obra se da un aspecto que no siempre es encontrado en aquellas que se promocionan bajo el género de ‘comedia’, pues poco a poco este se va mezclando con los elementos que van provocando la aparición de la ‘tragedia’ sobre la escena. Es interesante como el autor por medio de frases que pueden producir risa al espectador, al unísono va mostrando la crudeza y dramatismo de la realidad que quiere plasmar. Un chiste aquí es capaz de hacernos reír, pero al mismo tiempo evocar desgarradores sentimientos. Tal vez esto último sea producto de aquella característica que siempre se le aplica al cubano de que es capaz de ‘reírse hasta de sus propias desgracias’, lo que no siempre resulta en una buena distinción de la personalidad nacional.

Hacia el final, la obra, al menos para un público cubano, hace que afloren algunas lágrimas, a pesar de haber sido convocados al teatro a disfrutar de un poco de humor, por lo que estamos en presencia de una rara ocasión donde una comedia nos termina haciendo llorar de tristeza.





Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, Septiembre 7, 2023

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